Esquema de El Capital

Y seguimos a vueltas con El Capital. Nos tomamos un minidescanso en las entregas de Rubin, aunque seguimos «machacando» sobre el tema. De hecho, ya empieza a haber un volumen considerable de  trabajos, esquemas, gráficos y demás sobre El Capital, tanto que nos planteamos seriamente hacer un examen -ja ja ja, es broma-.

Para la ocasión contamos con un trabajo cuyo título no es del todo cierto. «Esquema de El Capital» es mucho más que un esquema. Contiene esquemas, pero insistimos, es bastante más que eso. Su autor, Bolívar Echeverría, fue filósofo de la cultura, docente e investigador de la UNAM y en su página web podéis consultar otros trabajos interesantes.

Un saludo

A. Olivé

Esquema de El Capital

Bolívar Echeverría

Ciencia de la riqueza:

El libro El capital de Marx pretende ser una descripción científica de lo que es la riqueza en la sociedad moderna. Ordenar los muchos datos que se tienen de ella, jerarquizarlos según su valor de determinación, establecer las relaciones más esenciales que existen entre ellos.

Construir una imagen conceptual explicativa de la riqueza moderna que, debido a su grado adecuado de abstracción, constituya el instrumento intelectual más efectivo para la comprensión de los fenómenos de la historia cotidiana que tiene que ver con ella.

Todo el conjunto de la vida social tiene que ver con la riqueza objetiva, con el cúmulo de bienes que posibilitan su reproducción. Y esto no tanto en el sentido pragmático burgués de que «ni siquiera los poetas viven del aire», sino en el sentido materialista de que el modo en que los hombres se ocupan en el conjunto de su vida depende del modo en que se ocupan de la riqueza objetiva; del modo como trabajan para lograrla, de cómo la reparten entre sí, de cómo la disfrutan. La «comprensión materialista de la historia» se resume, en verdad, en el  reconocimiento de un hecho originario que se mantuvo a lo largo de la historia y que ha entrado en proceso de perder su vigencia: la debilidad de las sociedades frente a la naturaleza, la hostilidad de ésta hacia el ser humano, la escasez con que entrega los bienes que el hombre pretende arrancar de ella para cumplir los requerimientos de su vida. Hecho originario que se completa cuando, interiorizado por la vida social, obliga a que tanto el proyecto de existencia humana, de realización de un ideal transnatural de convivencia, se someta a una estrategia para la consecución de los bienes, para el acaso a la naturaleza.

Pero nunca antes el conjunto de la vida social ha tenido que ver con la «economía», con la problemática de la riqueza objetiva, como en la época moderna, cuando es justamente la relación ancestral de interdependencia entre ambos -la totalidad- de la vida y la «economía»,- la que parece haber entrado en crisis, es decir, cuando la necesidad de un reordenamiento global de la existencia social emerge por todas partes. La descripción científica que Marx pretende hacer de lo que es la riqueza moderna sólo tiene un sentido para él en la medida en que la concibe como un aporte intelectual a la realización civilizada de ese reordenamiento radical de la sociedad. Este movimiento histórico revolucionario enfrentado a la amenaza de una barbarie que conserve esa relación ancestral o que la anule caóticamente, es para Marx el comunismo. La discusión teórica de éste es la que él pretende enriquecer con su libro El Capital.

El discurso crítico

¿Cómo describir científicamente lo que es la riqueza moderna? El intelecto no es una potencia pura enfrentada a hechos innombrados. Todo inteligir está en función del discurso concreto de alguien empeñado en una disputa concreta acerca de lo que algo es en realidad. Por otro lado, todo hecho, con sólo presentarse, recibe ya, espontáneamente, un nombre, una definición. Describir algo no es mostrar su retrato reflejado en la mente; es siempre consentir o disentir con su nombre espontáneo, es abundar en la definición que da de él discurso social establecido o pretender introducir una diferencia. Y nada hay más difícil, aventurado e incluso, en ocasiones, suicida que la disensión o la propuesta de una diferencia. Porque el disentir del nombre dado a un fenómeno sólo puede hacerse empleando los mismos términos que con su sola gravitación constituyen el que se rechaza; porque la definición diferente tiene que formularse a contracorriente del flujo definidor que se mueve con el discurso establecido. Marx pretende decir lo que la riqueza moderna es en realidad. Pero su discurso es disidente. Habla a partir de la experiencia de la crisis de la relación ancestral entre vida y riqueza,  sociedad y «economía», y argumenta en favor de su transformación radical: su discurso es comunista. Por ello, advertido de la dificultad que encierra la disensión, Marx inaugura la estrategia que le es adecuada: la crítica. La «exposición de la economía política» -la descripción del comportamiento económico o referido a la riqueza objetiva- «debe ser simultáneamente la crítica de la economía política» -la destrucción discursiva, del discurso que da nombre a la riqueza moderna, del conjunto de definiciones que componen la ciencia económica espontánea. Cientificidad es criticidad. El discurso comunista debe ser crítico ya que su afirmación sólo puede existir como negación, a contracorriente del discurso establecido; no como una simple refutación, que intenta desviar la dirección de éste pero respetando su misma pendiente.

