Hay que desarrollar la teoría económica marxista

Hay que…, hay que…, hay que… ¡Hay tanto por hacer! Desarrollar la teoría, ejemplarizar con nuestra práctica, estudiar, formarse, militar, comprender, estimar, amar, vivir… Todo ello en el lapso de una vida y con la esperanza y el anhelo de llegar a protagonizar con otras y otros el cambio necesario.

DKPMientras, y al ritmo de varios imputados por semana, el goteo de podredumbre va a continuar. Hoy -como no podía ser de otra manera- una Infanta, -quien dice mañana, dice pasado- un ex-presidente autonómico (el de los trajes), una alcaldesa y un ex-portavoz (escracheado recientemente) probablemente también serán imputados. Y mientras, también los hay -como el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González- quienes dejan asomar la bestia y proclaman abiertamente limitar derechos fundamentales como el de información -censura- o el derecho de huelga. Todo a la mayor gloria de la democracia realmente existente.

Pues bien, hasta que llegue el momento de propinar los golpes de mano implacables y revertir todo lo necesario, nos fortaleceremos. Y al mismo tiempo, fortaleceremos la teoría y el marxismo para armarnos de razones hasta los dientes. Y para ello contamos con la ayuda del marxista mexicano Alejandro Valle Baeza. Entretanto lean, discutan, discrepen, participen y sobre todo, luchen.

Saludos. Olivé

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Hay que desarrollar la teoría económica marxista

Alejandro Valle Baeza

Introducción

Un banquero dijo que mientras más tiempo pasaba en Wall Street, más convencido estaba de que Karl Marx tenía razón sobre el capitalismo de hoy[1]. Para la mayoría de los economistas académicos, incluyendo a muchos de sus simpatizantes, Marx se equivocó en dos de las cosas que consideró aportes fundamentales: sus teorías del valor y de la plusvalía. Curiosa paradoja que un pensador que cometa errores teóricos básicos pueda decir cosas importantes y acertadas acerca de la realidad de su época y del futuro. La aparente contradicción tiene una salida simple: los supuestos errores básicos de la teoría marxista no lo son. Sin embargo, la enorme cantidad e inteligencia de los críticos a quienes les resultan obvios los errores del marxismo amerita una explicación: cuando mucha gente capaz se equivoca es porque hay un cambio de racionalidad o intervienen los intereses de clase o se da una mezcla de ambas cosas. Aquí trataremos de hacer ver que esta última posibilidad es la explicación de la profusión de críticas. En este trabajo sostenemos que la teoría del valor es correcta y resulta básica para entender por qué el banquero de Wall Street ha llegado a esa convicción y por qué, a pesar de eso, no hay marxistas trabajando en Wall Street. La teoría del valor no es sólo útil para entender la realidad, sino que es un cimiento para todo el edificio marxista, en especial las teorías de la plusvalía y de la ganancia. El que pensemos que esas dos piezas centrales del marxismo sean básicamente correctas no quiere decir que nos conformemos con el estado actual de desarrollo del marxismo. Por el contrario, pensamos que es necesario, e incluso urgente, desarrollar la teoría marxista.

Ilustraremos nuestro punto de vista con la teoría marxista del valor, luego veremos de manera rápida algunas de las críticas y analizaremos las consecuencias de abandonar dicha teoría. Finalmente señalaremos una posible vía de desarrollo de la teoría marxista del valor y con ello ejemplificamos lo que podemos intentar con otros temas centrales del pensamiento marxista.

La teoría marxista del valor vista como errónea o redundante

Algunas críticas a la teoría marxista del valor

Steedman, un seguidor de Sraffa, se ha caracterizado por emplear en contra de los marxistas algo del tono sarcástico que Marx empleó contra muchos de sus oponentes. Un motivo recurrente de los ingeniosos razonamientos y de la retórica desplegados por Steedman es que, según él, como la finalidad de la teoría marxista del valor (TMV) es la explicación de los precios y dado que éstos se pueden obtener directamente de las condiciones técnicas de la producción y de los salarios reales —ambas clases de magnitudes estarían en unidades físicas— la teoría marxista del valor puede y debe desecharse.

