Mercancía y valor-trabajo: Guía de lectura de Marx (I)

Amigas y amigos el verano ya asoma, el modelo de construcción europea realmente existente se resquebraja; pero por fin llegó la Eurocopa y con ella «la roja». Se acabaron nuestros males (temporalmente), el exorcismo del balón vuelve a funcionar y a congregar a más de trece millones de televidentes. Oé, oé, oé. Lástima que al día siguiente, la prima de riesgo recobra el protagonismo y las agencias de rating, en un remake manido, vuelvan a contarnos la película de la degradación del bono español al nivel quasi basura. Y mientras tanto, el rescate que no fue rescate no acaba de concretarse, acrecentando el pábulo y contribuyendo al despelote de los mercados. Consideración aparte merece lo de Grecia. Jamás pudimos imaginar que se llegaría a un nivel tal de chantaje a un pueblo, a un nivel de desprecio por sus normas e instituciones que rigen la vida del país, a tal nivel de degradación de una democracia de por sí demediada. Tal vez si viveramos otros tiempos volveríamos a escuchar ruidos de sables y espadones. Esperamos que Syriza obtenga una mayoría suficiente para poder gobernar y suponga el comienzo de un nuevo modelo de democracia y no sucumba a la sobada «responsabilidad de gobierno» para ceder, acomodarse y convertirse en el nuevo PASOK.

El verano tembién es propicio para el estudio y la reflexión, o al menos a esa conclusión podemos llegar a tenor de la profusión de escuelas de verano, campus, curso de especialización…etc. organizados por todos los partidos, universidades y asociaciones de todo el país (o al menos así era hasta la llegada de «miss  crise»). Marx desde cero no quiere ser menos y cual UIMP pero sin Escorial también queremos plantear nuestra actividad (sería demasiado presuntuoso llamarlo escuela) estival. Retomando nuestro formato de taller, guía de lectura, monográfico o lo que sea, queremos plantearos -a través de diferentes entregas- retormar el estudio de nuestro barbas favorito y en concreto un aspecto básico de su fundamentación teórica: la mercancía y el valor-trabajo. Para esta empresa que nos hemos marcado contaremos con el trabajo de Reinaldo A. Carcanholo, profesor universitario brasileño y activo militante de izquierdas. Tomen asiento, ajusten sus cinturones porque esto va a empezar.

Antonio Olivé

Mercancía y valor-trabajo: Guía de lectura de Marx (I)

Reinaldo A. Carcanholo

 

 

I. INTRODUCCIÓN

En la misma esencia del dinero se siente algo de la

esencia de la prostitución.

G. Simmel

Si el dinero, según Augier, nace con manchas naturales

de sangre en una de sus caras, el capital viene al mundo

chorreando sangre y suciedad por todos los poros,

desde la cabeza a los pies.

K. Marx

 1. INTRODUCCIÓN

1. En verdad, la teoría del valor no es una teoría por construirse. Ella se encuentra mucho más desarrollada de lo que en general se cree y se sostiene. Es sorprendente el número tan reducido de aspectos de ella que no fueron descubiertos y expuestos en El Capital.

Ella es mucho más amplia de lo que tiende a pensar. En primer lugar, no se trata de una teoría que se preocupe simplemente con los factores que determinan los precios relativos o el nivel de los precios en el mercado. No es eso. Sus objetivos son mucho más amplios y complejos y su punto de partida es la comprensión teórica sobre la naturaleza de la riqueza capitalista.

En segundo lugar, ella no se limita a lo que se encuentra expuesto en el primer capítulo de El Capital, aunque sumándose aquellos dedicados al problema de la transformación de los valores en precios de producción. Las categorías de capital e plusvalía, capital industrial, capital ficticio, por ejemplo, son aspectos fundamentales de la mencionada teoría del valor, sin los que ella no estaría completada y sería incomprensible. En verdad, tales categorías no son sino formas desarrolladas del valor y, por lo tanto, los capítulos y secciones de El Capital dedicadas a ellas son indispensables para la referida teoría; ellas aparecen discutidas y desarrolladas a lo largo de todo el mencionado libro, en sus diferentes tomos. Capital, por ejemplo, es el mismo valor en su fase avanzada de desarrollo. Así, podríamos decir, sin exageraciones, que la exposición de la teoría marxista del valor se encuentra dispuesta en el conjunto de la obra económica de Marx y, en particular, en su libro mayor: El Capital.