La estructura argumental (1)

La peculiar cientificidad que inaugura El Capital determina que el procedimiento de descripción y explicación de su objeto -la riqueza social moderna sea especialmente complejo.

Esta obra de Marx fuerza al discurso científico espontáneo sobre la riqueza -la economía política que, saltando por sobre sí mismo, diga aquello que él, siendo lo que es, debe dejar fuera de lo decible como algo denegado o censurado; hace que se trascienda y hable sobre aquello que le está constitutivamente prohibido mencionar. Se diría que, para él el conjunto de conceptos que convergen en la definición moderna -burguesa-capitalista- de la riqueza comporta una sumisión tan fundamental de aquella relación en crisis entre lo económico y la totalidad de lo social, que su reordenamiento positivo para efectos de pensar esa misma crisis resulta imposible. La imagen teórica de lo que la riqueza moderna es en realidad no puede así resultar de un trabajo -por más contradictorio que sea- con ese conjunto de conceptos sino sólo de un trabajo que atraviese esa constelación conceptual y, al atravesarla, la destruya o la desconstituya radicalmente. La complejidad argumental de El Capital no es pues fortuita, resultado de una pretensión «cientifista» de Marx; por el contrario, refleja la dificultad que debe enfrentar todo discurso disidente que defiende las posibilidades de la razón aún ahí donde ésta se encuentra aparentemente identificada con la lógica de la destrucción de lo humano. ¿Cómo fuerza Marx al discurso científico-espontáneo de la economía política a decir aquello que le quita el suelo bajo los pies? ¿En qué consiste el uso crítico o desestructurador de las categorías que definen la riqueza social moderna?

Puede afirmarse que la argumentación de Marx en El Capital cumple tres etapas claramente diferenciadas:

Examen de la apariencia

A) En la primera etapa (expuesta en las dos primeras secciones del Libro I). Analiza la descripción más general que es posible hacer en términos científicos, espontáneos de lo que es la riqueza social en el mundo moderno. Somete a un examen implacable la validez de los conceptos que intervienen en esa descripción y la coherencia de las formulaciones que la componen.

Todo entendimiento tiene que atenerse de partida a la evidencia empírica y ésta se impone con el siguiente contenido cuando atañe el objeto riqueza: en el mundo moderno, riqueza -a diferencia de pobreza (disposición de los bienes apenas necesarios para la reproducción) y de miseria (carencia incluso de esos bienes necesarios) -es la disposición de una suma de dinero en calidad de inversión, es decir, de una cantidad de dinero en proceso de crecer o de generar un beneficio o ganancia: riqueza es el derecho de propiedad sobre un capital. En términos más técnicos, este capital -que constituye el contenido de la riqueza moderna- debe ser descrito de la siguiente manera: una cantidad de valor sujeta necesariamente a un proceso de incrementación, en la medida en que, de estar incorporada en una suma de dinero, pasa primero a estar incorporada a otra suma de dinero. Capital es dinero de inversión, dinero, que se cambia en mercancía y que vuelve a cambiarse en dinero, pero de magnitud incrementada. La fórmula general del capital sería, así:

D – M – D’