Los datos físicos referentes a las condiciones de producción y los salarios reales pueden explicar todo lo explicable en términos de magnitudes de valor, que son simplemente derivadas, y pueden explicar en efecto mucho más. Por lo tanto, los marxistas deben concentrase en la elaboración de la explicación materialista del hecho de que las condiciones de producción y los salarios reales sean como son, dejando la discusión de las “magnitudes de valor” a quienes sólo se ocupan del desarrollo de un nuevo gnosticismo.[2]

John Roemer nos dice algo semejante:

La teoría del valor trabajo ha desempeñado dos papeles en la economía marxista. Primero, se ha afirmado que es, en un cierto grado de abstracción, una teoría de los precios. En segundo lugar, la teoría del tiempo de trabajo incorporado se ha usado para definir la explotación. En su primer papel, la teoría del valor trabajo es inútil; es una empresa hegeliana mística que afirma que, a pesar de las desviaciones reales del equilibrio, los precios de mercado forman valores de trabajo incorporado, sin importar que aquéllas representen el verdadero fenómeno mientras que los valores sean el epifenómeno. Creo que la fuerza de este dogma es el único gran cáliz que ostenta la economía marxista.[3]

Otros economistas simpatizantes del socialismo, marxistas o no, han asimilado las críticas al decir que la TMV sólo tiene validez cualitativa. Por ejemplo, Arthur MacEwan[4] sostiene que la TMV es uno de los pilares de la teoría marxista, pero que su utilidad es puramente cualitativa. Puede verse que las críticas a la TMV son aceptadas, en gran medida, por el editor de una de las revistas marxistas de mayor tradición, David Laibman[5] (1992, cap. 3). En una historia del pensamiento económico marxista se dan por correctas las críticas a la TMV y se destaca la consecuencia de eso: todas las ideas importantes expresadas en términos de valor pueden decirse mejor sin ese concepto.[6]

La crítica a la TMV aparece con rasgos comunes a los anteriores entre quienes no son economistas: “Una de las cuestiones más esenciales de la economía es cómo explicar los precios a los que las mercancías se cambian unas por otras.”[7]

La importancia de la teoría del valor y las críticas a la versión marxista de dicha teoría llevan a Elster, filósofo miembro de la corriente del marxismo analítico, a juzgar lapidariamente:

En la actualidad, la economía marxista, con pocas excepciones, está intelectualmente muerta. Naturalmente, se trata de una opinión subjetiva. Si uno fuera a guiarse por hechos cuantitativos, objetivos, podría concluir que la economía marxista está floreciente. Se observan los signos; el rigor técnico y la sofisticación matemática de la moderna economía marxista se han desecho de parte del oscurantismo que reinaba inmutable. Pero ocurre, sin embargo, que se puede ser oscurantista de una manera sofisticada y matemática, cuando las técnicas se aplican a problemas espurios.[8]

La teoría del valor es una simple explicación de los precios que adolece, según sus críticos, de dos defectos básicos: es inconsistente y redundante. Con base en considerarla una explicación de los precios, los críticos arguyen —como lo hace Elster— que la teoría es inconsistente: el trabajo es la explicación de los precios, las  mercancías valen más cuanto más trabajo cuesta su producción. Pero el trabajo no es homogéneo pues es de diferente calificación e intensidad; por tanto no puede ser una buena explicación de los precios.[9]

Son muchos los argumentos contra la teoría del valor trabajo. Varios de ellos están relacionados con la novedad del pensamiento marxista, pero también con los defectos del pensamiento convencional. La teoría económica está impregnada de la filosofía positivista que disocia teoría y práctica[10]. Cuando Elster, Stedman y los otros críticos de la teoría marxista del valor la analizan, lo hacen desde la óptica convencional: podría pensarse de sus análisis que, por ejemplo, la teoría clásica del valor, antecedente de la marxista, pretendía explicar los precios sin ninguna referencia a problemas concretos. Ello es una falsificación de la realidad.

La teoría no marxista del valor reaparece en Wall Street

Smith, Ricardo y otros estaban empeñados en explicar los precios pero para resolver problemas concretos del capitalismo de su época. El problema principal era la conservación del valor en el transcurso del tiempo.

Adam Smith resalta: “La distinción entre el precio real y el precio nominal del trabajo y de las mercancías no es materia de mera especulación, sino de mucha importancia y utilidad práctica (énfasis nuestro).”[11] El ejemplo de utilidad práctica dado por Smith es la venta de un terreno por una renta perpetua. En tal operación debería buscarse que los titulares de ese derecho conservaran el mismo valor real de su renta y, por tanto, no debería fi jarse dicha renta como una cantidad de moneda.