2. Tal vez todo eso sea una de las razones para que, desde siempre y hasta los días de hoy, haya existido exagerada incomprensión sobre la teoría de Marx sobre la sociedad capitalista, incluso entre muchos de los que se consideran iniciados en el tema. Podemos mostrar que eso se debe a que muchos tratan de encontrar en su teoría del valor, de manera inmediata, respuesta a preguntas no pertinentes o, al menos, mal formuladas. No es fácil convivir con las aberraciones que se encuentran en la casi totalidad de las interpretaciones sobre dicha teoría.

3. Nuestro objetivo aquí, en este trabajo, es indicar un camino para el inicio del estudio sobre los aspectos básicos de la teoría marxista del valor, específicamente sobre aquellos aspectos que aparecen desarrollados en el primer capítulo de El Capital. Para tanto seremos obligados a presentar nuestra interpretación sobre el tema.

4. Desde un primer momento debemos advertir una importante característica de El Capital. No vamos a encontrar allí la exposición de los resultados acabados de una investigación previa; algo así como un resumen de las conclusiones. De cierta manera lo que allí se expone es el camino mismo de la investigación, los pasos metodológicos necesarios para ir descubriendo progresivamente cada nueva categoría. Veremos que, al leer atenta y ordenadamente cada uno de sus sucesivos párrafos, estaremos siendo conducidos de la mano por el autor. El nos llevará de la observación sistemática y metódica de la realidad, al descubrimiento de las categorías; de éstas y de una nueva observación de lo real, él nos guiará en el descubrimiento de nuevas categorías. Empezaremos luego a sentirnos como los verdaderos descubridores de las mismas.

Aceptemos la invitación del autor, démosle nuestra mano; caminemos bajo su conducción durante algún tiempo, en pasos más simples o más difíciles. No tardará mucho y nos daremos cuenta de que en algunos pasos ya no necesitaremos su mano; podremos caminar solos.

5. Sin embargo, porque estamos acostumbrados a exposiciones sobre resultados acabados, sobre conclusiones, inicialmente no entendemos la invitación del autor. Entendemos sus palabras como afirmaciones conclusivas.

Nuestra intención en los próximos párrafos es, respecto exclusivamente al primer capítulo, demostrar al lector que el autor de El Capital efectivamente ha cursado la referida invitación y, al mismo tiempo, dar los pasos más importantes allí explicitados, aceptando las dos manos de Marx. Sólo cuando nos sintamos absolutamente seguros, y cuando sea indispensable, nos atreveremos a dar unos pasos sin ayuda; en ese momento estaremos invitando al lector a que nos acompañe.

6. Antes de entrar directamente en el tema, es indispensable una observación. En verdad, la exposición de El Capital no expresa de manera completa la investigación. Esta tiene caminos tortuosos, hay momentos de éxitos y también de fracasos; a veces las preguntas formuladas son correctas, otras veces hay que empezar de nuevo; una tarea específica diseñada puede resultar productiva o debe ser abandonada a medio terminar. La investigación, por mejor proyectada que sea, no transcurre por una línea recta, de la manera que se podía haber pensado inicialmente; en otras palabras, ella no es un proceso que pueda ser totalmente planificado a priori.

Es cierto que en El Capital se encontrará la exposición del proceso de investigación científica, pero no del proceso real, tal como efectivamente se da. El proceso de investigación que allí se explicita es ideal, en el sentido de que se abstrae de él los errores, los fracasos, las tareas realizadas pero improductivas; allí, el proceso aparece como transcurriendo en una línea recta previamente trazada. Las categorías van siendo descubiertas una después de las otras; no hay lugar para la intuición, para la imaginación y la creación. Quien se haya dedicado a alguna verdadera investigación científica sabrá que aquél proceso descrito como lineal no es más que una caricatura. Sin embargo, el procedimiento expositivo usado por Marx es adecuado: a los nuevos investigadores, sólo es necesario comunicar la investigación realizada en sus aspectos productivos y no sus caminos equivocados. Así, a posteriori, es posible y correcto exponerla como si hubiera transcurrido por una línea recta, sin desviaciones.