 

en donde  D’ = D + ΔD

Capital, dinero que genera más dinero: esta sería la descripción sucinta del objeto de la riqueza moderna. En ella, el punto crítico está marcado evidentemente por la palabra “genera”. ¿A qué hacemos referencia cuando decimos que este objeto tiene la virtud de autoincrementarse, de «producir» o «generar» un plus de sí mismo? ¿Cuál es la consistencia de este objeto tan peculiar? ¿Cómo es posible su existencia? La parte analítica inicial de El Capital, está dedicada al intento de responder a estas cuestiones. Uno por uno, integrados en conjuntos cada vez más complejos- «relación de intercambio», «circulación mercantil», «modo capitalista de la circulación mercantil», todos los conceptos que intervienen en la fórmula general del capital -«mercancía”, «valor», «dinero», «precio», etc. – son sometidos por Marx a un examen riguroso. El rigor de este examen se aplica a la pretensión, inherente a la descripción empírica de la riqueza como capital, de tener ya explicada la «generación» de ese plus de valor, de no necesitar planteársela como problema, de operar con ella como con algo «natural» y comprensible por sí mismo. El acoso de Marx es implacable. Obliga a este conjunto de conceptos a dar el máximo de su capacidad explicativa y, una vez que lo ha llevado hasta el extremo de su efectividad, lo muestra sumido en la paradoja, embrollado en la necesidad absurda de sostener posiciones incompatibles. El entendimiento científico espontáneo de la economía política, abismado ante sí mismo, no alcanza a ir más allá de la afirmación siguiente: el plus de valor no puede generarse a cambiar en dinero; pero, por otro lado, sólo puede generarse en ese mismo proceso.

Puede decirse que lo que Marx cumple en la primera parte de la argumentación de El Capital, en este cuestionamiento de los teoremas básicos del discurso económico espontáneo, es una puesta en duda sistemática de todo el campo de la empiria, de «la experiencia directa e incontrovertible» sobre la que pretende fundarse la ciencia de la economía política.

Se trata de una puesta en duda que culmina en la formulación de algo que por lo pronto sólo es una suposición: todo ese campo de la experiencia económica empírica no puede ser otra cosa que una apariencia un tejido superficial de hechos o datos, que se encuentra ahí con la función precisa de esconder, confundir o mistificar justamente aquello que pretende mostrar o hacer evidente: lo que la riqueza social moderna y su economía son en realidad.

El primer momento de la argumentación de El Capital avanza hasta establecer las condiciones que el discurso económico espontáneo tendría que introducir para convertir la paradoja de su afirmación acerca del origen del plusvalor en un verdadero problema teórico. Y esas condiciones son nada menos que las de un salto que lo llevaría más allá de si mismo. El «hic Rhodiis, hic salta!» es la invitación a un salto suicida. En efecto, la principal de esas condiciones es la siguiente: El plusvalor sólo puede ser explicado si esa mercancía en la que el dinero tiene que convertirse primero para luego reconvertirse en dinero incrementado es concebida como una no-mercancía o como una mercancía tan sui generis, que, lejos de ser, como todas las otras, sólo portadora de valor, fuera además una mercancía generadora de valor. Sólo si la economía política introdujera en su discurso la distinción entre dos formas diferentes de ser mercancía, la que caracteriza a la mercancía común y la que sería propia de una mercancía no-mercancía -una mercancía especial que Marx ubica de manera inconfundible como mercancía fuerza de trabajo- estaría en capacidad de salir del embrollo teórico en el que le encierra su definición de la riqueza moderna. Pero esta capacidad le costaría la descalificación de su discurso. Introducir esa distinción implicaría para ella reconocer que su discurso parte de una reducción injustificable: que la adquisición que el propietario del dinero-capital (D-M-D’) hace de la mercancía generadora de valor es concebida como si fuera la adquisición de una mercancía común, sólo portadora de valor; que la presencia de un fenómeno específicamente mercantil-capitalista es reconocida como si se tratara sólo de un hecho mercantil en general; que el acto de apropiación de un valor ajeno es ocultado, confundido o mistificado como un simple intercambio de objetos equivalentes.

Exploración de la esencia:

B) En una segunda etapa (expuesta en la mayor parte del libro I y en todo el libro II), la argumentación de El Capital explora, describe y explica justamente aquello cuya mistificación, confusión u ocultamiento constituye según la suposición anterior de Marx la condición de validez de la definición inmediatista de la riqueza moderna. Si la fórmula general del capital (D-M-D’) sustenta su validez empírica en la incuestionabilidad de uno de los elementos que la componen -el elemento intermedio, mercancía (M)-, será precisamente el estudio de la esencia de este elemento lo que hará evidente la existencia de tal mistificación, de su sentido y, sobre todo, de su fundamento o su razón de ser.