Una preocupación similar a la anterior puede verse en una carta de Ricardo a Say:

[…] afirma usted que para que un manufacturero pueda saber a ciencia cierta si el valor de su capital ha aumentado, debe hacer un inventario de todo lo que posee, valuando cada artículo a su precio ordinario. Tal procedimiento sólo le informaría de si el valor en dinero de su capital ha aumentado: tal vez esto pueda satisfacer al manufacturero, pero no es el modo por el que un economista político debe juzgar el valor incrementado del capital. Durante la depreciación de nuestra moneda (billetes de banco) muchas personas pensaban que el valor de su capital había aumentado siendo que en realidad había disminuido, sólo por el hecho de que valía una mayor cantidad de libras esterlinas. El dinero, ya sea en papel moneda o metálico, puede siempre perder valor, y por tal motivo no puede ser una medida correcta de los otros productos, por seis meses consecutivos.[12]

La inflación es la desvalorización del capital dinerario y la deflación, la desvalorización del capital productivo. Marshall nos explica bien este problema dentro del pensamiento ortodoxo:

La falta de un patrón adecuado de poder adquisitivo es la causa principal de que persistiera la falacia monstruosa de que pueda producirse demasiado de cada cosa. Las fluctuaciones en el valor de lo que utilizamos como patrón producen siempre bien una agitación de las actividades comerciales que se convierte en verdadera fiebre malsana, bien un cierre de miles de talleres.[13]

Marshall propone que el patrón de precios sea una canasta de mercancías y cita a otros cuyas preocupaciones fueron similares: Jevons, Lowe, Scrope[14]. De acuerdo con Marshall, los contratos de compraventa y los préstamos no se fijarían en libras esterlinas en la Gran Bretaña, sino en “unidades” de esa canasta. Con ello “el prestamista sabría que cualesquiera que fueran las variaciones de que sufriese el valor del dinero, recibiría cuando la deuda se salde la misma cantidad de riqueza real.”[15] “El prestatario no experimentaría en algunos momentos la impaciencia de iniciar negocios aventurados con objeto de aprovechar una posible alza general de precios, y en otros momentos no temerá pedir prestado para emprender negocios legítimos por miedo a fracasar ante cualquier probable baja general de precios.[16]

Es claro que los problemas capitalistas señalados por Alfred Marshall en el siglo XIX serán los del siglo XXI, al menos durante algunos años. El gobierno mexicano aplicó, aunque limitándolas a los préstamos, las unidades marshallianas llamándolas unidades de inversión (UDI),[17] cuyo valor cambiaría con el Índice de Precios al Consumidor sin que con ello se resolvieran los problemas de la economía mexicana.

El gobierno argentino implantó un consejo monetario para preservar el valor de los capitales dinerarios manteniendo la paridad peso-dólar. El “éxito” de estas medidas se refleja en la gravedad de las crisis: la mexicana de 1994-1995 ha sido la más grave desde la de 1929 y la argentina de 1999 superó la de 1929. Durante los años noventa, inversionistas de todo el mundo se volcaron sobre los bonos y las acciones estadounidenses para conservar el valor de sus capitales. Merced a ello en Wall Street los precios de las acciones subieron hasta alcanzar niveles semejantes a los de antes de la crisis de 1929: la razón, el precio rendimiento de las acciones que componen el índice Standar & Poors ha superado el valor de 40 cuando el promedio de los últimos 150 años es de 13.

Durante la crisis internacional iniciada en 1997 los precios de las materias primas cayeron como solía ocurrir en las crisis clásicas de sobreproducción[18]. Es decir, después de que la economía burguesa convenció a casi todo el mundo de que el principal villano era la inflación (se nos dice en tono lacrimoso que es un “impuesto” que afecta sobre todo a los más pobres), la deflación reaparece y amenaza la victoria del capitalismo sobre el “socialismo real”. Vemos pues que problemas conectados con la teoría del valor están entre los más importantes en nuestros días.

Los teóricos contemporáneos, a diferencia de Marshall o de Jevons, parecen estar interesados sólo en problemas abstractos. La moderna teoría neoclásica de los precios hace uso de la topología pero pudiera no pertenecer a la Tierra. En efecto, Debreu nos dice que su Teoría del Valor bien pudiera ser valedera independientemente de sus contenidos (Debreu, 1959). La mercancía patrón de Sraffa[19] (1965) es un vector propio útil para el goce intelectual pero inadecuado para preservar los valores de los capitales. Tanto los neoclásicos como los continuadores de Ricardo, como Sraffa, separan la teoría de los precios del problema de la conservación del valor y, en general, de todo problema práctico. La persistencia de los problemas señalados por Marshall en la realidad y el desapego de la teoría para enfrentarlos es un defecto del enfoque convencional. Si, como creía Marshall, el dinero mercancía durante el siglo XIX y parte del siglo XX propiciaba la especulación facilitando la inflación e impulsaba las quiebras cuando ocurría la baja generalizada de precios; ¿no es hoy todavía un problema básico de la teoría de los precios? Si hoy ya no es un problema del estándar de valor o si nunca lo fue ¿no nos lo deberían explicar los teóricos neoclásicos modernos? ¿Cómo desligar la teoría de los precios de los problemas de la desvalorización del capital?

Consecuencias del abandono de la teoría marxista del valor trabajo

Hoy, como en tiempos de Marx, hay anticapitalistas que no comparten la perspectiva del marxismo. También hay marxistas que consideran errónea la teoría del valor trabajo. Dos ejemplos.