II. MERCANCIA: VALOR DE USO Y VALOR DE CAMBIO

7. Aceptemos el objeto de estudio señalado por el autor en El Capital: la riqueza capitalista, es decir, la riqueza en la época de dominio de El Capital. Nuestro problema es identificar la naturaleza de esa riqueza, en otras palabras, nuestra pregunta es:

¿Qué es la riqueza en la época capitalista?

8. Nos diría el autor que, para contestar esa pregunta, no tenemos otro instrumento científico que la observación de la realidad

«La riqueza de las sociedades en que impera el régimen capitalista de producción se nos aparece como un inmenso arsenal de mercancías . . .»[i]

En otras palabras, observamos que la riqueza capitalista es «un inmenso arsenal de mercancías», se nos aparece, se nos presenta como «un inmenso arsenal de mercancías». No se trata de una definición[ii]  del tipo: riqueza capitalista es mercancía. Se trata de una simple constatación, a partir de una simple observación de la realidad.

Sería posible, aquí, afirmar que riqueza es dinero, al contrario de decir que es mercancía. Sin embargo, ese simple y sucio trozo de papel (aunque muy complejo y misterioso del punto de vista teórico), constituido por el dinero, solamente puede ser considerado riqueza por ser capaz de comprar mercancías; cualquier mercancía.

9. Si queremos conocer la riqueza capitalista y si miramos la sociedad donde impera ese régimen de producción, veremos que esa riqueza está formada por mercancías; por eso, no tenemos otra cosa que hacer que observar [iii] la mercancía más de cerca. Eso es lo que implícitamente dice nuestro autor.

10. Si observamos la mercancía, nos damos cuenta de que ella presenta dos características, tiene dos aspectos inmediatamente observables. Ella es «en primer término, un objeto externo, una cosa apta para satisfacer necesidades humanas, de cualquier clase que ellas sean» (Marx, p. 3). En segundo lugar, ella es un objeto capaz de intercambiarse con otros objetos, con otras mercancías; ella es capaz de comprar otras mercancías.

11. Esas dos características de la mercancía no son producto de la imaginación del autor de El Capital; ellas son fácilmente observables por cualquiera de nosotros. Marx lo que hizo fue dar

nombres a esas características, crear términos relativos a esos aspectos. La mercancía es un valor de uso por su capacidad de satisfacer necesidades; es un valor de cambio (o tiene valor de cambio) por su capacidad de comprar sus similares.

Así, podemos decir en este momento que la mercancía es valor de uso y es valor de cambio; es la unidad de esos dos aspectos.

 

12. Nuestra investigación no tiene otro camino a seguir que observar más de cerca los dos aspectos de la mercancía. No analizaremos aquí el valor de uso porque no nos interesa en este momento. Corremos el riesgo, sin embargo, de que se llegue a creer que ese aspecto de la mercancía tiene un papel secundario en la teoría de Marx, cosa que es evidentemente incorrecta. La verdad es que destacar su importancia implicaría demasiado espacio, más de lo que podríamos disponer en este ensayo[iv].

Analicemos el valor de cambio.

III. DEL VALOR DE CAMBIO AL VALOR

13. ¿Qué es valor de cambio de una mercancía? El valor de cambio es «la relación cuantitativa, la proporción en que se cambian valores de uso de una clase por valores de uso de otra…”5 (Marx, p. 4).

Eso significa que, de cierta manera, una mercancía no tiene un valor cambio, tiene valores de cambio. ¿Cuántos?

Por ejemplo:

1 Kg. de trigo                     = 5 Kg. de maíz

= 0,5 Kg. de carne

= 2 litros de leche

= 6 Kg. de yuca

= 3 Kg. de frijoles

etc.