La mercancía que el capitalista, el rico moderno, primero adquiere y luego vende con por su dinero-capital es una mercancía misteriosa: posee la peculiaridad de aumentar de valor cuando es consumida. Recién adquirida, es mercancía medios de producción y mercancía fuerza de trabajo (M=Mmp + Mft), y tiene un valor Ci (Capital inicial); después del consumo que el capitalista hace de ella, se convierte en mercancía producto (M = Mp) y tiene ahora un valor C = C1 + Δ C1 (capital resultante, igual al capital inicial más un incremento del mismo). El secreto de esta mercancía misteriosa se concentra así en el momento en que el capitalista la consume. ¿Qué acontece en este momento? Nada que por sí mismo sea misterioso; lo que tiene lugar es el proceso en que la fuerza de trabajo se combina con los medios de producción, los consume productivamente: el proceso de trabajo o producción.

El análisis de Marx ha mostrado que en la descripción del objeto de la riqueza social moderna es indispensable incluir el proceso de producción de valores de uso como un momento constitutivo de la existencia misma de ese objeto. La pregunta queda entonces planteada: ¿qué es el proceso de producción/consumo cuando aparece, como aquí, en calidad de ocasión o pretexto de la valorización del valor de un dinero-capital? ¿Qué sucede en este proceso de producción cuando tiene lugar como consumo capitalista de Mmp y Mft? ¿Qué es producir y consumir, en general? ¿Cómo se modifica su esencia cuando se efectúa como un proceso subsumido o subordinado al proceso descrito por la fórmula general del capital? La parte central y principal de la argumentación de El Capital está constituida por una respuesta sistemática a estas preguntas, por una teoría del modo capitalista de la producción, la circulación y el consumo del objeto de la riqueza social; una teoría del proceso en que el producto con valor de uso es reproducido con la forma de plusvador destinado a su inversión como capital. La exploración de aquello que hace que la riqueza moderna sea tal, de su esencia, la lleva a cabo Marx de la siguiente manera: describe y efectúa el modo o la forma que recibe o adopta una determinada sustancia trans-histórica o forma fundamental del proceso de reproducción del objeto de la riqueza, cuando ésta se encuentra en la situación histórica moderna: cuando debe cumplirse como un proceso de producción de plusvalor y de conversión del mismo en capital. La contraposición entre esa sustancia transhistórica o forma fundamental y este modo capitalista o forma histórica moderna es el procedimiento que Marx emplea una y otra vez, en diferentes niveles y con mayor o menor complejidad, según lo requiere el tema, a todo lo largo de esta argumentación destinada a establecer las leyes determinantes de la producción, la circulación y el consumo de la riqueza capitalista. Se trata de un procedimiento en el que la estructura lógica posee de manera inherente un mensaje o contenido: una toma de posición crítica. El modo capitalista es descrito y explicado como una forma que contradice y deforma -reprime o hipertrofia- la sustancia que la soporta y sobre la que ella se asienta parasitariamente: el proceso de producción/consumo en general. La contraposición que Marx establece es siempre entre la forma social-natural o estrato de valor de uso del proceso de producción/consumo y la forma social-capitalista o estrato de valor (valorizándose) que subsume o subordina a la primera.

Esta idea de una contradicción entre un nivel de valor de uso y un nivel de valor constituye en verdad la hipótesis principal a partir de la cual el discurso teórico de Marx genera su capacidad de descubrir los rasgos esenciales de la reproducción de la riqueza capitalista. Hay una teoría de la producción-consumo en general y, por tanto, del valor de uso en general, como teoría de la incompatibilidad de éstos con su forma mercantil-capitalista, que acompaña, paso a paso, (volviéndose más explícita en el Libro I, Cap. 5), la demostración de que la contradicción entre esos dos estratos o niveles es la esencial de todo producir, consumir, circular e incrementar el objeto de la riqueza en su forma capitalista. Desde la definición puntual del capital constante (c) y el capital variable (v) como formas capitalistas de los factores de la producción, de los medios de producción y la fuerza de trabajo (Libro I, cap. 6), hasta la caracterización global de la reproducción ampliada de todo el sistema productivo/consuntivo capitalista (libro II,3ª sección) Marx insiste y subraya de múltiples maneras la demostración de esta esencia. Su proceder es rigurosamente metódico. Para eliminar las confusiones que necesariamente provoca un objeto teórico tan complejo, su aprehensión teórica de la totalidad del proceso reproductivo de la riqueza capitalista tiene lugar mediante una serie de aproximaciones acopladas unas a otras a manera de los segmentos de un cilindro de telescopio. Cada una de ellas aporta una nueva perspectiva en la que el objeto aparece con un grado mayor de complejidad.