Mandel[20] criticaba a Paul Sweezy y a Paul Baran en la década de los sesenta por sostener una explicación subconsumista de la crisis: la línea argumental desarrollada por Baran y Sweezy[21] es muy clara: a) El capitalismo monopolista impulsa las innovaciones que abaten costos en la misma o en una mayor medida que su antecesor inmediato: el capitalismo competitivo. b) Se podría considerar el capitalismo monopolista como “un sistema racional y progresivo […] si su propensión a la reducción de costos pudiera de alguna manera separarse de la determinación monopolista de los precios y se pudiera encontrar un camino para utilizar los frutos de la creciente productividad para beneficio de toda la sociedad.” Ello no ocurre, afirman Baran y Sweezy, porque el móvil de la reducción de costos es la elevación de las utilidades. Eso, junto con “la estructura monopolista de los mercados, capacita a las empresas [para] apropiarse de la parte del león de los frutos de la productividad creciente[22]. En el capitalismo monopolista habrá, según los autores estadounidenses, una elevación de las ganancias tanto absoluta como relativa (como parte del producto nacional). Dicho comportamiento, afirman Baran y Sweezy, tiene un carácter de ley; ello contravendría la ley marxista de la caída tendencial de la tasa de ganancia. La sustitución de esta última por la ley del excedente creciente obedece a un cambio estructural básico del capitalismo: el paso del capitalismo competitivo —donde regiría la ley de Marx— al capitalismo monopolista donde operaría la ley contraria. El argumento final es que el capitalismo monopolista es incapaz de absorber el excedente y eso ocasiona las crisis.

Esta importante conclusión se mantiene hasta hoy en la revista Monthly Review por uno de los principales seguidores de Baran y Seewzy, J. Bellamy Foster[23]; Mandel explicaba que el principal problema en el que se basaba la idea del excedente creciente era la carencia de la teoría del valor trabajo; por ello, concluían los autores, sólo la competencia capitalista limita las ganancias. De ahí se sigue que la creciente monopolización produciría ganancias crecientes. La ausencia de la teoría del valor trabajo ocasiona el trocamiento de la ley marxista de la caída tendencial de la tasa de ganancia en su contrario: la ley del excedente creciente. Los hechos dieron la razón a Mandel, la tasa de ganancia registró desde mediados de los sesenta una caída muy considerable que hizo declarar a un funcionario gubernamental estadounidense que ponía en peligro el sistema de la libre empresa[24].

El impresionante trabajo de Robert Brenner (1998) publicado recientemente es una visión crítica del capitalismo de los últimos 50 años. En dicho análisis aparece la caída de la tasa de ganancia como un elemento central. Análogamente al estudio de Baran y Sweezy, la competencia intercapitalista está detrás de los problemas. Sólo que ahora no es la falta de competencia, destacada por Baran y Sweezy, la que produciría un excedente creciente, sino que la caída de la ganancia motivada por la competencia excesiva es la causa de las dificultades. Murray Smith (1999), en un número de Historical Materialism, dedicado casi de manera íntegra a la crítica de este trabajo de Brenner, enfoca sus baterías con base en dos aspectos: la teoría del valor y la teoría de la crisis. Por ejemplo, Smith destaca que para Brenner la competencia excesiva hace imposible que las empresas vendan a precios suficientes para que la tasa de ganancia se mantuviera (Brenner,1998, 06). Smith y otros críticos de Brenner aluden directa o indirectamente a la cercanía de Brenner con Adam Smith en su explicación de la caída de la tasa de ganancia[25]. Recordemos que para Adam Smith la ganancia se abatía por la competencia. En casi 30 años dos explicaciones marxistas del comportamiento de la tasa de ganancia y de la crisis son contradictorias en apariencia, sin embargo tienen algo en común: no utilizan la teoría del valor. Baran y Sweezy pensaban que la teoría del valor sostiene la correspondencia entre valores y precios; además de que el mecanismo que establece tal correspondencia es la competencia capitalista.

El progreso técnico abate el valor de los productos y la competencia capitalista obligaba a las empresas innovadoras a bajar sus precios en consonancia. Al aumentar la concentración y centralizarse los capitales, la competencia capitalista disminuye y los precios dejan de seguir a los valores. El excedente en precio aumenta.