Podríamos decir que la mercancía trigo tiene tantos valores de cambio cuantas mercancías diferentes de ella existan en el mercado y puedan, por tanto, intercambiarse con ella.

14. Ahora bien, tomemos un particular valor de cambio de una mercancía cualquiera. Esa proporción o relación cuantitativa, que es el valor de cambio, «varía constantemente con los lugares, y los tiempos.» (Marx, p. 4)

En otras palabras, si observamos, en el mercado, el valor de cambio de una mercancía con otra cualquiera, veremos que esa proporción no permanece invariable; se modifica en el tiempo. Por otra, parte, si en el mismo momento observamos diferentes mercados, distante uno de los otros, veremos distintos valores de cambio de una mercancía respecto a otra determinada.

15. Esa variabilidad respecto al tiempo y al espacio parece indicar que el valor de cambio tiene la casualidad como una de sus características.

16. Por otro lado, el valor de cambio de una mercancía como proporción que es, varía según sea la otra mercancía con la que se intercambia la primera.

17. La variabilidad del valor de cambio de una mercancía según sea la otra mercancía con la que se intercambia la primera determina en aquél la característica de relatividad. El valor de cambio es una característica relativa a ambas mercancías que participan de una relación de intercambio.

18. Así, la observación sistemática del mercado permite, a nuestro autor, descubrir dos características inmediatamente observables del valor de cambio: su variabilidad y su relatividad. La variabilidad, característica fácilmente visible, obliga que Marx manifieste la sospecha sobre la posibilidad de que el valor de cambio sea casual. La variabilidad sugiere, así, la posibilidad de la casualidad.

«Parece, pues, como si el valor de cambio fuese algo puramente casual y relativo, como si, por tanto, fuese una contradictio in adjecto (un contrasentido).la existencia de un valor de cambio interno, inmanente a la mercancía (valeur intriséque).» (Marx, p. 4)

En otros términos, parece un contrasentido pensar la existencia de un valor no interior mismo de la mercancía.

19. Entonces, la conclusión de nuestro autor es la siguiente: a) si es cierto que el valor de cambio es relativo, y si él tuviera una explicación científica, ella no se encontraría en la mercancía («inmanente» a ella) cuyo valor de cambio preguntamos; la explicación se encontraría en ambas mercancías en conjunto, en la que está a la izquierda y en la que está a la derecha de la igualdad; b) sin embargo, si el valor de cambio fuera puramente casual (párrafo 18), no tendría ningún sentido buscar una explicación científica para él; las cosas casuales no tienen explicación científica, excepto a través de la ley de las probabilidades, que no es lo que, en verdad, lo que interesa aquí.

20. Sin embargo, ese aparente contrasentido de buscar una explicación para el valor de cambio y, además, de buscarla en la misma mercancía y no en su relación con otra, no hace que nuestro autor renuncie a buscar una teoría del valor. Veremos que la conclusión de que no tiene sentido buscar la explicación del valor de cambio, es decir, buscar el valor, es resultado exclusivo de la observación inmediata, preliminar de la realidad, de la superficie de los fenómenos reales.

21. No existe otra manera de superar esa conclusión preliminar — de superar el nivel aparencial — que la misma observación de los fenómenos. Es por eso que nuestro autor señala: (parece) «un contrasentido la existencia de ‘un valor de cambio interno, inmanente a la mercancía (valeur intrinséque). Pero, observemos la cosa más cerca. » (Marx, p. 4)

22. Observemos, entonces, la cosa más de cerca. La aparente casualidad del valor de cambio era consecuencia del hecho de su variabilidad en el tiempo y en el espacio. Eliminemos el cambio en el tiempo y en el espacio; si encontráramos así alguna regla sistemática a la que atienda el valor de cambio, entonces podremos concluir que, en verdad, no es casual y que, por tanto, puede y debe encontrarse una explicación científica causal para él.

En verdad, encontrada una única regularidad en un fenómeno que suponemos ser casual, la casualidad debe ser abandonada. Basta considerar el ejemplo de los sorteos de lotería. Si en la observación de sus resultados sucesivos encontramos una única regularidad que permanezca por tiempo más o menos prolongado, en algún momento llegaremos a la conclusión de que algo está interfiriendo de manera deliberada; no puede ser casual. Por eso, procuraremos una regularidad en el valor de cambio; una única regularidad que sea.