La primera serie de aproximaciones (expuesta en el libro I), la más abstracta, es la que mira al proceso como una totalidad de producción y consumo en la que estas dos fases se encuentran conectadas directa o inmediatamente entre si. En esta perspectiva al quedar fuera de consideración la existencia del momento circulatorio entre una fase y otra, la esencia de cada una de éstas, de su unidad y su dinámica se muestra en su mayor pureza. Se trata -lo demuestra Marx- de un proceso que para poder realizarse tiene que llevarse a cabo de un modo que deforma su sentido originario o fundamental hasta el grado de invertirlo o convertirlo en su contrario:

a) El proceso capitalista de producción es, en efecto, un objetivarse del factor subjetivo, una donación de forma al objeto de trabajo, que es una emanación de su constitución o capacidad productiva. Pero es un objevitarse que, por ser capitalista –por ser la conjunción de c+v, cuyo resultado debe implicar la conversión de c en c+p (plusvalor)-, se cumple contradiciéndose a sí mismo: como un succionar que el factor objetivo ejerce sobre el sujeto de trabajo con el fin de apresar la mayor cantidad posible de formas producidas por éste. (Libro I: 3ª, 4ª y 5ª seccs.)

b) El proceso capitalista de consumo es un subjetivar formas objetivas por parte del sujeto, un aceptar la acción natural-social incorporada en el bien producido; pero, asimismo, lo es sólo en la medida en que el sujeto se convierte en un «bien» para el objeto, en la medida en que su consumir se cumple como soporte o vehículo de un proceso de restauración mejorada del factor objetivo. En efecto, éste sólo existe en calidad de medios de producción capitalistas, es decir, de componente principal de un capital inicial renovado (C ) que es mayor que el capital inicial anterior (C ), (Libro I, Caps. 21 y 22).

C) La reproducción de la riqueza capitalista como unidad de una fase productiva y otra consuntiva se revela entonces como un proceso cíclico en el cual el contenido de esa riqueza se repone e incrementa en tanto que condición objetiva de la existencia del factor subjetivo; pero se trata de un proceso que sólo es posible como soporte de un proceso de acumulación y reproducción ampliada del capital y que, por tanto, sólo se cumple invirtiendo su sentido fundamental, en la medida en que implica el sacrificio necesario de una dimensión de ese factor subjetivo, la condena de una parte del mismo a la situación de excedentaria o sin derecho a la existencia. (Libro 1, Cap. 23).

 D) Esta primera serie de aproximaciones de El Capital a la esencia de la riqueza capitalista culmina en el reconocimiento de una tendencia en el proceso histórico de su formación, consolidación y expansión. La conjunción contradictoria entre reproducción social-natural de la riqueza y reproducción del capital parece seguir una vía que va de una situación, en la que la subordinación de la primera a la segunda resulta relativamente favorable para la primera, a otra situación completamente diferente, en la que la marcha expansiva de la segunda resulta ser absolutamente destructiva para la primera. (Libro I, caps. 24  y 25).

Entre la fase productiva y la fase consuntiva del proceso de reproducción, existe un momento mediador, el proceso de circulación, que modifica considerablemente el cumplimiento de ambas fases. La segunda serie de aproximaciones se distingue porque abre para la exploración esencial de la riqueza moderna toda la densidad problemática que resulta de este hecho. El conjunto de productos portadores de un valor valorizado no puede convertirse en conjunto de bienes capitalistas, es decir, en factores de la producción portadores de un cúmulo potenciado de valor, si no se redistribuye o «cambia de manos» entre los propietarios privados, sometiéndose al funcionamiento del mecanismo inerte o fortuito de la circulación mercantil. El objeto de la riqueza capitalista debe cumplir un ciclo trifásico (de su figura funcional como capital-dinero, CD, pasa a otro como capital-mercancía, CM). Es un ciclo que lo hace pasar necesariamente por el momento improductivo de la circulación mercantil y que le obliga a adoptar dos figuras materiales (la de capital fijo, CF, y capital circulante, CC) de acuerdo con los diferentes ritmos con que rotan o cumplen el ciclo sus distintas fracciones, ligada cada una de ellas a un sustrato material diferente.