De hecho, Brenner sostiene la misma idea de Baran y Sweezy, lo que cambia es el comportamiento de la competencia, pues aumenta por lo menos para Estados Unidos. La tasa de ganancia cae porque las empresas de ese país no pueden fijar un margen suficiente sobre sus costos, y por ello los salarios reales y la participación de los salarios en el Producto Interno Bruto (PIB) aumentan. Dumenil y Levy[26] (1999b) asocian el planteamiento de Brenner con Kalecki y lo critican duramente. Guerrero (2000) considera que la teoría del mark-up es incorrecta y poco útil. Sin embargo, ésta parece corresponder a lo que hacen las compañías desde hace muchísimo tiempo: los precios deben elevar la rentabilidad de las empresas y cuando unas pocas controlan el mercado, el desarrollo tecnológico, así como a los gobiernos, nada parece impedir que fijen sus precios de manera que sea rentable su producción. Sólo la competencia real o potencial parece tener posibilidades de frenar la ganancia capitalista.

¿Por qué no se acepta la teoría marxista del valor?

Hay dos respuestas: una es porque resulta inaceptable para las clases dominantes, no sólo la teoría marxista del valor, sino todo el marxismo, que no ayuda a perpetuar  su dominación. Ello es particularmente claro con la teoría marxista del valor. Pero otra respuesta es porque es muy original y no está suficientemente desarrollada. Es una materia abstracta en gran medida y sólo para especialistas. Veamos estos dos puntos:

Las inconveniencias de la teoría del valor trabajo

La teoría del valor fue desarrollada originalmente por representantes de la burguesía ascendente del siglo XIX durante un periodo de lucha contra el feudalismo. Buscaba resolver los problemas prácticos de su ascenso al poder, pero resultó contraproducente para su hegemonía ideológica. Fue la teoría del valor trabajo la que fundamentó la propuesta de David Ricardo de abolir las restricciones a la libre importación de granos en la Inglaterra del siglo XIX. Pero esa misma versión de la teoría del valor trabajo propició las propuestas anticapitalistas de los socialistas ricardianos y del marxismo.

La burguesía reaccionó al repudiar a su hijo teórico y lo reconoció para darle todo su apoyo a la teoría de la utilidad marginal. Esto al mismo tiempo que desarrollaba la separación entre “ciencia” y “arte”.

Mark Blaug —a quien no puede acusarse de marxista— sintetiza la visión de la clase dominante hacia la teoría del valor trabajo en su versión clásica: “[…] mientras la teoría del valor trabajo mantuvo su vigencia en el pensamiento contemporáneo, la idea de que el beneficio constituye una apropiación de la plusvalía producida por el trabajo entraba fácilmente en la inteligencia. El crecimiento de la industria y el desarrollo de un proletariado con conciencia de clase era todo lo que se necesitaba para crear el argumento de que los trabajadores eran explotados[27].

Esta inconveniencia de la teoría del valor planteada por Ricardo suscitó un rechazo entre sus contemporáneos, y nada mejor para expresarlo que esta cita rescatada por Blaug:

Desde luego, la publicación de opiniones adoptadas precipitadamente sobre la base de una evidencia débil e imperfecta —opiniones que, al derribar, como ellas lo hacen, los principios fundamentales de simpatía y de común interés que mantienen unida a la sociedad—, no podrían menos de ser profundamente perjudiciales, aunque fueran verdaderas equivale a un crimen.[28]

Si la teoría ricardiana del valor suscitó rechazo ¿qué otra suerte podía esperar la superación marxista de ella? En la obra Galileo, de Bretch, los defensores de lo viejo dicen que predecir los eclipses con mayor precisión no sirve de nada si se atenta contra la gloria de dios. Poco tiene que ofrecer la teoría marxista para la mayor gloria del capital. Por tanto, una parte del rechazo a la teoría del valor es que el capital ha resultado vencedor en varias batallas ideológicas y ello ha debilitado uno de los cimientos del edificio marxista.

La segunda parte de la explicación: originalidad y falta de desarrollo

Ilustremos lo anterior con lo que dice Murray Smith sobre la teoría marxista del valor: nos dice que dicha teoría contiene dos proposiciones fundamentales: a) el trabajo vivo es la única fuente de nuevo valor que es la sustancia de los salarios y las ganancias; b) El valor total (tanto el “previamente existente” como el “nuevo”) existe como una magnitud definida en el nivel macro de una economía capitalista, esa magnitud limita las ganancias, los salarios y la capacidad de los capitalistas para vender a precios que les permitan márgenes razonables de ganancia[29].

Smith nos dice que en la verdad de las proposiciones anteriores descansa en gran medida la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia. Ellas permiten explicar por qué la creciente productividad se traduce en una disminución de la rentabilidad promedio. Destaca Smith que el vínculo entre productividad creciente y rentabilidad decreciente es contraintuitivo[30].