23. Como dijimos, eliminemos las variaciones de tiempo y de espacio. Observemos de nuevo el mercado y supongamos encontramos allí que:

1 Kg. de trigo                                    = 5 Kg. de maíz

= 0,5 Kg. de carne

= 2 litros de leche

= 6 Kg. de yuca

= 3 Kg. de frijoles

etc.

Preguntémonos ahora cuál sería el valor de cambio de 2 litros de leche en términos de yuca, en el mismo lugar y en el mismo momento anterior. No hay que buscar mucho esa respuesta, pues el mismo mercado nos indica:

2 litros de leche                               = 6 Kg. de yuca

Y si quisiéramos saber el valor de cambio de esa cantidad de leche en términos de todas las demás mercancías, la respuesta inmediata sería:

2 litros de leche                               = 6 Kg. de yuca

= 5 Kg. de maíz

= 0,5 Kg. de carne

= 3 Kg. de frijoles

= etc.[v]

24. ¿Qué significa lo anterior?

Dados los valores de cambio del trigo, los valores de cambio de la leche no es casual, están determinados.

Por otro lado, si hubiéramos partido del valor de cambio de la leche, el valor de cambio del trigo no  podría ser cualquiera; estaría determinado y, por tanto, no es casual. La casualidad como característica del valor de cambio, era exclusivamente de la apariencia. Debemos entonces buscar la explicación del valor de cambio.

25. Tomemos otra vez las diferentes expresiones del valor de cambio de 1 Kg. de trigo:

5 Kg. de maíz,

0,5 Kg. de carne,

2 litros de leche,

6 Kg. de yuca,

3 Kg. de frijoles.

Podemos ver que todas esas cantidades de diferentes mercancías son intercambiables entre sí, en el mismo mercado y en el mismo momento señalado anteriormente, exactamente en el volumen ahí indicado. Eso significa que son, en el mercado, todas iguales entre sí. Todos los diferentes valor de cambio de la mercancía trigo son iguales entre sí, y quien afirma eso es el propio mercado.

Eso constituye una regularidad. Es verdad que eso ocurre en un mercado y en un determinado instante, es decir, una vez eliminadas las variaciones de espacio y tiempo, como habíamos dicho. Pero también es verdad que eso es un hecho en el interior de cualquier mercado y en cualquier momento. Se trata de una regularidad que siempre ocurre y, por lo tanto, podemos descartar la idea de la casualidad.

26. Ahora bien, en las expresiones de cambio de 1 Kg. de trigo, expuestas antes, ¿qué hacen todas esas cosas iguales entre sí, del lado derecho de la igualdad?

En otras palabras, ¿qué es lo que ha obligado que todas esas cantidades de diferentes mercancías sean iguales? Ese resultado no es casual, es necesario.

Ese algo que obliga la igualdad de todas ellas es una propiedad de la mercancía trigo. No puede ser otra cosa. A esa propiedad inmanente al trigo, descubierta a través de la observación sistemática, nuestro autor llama valor[vi].

27. Resumamos todas las consideraciones anteriores con palabras de nuestro autor:

“Una determinada mercancía, un quarter de trigo por ejemplo, se cambia en las más diversas proporciones por otras mercancías v. gr.: por x betún, por y seda, por z oro, etc. Pero, como x betún, y seda, z oro, etc., representan el valor de cambio de un quarter de trigo, x betún, y seda, z oro, etc., tienen que ser necesariamente valores de cambio permutables los unos por los otros o iguales entre si. De donde se sigue: primero, que los diversos valores de cambio de la misma mercancía expresan todos ellos algo igual; segundo, que el valor de cambio no es ni puede ser más que la expresión de un contenido diferenciable de él, su ´forma de manifestarse´.” (Marx, p. 4)

28. Entonces, el valor de cambio de una mercancía es expresión de un contenido de (algo inmanente a) la mercancía. Es la forma de manifestación de una sustancia que difiere de él y que se encuentra en el seno de la mercancía. Ese contenido distinto del valor de cambio, esa sustancia tiene un nombre dado por Marx: valor[vii].