El carácter contradictorio del proceso de circulación mercantil-capitalista no sólo se muestra en el modo como el ser valor (tener que pasar por el mercado) estorba al ser valor de uso (capital-producción) y el ser valor de uso (tener una materia que se repone lentamente) estorba al ser valor (capital-dinero) (Libro II, respectivamente: la Secc, y 2ª Secc.). Se muestra principalmente en el modo como el funcionamiento global de la circulación mercantil misma, del «mecanismo inerte del cambio de manos», se encuentra sometido a una reorganización esencial de sí mismo, proviene de la necesidad práctica de servir preferentemente-a la reproducción del capital. Desdobla en dos ámbitos contrapuestos pero complementarios:

el mercado de mercancía y el mercado de trabajo, la esfera de la circulación mercantil-capitalista es el medium dentro del cual -al expresarse el valor y constituirse el valor de cambio de todas las mercancías- la armonía de la reproducción del capital se alcanza en virtud del traslado de todas las desarmonía al ámbito de la reproducción de la fuerza de trabajo, al mismo tiempo que esta armonía neutraliza la contradicción entre trabajo (valor de uso) y capital (valor) y posibilita así la reproducción del capitalismo como relación social. (Libro II, tercera sección).

Desmitificación de la realidad:

C) En su tercera y última etapa (expuesta en la 6ª sección del Libro I y en todo el Libro III) la argumentación de Marx en El Capital describe –como quien desmonta un mecanismo- la conversión mistificadora de la esencia contradictoria de la riqueza capitalista en la apariencia armónica descrita por la fórmula general del capital. ¿Cómo es posible que aquello que es plustrabajo arrancado sin contrapartida por el capitalista a los obreros se presente como el fruto genuino del dinero capitalista cuando sirve para comprar una mercancía que luego será revendida? Marx explica esta transfiguración de la esencia en la apariencia como un conjunto de imbricaciones entre, por un lado, el proceso capitalista de apropiación/utilización del plusvalor explotado a los obreros y, por otro, el funcionamiento mecánico y neutral de la circulación de los equivalentes, en calidad de riqueza mercantil simple.

Habitada centralmente por dos tipos de mercancía -la mercancía capitalista de los capitalistas y la mercancía simple de los obreros- la esfera de la circulación capitalista es el escenario de un conflicto dominante, el de la constitución contrapuesta pero complementaria de los precios de estas dos mercancías.

La constitución del «precio del trabajo» es el secreto de la constitución de todo precio. Lo que distingue al propietario capitalista del simplemente mercantil es que su dinero puede comprar como mercancía no sólo objetos útiles producidos sino procesos de producción de objetos Útiles. Así el precio de su mercancía no expresa sólo su valor sino un valor que se valoriza en mayor o menor grado. Y justamente el grado de esta valorización y la magnitud de ese precio dependen del precio que el propietario capitalista ha pagado por el proceso de producción del que se sirve, es decir, por la fuerza de trabajo cuya existencia activa es precisamente ese proceso de producción.

Marx avanza por partes. Lo primero a lo que responde es: ¿cómo se transfigura el factor subjetivo del proceso de trabajo en mercancía fuerza de trabajo? La clave de toda la mistificación se encuentra aquí. A partir de aquí pueden resolverse las dos cuestiones básicas de la tercera parte argumental de su obra:

a) ¿Cómo se transfigura la sustancia del valor de la mercancía fuerza de trabajo en «precio del trabajo? (Libro I, 6ª sección).

b) ¿Cómo se transfigura la sustancia del valor de la mercancía capitalista (medios de sustancia y medios de producción) en precio de la mercancía capitalista? (Libro III, la., 2ª, y 3ª secciones)