En el mejor de los casos, tratamientos como el de Smith resultan difíciles de entender. En menos de una página se habla de “sustancia”, un concepto comprensible para los filósofos especializados, y productividad, un concepto con varios significados económicos, desde el común del producto físico por trabajador hasta el de productividad del trabajo que suena marxista, pero pertenece al ámbito de la economía convencional. La supuesta vinculación entre teoría del valor y descenso de la tasa de ganancia que hace Smith omite hablar del punto más sólido de los críticos de Marx: la falta de justificación para la necesaria elevación de la composición orgánica del capital. ¿Por qué un aumento de productividad exige un crecimiento mayor del capital que del trabajo vivo? En principio, la productividad también abarata los medios de producción y ello haría disminuir la composición orgánica del capital. Si la explicación smithiana (Adam) de Brenner sobre la caída de la tasa de ganancia es errónea (acepto que lo es), eso no vuelve sólido el planteamiento marxista. La realidad le da sustento al planteamiento de Marx y Smith (Murray), pues han ocurrido tanto la disminución de la rentabilidad como, al mismo tiempo, el aumentó de la productividad (medida de todas las maneras posibles). Ello no es una argumentación indisputable mientras no entendamos por qué. La realidad vuelve plausible el argumento: la creciente productividad implica una disminución de la rentabilidad. Pero necesitamos una argumentación sólida que vaya desde la teoría del valor hasta la caída de la tasa de ganancia. Eso lo haremos al enfrentar a nuestros críticos no eludiéndolos.

Una vía para desarrollar la teoría marxista del valor

De la misma manera que el oxígeno no encuadra en la teoría del flogisto, sino que contribuye a su destrucción, la teoría marxista del valor no es primordialmente una teoría explicativa de los precios. Puede contribuir a su explicación de manera subsidiaria. Los críticos honestos deberían considerar, al menos como posibilidad, que la teoría marxista del valor no es la vuelta a una vieja solución (que antecedió a la “revolución marginalista” o a la obra de Sraffa), sino la propuesta y la solución, aunque incompleta, de nuevos problemas.

La cuestión que analizó Marx no encaja en una explicación de los precios: si Robinson Crusoe o una familia campesina primitiva se ven obligados a llevar una contabilidad del tiempo de trabajo para subsistir ¿cómo organiza el trabajo social la sociedad capitalista? En ambos casos, el hipotético Crusoe y el de la familia campesina de las sociedades premercantiles, la organización del trabajo exige que se contabilice el trabajo requerido para las distintas actividades. La familia campesina, que subsiste aún hoy en muchos países, debe distribuir el trabajo de adultos y niños entre las distintas actividades: la agricultura, el cuidado de la casa, la elaboración de alimentos, etcétera. Debe saber esto con mucho detalle: cuánto trabajo se destina a la preparación de la tierra, a la siembra, al riego si es el caso, a la cosecha. Ello lo conoce de manera aproximada cada familia. Si llueve más de la cuenta, pudiera ocurrir que el tiempo de trabajo destinado a la cosecha fuera poco. En tal caso o se contrata trabajo asalariado para la cosecha o se desperdicia parte del trabajo gastado. Los cálculos equivocados o la variabilidad del medio tienen un efecto visible sobre el nivel de vida, pudiendo significar la desaparición de la unidad familiar. Hay una división del trabajo dentro de la familia estructurada por género y por edades y una distribución del tiempo de trabajo, y de todo ello depende la reproducción de la unidad familiar.

Con el desarrollo de las sociedades clasistas precapitalistas y con la expansión de la fuerza productiva del trabajo se posibilita la división compleja del trabajo y la existencia de las sociedades mercantiles capitalistas. No desaparecen por eso las necesidades de distribuir el tiempo de trabajo ni de contabilizarlo, sino que las soluciones a esos problemas se hacen más complejas. La solución histórica a estas necesidades de todas las sociedades basadas en el trabajo es la división entre trabajo doméstico y trabajo capitalísticamente regulado. La división del trabajo por género y por edad se transforma: la mujer es la responsable del trabajo doméstico y, en menor medida, los hijos. El varón se encarga del trabajo regulado socialmente por las relaciones de valor. Esa división es importante y tiene consecuencias para el desarrollo humano: el trabajo doméstico no tiene mucho “valor” y ello profundiza el papel subordinado de la mujer. El trabajo socialmente regulado se efectúa por los desposeídos de sus medios de producción. La división clasista entre capitalistas y asalariados no impide que sea imprescindible conocer cuánto trabajo social cuesta producir cada cosa. Sólo así podrá distribuirse el trabajo social, sólo así podrá establecerse una oferta de producción viable. ¿Cómo pueden resolverse problemas semejantes, pero mucho más complejos, a los de las sociedades precapitalistas si obviamente no hay una contabilidad expresa del tiempo de trabajo? ¿Qué relación hay entre la necesidad de regular el trabajo social y el mercado capitalista regulado por precios? ¿Qué efectos tienen la división clasista del capitalismo y las formas de regulación del trabajo social sobre el desarrollo social?