El precio de la mercancía capitalista depende del modo en que el plusvalor explotado a los obreros se procesa como ganancia de los capitalistas. De ahí el estudio minucioso que Marx dedica a este tema: ¿Cómo se forma una tasa media de ganancia para todos los capitalistas? ¿Qué función cumple en este proceso la transfiguración del plusvalor extra en renta monopólica (del propietario de naturaleza o de tecnología)? (Libro III,6ª. Sección). ¿Qué tendencia sigue en el tiempo la formación de esa tasa media de ganancia? ¿Cómo se reparte el plusvalor entre los distintos tipos de capital (industrial, comercial y bancario) al convertirse en ganancia? Todas estas son cuestiones centrales en cuya solución Marx encuentra oportunidad para insistir en el único modo que el discurso crítico tiene para hablar de la realidad de la riqueza moderna, la desmitificación de su realidad convertida en apariencia. Hay, sin embargo, una conclusión final en la que este sentido de argumentación se concentra y resume. Se trata del examen crítico de la «fórmula trinitaria» del discurso económico espontáneo, aquella que justifica la distribución del ingreso entre las principales clases de la sociedad moderna, los capitalistas, los propietarios monopólicos y los obreros, en vista de su contribución, con capital, tierra, o tecnología, y trabajo, a la existencia de la «riqueza nacional» (Libro III, 7ª. sección).

La apropiación de trabajo ajeno, que está en la esencia de la riqueza capitalista, no tiene lugar en contra, sino en virtud del buen funcionamiento de la circulación mercantil. El incremento de D en D’ –el beneficio del prestamista, las utilidades del mercader- resulta precisamente de la compra-venta de todas las mercancías, simples o capitalistas, a su precio justo. ¿Cómo se constituye el precio justo de las mercancías? Es en la descripción de su constitución en donde se descubre de manera central, ese mecanismo mistificador de la realidad, esa conversión de la esencia de la riqueza capitalista en su apariencia.

La estructura argumental: III

Discurso científico sobre la riqueza social moderna: del examen de su apariencia a la exploración de su esencia, de ésta a la desmitificación de su realidad. El discurso de Marx El Capital define su cientificidad específica como criticidad no sólo en virtud de su contenido -la demostración del carácter contradictorio del modo de reproducción social capitalista-, sino también, especialmente, en virtud de su expresión. Las tres etapas de su movimiento argumental siguen un itinerario circular que es expresivo por sí mismo que transmite su sentido («como un todo artístico») a todos los recursos expresivos particulares o puntuales que se emplean en la obra. (Véase Fig. 1) La estructura circular de la argumentación expresa – la peculiar criticidad del discurso de El Capital. La realidad de la riqueza-social capitalista sólo puede ‘ser tratada por el discurso comunista de manera indirecta, a través del discurso que la mistifica. Para la realidad moderna sólo existe la posibilidad de un

Fig. 1 El movimiento circular de las tres etapas de argumentación  en El Capital

discurso positivo: el que se constituye junto con ella y que, necesariamente, al explicarla la mistifica. La existencia postmoderna del comunismo sólo le permite un discurso sobre la realidad moderna constituido como de-strucción del discurso moderno, como discurso crítico. Hablar sobre la riqueza capitalista es, por ello, para Marx, hacer «una exposición de la economía política que sea al mismo tiempo una crítica de la economía política». (Véase Fig. 2).

El mismo campo conceptual empírico de la economía política -dominado por la presencia de la fórmula general del capital-, que es examinado en la parte primera de la argumentación (línea a-b, sobre la cara 1 del Plano 1), es re-visitado, en un retorno circular, en la tercera parte (línea c’ -d, sobre la cara 2 del plano 1), pero en un sentido que, al «ver por debajo» lo que acontece en ese campo conceptual (Plano 1),

Esquema de El Capital

LA RIQUEZA CAPITALISTA

Fig. 2 La estructura de la argumentación en El Capital

lo exhibe como espacio de mistificación. Este retorno desmitificador (esta «crítica» que modifica la «exposición») sólo es posible en virtud de un cambio de campo o espacio conceptual (salto de la línea, del Plano 1 al Plano 11) que permite al discurso desentrañar en abstracto, (línea b-c), es decir, en referencia a una teoría trans-histórica o general de la producción y reproducción de la riqueza, la composición esencial de los hechos que aparecen en el terreno empírico. Este recurso a la esencia del producir/consumir humano le está permitido al discurso crítico justamente por su carácter de discurso de transición histórica.

Discurso que disiente de la historia capitalista, que la trasciende en dirección a otra historia, vislumbrada apenas en el deseo por el movimiento de revolución que viene sacudiendo a la sociedad contemporánea.

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