Algunos esbozos de respuesta a las anteriores preguntas son: a) los precios miden el tiempo de trabajo y la contabilidad capitalista se aproxima a una contabilidad de manera que, por ejemplo, cuando un capitalista abate costos con una nueva tecnología generalmente ahorra trabajo social; b) La sociedad capitalista es una sociedad explotadora como sus ancestros sociales pero tiene una tendencia a expandir ilimitadamente la riqueza producida, podría ser una forma social de muy larga vida limitada por causas naturales (agotamiento de recursos); c) aun cuando desarrolla la fuerza productiva del trabajo, el capitalismo es una forma que conlleva límites que conducen o a su negación superadora o a un retroceso, el capitalismo tiene límites sociales.

Contrástese el enfoque esbozado arriba con afirmaciones como que el trabajo es la única sustancia del valor. Nuestra interpretación posibilita nuevos desarrollos; en cambio, la visión filosófica parece conducir a callejones sin salida o a campos infértiles.

Aun si nuestra propuesta fuera incorrecta, pretende señalar la necesidad de explicaciones más simples sobre los temas centrales del marxismo. Un criterio para saber que avanzamos debe ser el que muchos nuevos marxistas acepten como correctas partes centrales del marxismo sin que tengan que recorrer el mismo arduo camino que nosotros tomamos porque les ofrecimos mejores vías. Debemos sopesar constantemente la posibilidad de que algunos de nuestros simpatizantes no aceptan partes importantes de la teoría, no por causas ideológicas sino por falta de desarrollo de nuestra teoría. Si muchos simpatizantes del socialismo como Brenner o la escuela de Monthly Review no usan la teoría del valor, es la obligación de quienes pensamos que es correcta el reformularla hasta que podamos convencerlos.

Conclusión

El marxismo es una ciencia crítica cuyo horizonte intelectual es muy amplio. Sus dos tareas centrales son la crítica del capitalismo y la propuesta de la sociedad comunista que la supere. Como todo pensamiento vivo debe mejorarse constantemente y para ello debe responder a sus críticos, no ignorarlos. En ocasiones los críticos del marxismo señalan como problemas marxistas cuestiones que sólo tienen cabal significado dentro de la ciencia burguesa. Pero aun en este caso podemos identificar en sus críticas flancos débiles que necesitamos cubrir. Para desarrollar el marxismo tenemos que combatir en aquellos campos en donde se registra el mayor número de bajas. Las teorías del valor y de la crisis constituyen dos de estos flancos. Creo que los críticos no tienen razón pero nos exigen respuestas más contundentes que las que hemos dado hasta ahora.

Tenemos que combatir simultáneamente la crítica burguesa al marxismo y el dogmatismo esterilizante. En este combate debemos tener presentes los grandes problemas de nuestro tiempo como la precarización del trabajo. Si Marx le puede parecer actual a un banquero de Wall Street con mayor razón nos debe resultarlo a sus seguidores para los problemas que nos interesan. Aunque no podemos dejar de lado que las respuestas marxistas a muchos problemas es que éstos no tienen solución dentro del capitalismo. Aunque todos los funcionarios de Wall Street estuvieran interesados y conocieran marxismo no podrían aplicar sus conocimientos para hacer que el capitalismo funcionara sin crisis y sin sus enormes capacidades destructivas. Cuando apliquemos el análisis marxista a problemas como la precarización del trabajo, la pregunta no puede ser sólo ¿cómo eliminar dicha precarización?, sino que se trata de una característica de la fase del capitalismo actual que define su decadencia y que nos urge a la revolución comunista.

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NOTAS


[1] Citado en Hudis, P. Marx in the Mirror of Globalization, 5 de septiembre, 2000: http://Britannica.com.

[2] Steedman, I., Marx, Sraffa y el problema de la transformación, México, FCE, 1985, pp. 166.

[3] Roemer, J. E., “Introducción”, en Roemer , J. E. (comp.), El marxismo: una perspectiva analítica, México, FCE, 1989, pp. 8.

[4] MacEwan, A., “Why Are We Socialists and Marxists After All This”, The Socialist Register, 1990, pp. 311-327.

[5] Laibman, D., Value Technical Change and Crisis, Nueva York, M. E. Sharpe Inc., 1992, cap. 3.

[6] Howard, M. C. y King, J. E., A History of Marxian Economics, vol. II. 1929-1990, Londres, MacMillan, 1992, pp. 283. Howard y King reconocen que la contundente frase fue acuñada por Joan Robinson.

[7] Elster, J. J., Una introducción a Karl Marx, México, Siglo XXI Editores, 1991, pp. 66.

[8] Idem, pp. 63.

[9] Elster afirma que la teoría del valor trabajo supone que los precios son proporcionales al trabajo incorporado, para ello dicha teoría ignora cuestiones como la desigualdad en la proporción del valor de los medios de producción empleados en industrias distintas, diferencias en la calificación de los trabajos empleados; etcétera. “Al introducir todas estas complicaciones en nuestro relato la teoría del valor trabajo se hace difícil de defender o hasta de formular coherentemente.” (Elster, op. cit., pp. 67). Esta crítica apareció ya en el trabajo de Böhm-Bawerk, “La conclusión del sistema de Marx”, en Economía burguesa, economía socialista, Sweezy, P. (editor de Cuadernos de Pasado y Presente 49, Córdoba Argentina, pp. 29-127.

[10] Walras señala claramente que la teoría económica no tiene qué ver con el incremento de los ingresos de las personas o el gobierno (en clara alusión a los propósitos de la Economía Política preconizados por Smith), sino sólo con la búsqueda de “verdades científi cas puras” ( Walras, L. Elements of Pure Economics, Augustus M. Kelly Pub., EU, 1977, pp. 52). Esta idea es una constante del pensamiento convencional, véase por ejemplo la distinción presente en muchos manuales económicos modernos entre “ciencia positiva” y “ciencia normativa”.

[11] Smith, A., op. cit. p. 34.

[12] Carta de Ricardo a Say del 18-VIII-1815, en Ricardo, D. Obras y Correspondencia, vol. III, FCE, México 1963, pp. 163-164.

[13] Marshall, A., “Remedios para las fluctuaciones de los precios”, en Obras escogidas, FCE, México, 1978, pp. 39.

[14] Idem, pp. 43.

[15] Idem, 44.

[16] Idem.

[17] Las UDI son exactamente las unidades marshallianas, pues son unidades monetarias de cuenta cuya equivalencia en pesos mexicanos la determina la inflación. Después de la crisis de 1994-1995 los bancos obligaban a sus deudores a firmar nuevos contratos de sus deudas en UDI.

[18] En marzo de 1999 el índice de precios para todas las materias primas básicas del Fondo Monetario Internacional (FMI) era 75.2 con base 1990 = 100. Datos tomados del sitio web del FMI: http://www.imf.org/external/np/res/commod/index.htm, el 27/IV/1999.

[19] En Producción de mercancías por medio de mercancías, P. Sraffa define una mercancía patrón que es un vector propio de la matriz de coeficientes técnicos que sirve para comprender los movimientos de precios sin considerar el cambio técnico. Sraffa, P., Producción de mercancías por medio de mercancías, Barcelona, Ed Oikos-Tau, 1965.

[20] Mandel, E., “La teoría del valor y el capitalismo monopolista”, en Ensayos sobre el neocapitalismo,México, Era, 1971, pp. 36-51.

[21] Baran, P. y Sweezy, P., El capital monopolista, México, Siglo XXI Editores, 1976, pp. 61.

[22] Idem.

[23] Foster, J. B., “Monopoly capital at the turn of the millennium”, Monthly Review, vol. 51, abril de 2000, pp. 1-18.

[24] Llebling, H., US Corporate Profi tability and Capital Formation (Are Rates of Return Suffi cient), Pergamon Press, EU, 1980. Véase también este tema discutido en numerosos trabajos, por ejemplo: Gigliani, G. Gigliani, G., “La globalización y la fragmentación social”, Herramienta primavera-verano 1997, pp 139-146. También Dumenil, G y Levy, D. Dumenil, G y Levy, D., “The Profi t Rate:Where and How Much Did it Fall ? Did it Recover? (USA 1948-1997)”, versión 28/XII/1999, CEPREMAP, Paris: http ://www.cepremap.cnrs.fr/levy/.

[25] Veáse Bonefeld, W., “Notes on Competition, Capitalist Crisis and Class”, Historical Materialism, núm. 5, invierno de 1999, pp. 5-28. Callinicos, A. “Capitalism, on Competition and Profi ts: A Critique of Robert Brenner Theory of Crisis”, Historical Materialism, núm. 4, verano de 1999, pp. 9-32.

[26] Duménil, G. y Lévy, D., “Brenner on Distribution”, Historical Materialism, núm. 4, verano de 1999, pp. 73-94.

[27] Blaug, M., Teoría económica de Ricardo, España, Ayuso, s. f., pp. 248.

[28] Scrope, G. P., en Quaterly Review, 1831, cit. por Blaug, op. cit., p. 249, resaltado nuestro.

[29] Smith, M., “The Necessity of Value Theory: Brenner’s Analysis of the ‘Long Downturn’ and Marx’s Theory of Crisis”, Historical Materialism, núm. 4, verano de 1999, pp. 149-169.

[30] Idem, pp. 157.

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