29. Hagamos una breve pausa en este momento, mirando hacia atrás el proceso metodológico utilizado para llegara a los resultados encontrados. Hemos destacado que el punto de partida de nuestro autor es siempre la realidad misma y no su propia imaginación, su pensamiento; su método de investigación es la observación sistemática de esa realidad.

Por suerte hay referencia del mismo autor sobre la cuestión:

“… yo no arranco nunca de los ´conceptos´, ni por lo tanto del ´concepto del valor´ … Yo parto de la forma social más simple en el que toma cuerpo el producto del trabajo de la sociedad actual, que es la ´mercancía´. Analizo ésta, y lo hago fijándome ante todo en la forma bajo la cual se presenta. Y descubro que la ´mercancía´ es, de una parte, en su forma material, un objeto útil o, dicho en otros términos, un valor de uso, y de otra parte, encarnación del valor de cambio y, desde este punto de vista, ´valor de cambio´ ella misma. Sigo analizando el ´valor de cambio´ y encuentro que éste no es más que una ´forma de manifestarse´, un modo especial de aparecer el valor contenido en la mercancía, en vista de lo cual procedo al análisis de este último.”[viii]


[i]  Marx, K. El Capital . Crítica de la Economía Política. México: FCE, 1966. Tomo I, p. 3. (Todas las próximas citas, excepto cuando explícito, se refieren al mismo autor, obra y tomo. Por eso, sólo indicaremos, después de cada una de ellas, el nombre del autor y el número de la página).

[ii] En la teoría de Marx, al contrario de lo que estamos acostumbrados, no existen definiciones. No podemos aceptar definiciones acabadas. El método marxista trata de los fenómenos sociales como procesos en transformación, movidos por una dinámica que resulta de sus contradicciones internas y que no pueden ser captadas por definiciones. Estas solo pueden capturar lo estático. Más que eso, las realidades se resumen a los propios movimientos; ellos son pasibles de descripción y de comprensión, pero nunca de definición. Los movimientos implican siempre metamorfosis. La realidad es el propio movimiento, aquella inexiste fuera de este (este asunto fue tratado originariamente en: Carcanholo, R. A. e Nakatani, P. O capital especulativo parasitário: una precisão teórica sobre o capital financeiro, característico da globalização. Ensaios FEE, v. 20, nº 1, pp. 264- 304. Porto Alegre, junio de 1999). 

[iii] La observación de la realidad es el primer paso del método científico de la dialéctica materialista característica del pensamiento de Marx.

[iv] Dejemos constancia, sin embargo, que, si la teoría de Marx es entendida adecuadamente, en toda su profundidad, su concepto de utilidad muy poco tiene a ver con el mismo concepto neoclásico. Mientras para los autores de esa corriente de pensamiento la utilidad se limita a ser una relación subjetiva entre el individuo y el objeto, en la teoría marxista esa relación subjetiva debe ser entendida como puramente aparencial. El estudio adecuado de los esquemas de la reproducción (tomo II de El Capital) permite entender que la utilidad, en su esencia, se refiere a las necesidades dEl Capital y no de cada individuo, pues el sujeto social, en El Capitalismo, sufre una inversión (el ser humano es sustituido por El Capital, en el papel de sujeto económico y social). Por eso, la utilidad para los neoclásicos esta muy lejos de la utilidad para Marx. Y eso es natural que ocurra, pues estamos frente a dos teorías: la primera con una perspectiva unidimensional de la realidad y la otra con una visión dialéctica. Debe ser destacado el hecho de que, para Marx, la afirmación de que la utilidad sea una relación subjetiva individuo/objeto no constituye error o engaño; ella es correcta, pero insuficiente, pues la apariencia es sólo una de las dos verdaderas dimensiones de lo real. El error ocurriría si pensáramos que la utilidad es solamente eso; que posee sólo esa dimensión; el engaño está constituido por la creencia en la unidimensionalidad del real. Para mayores informaciones sobre la importancia del valor de uso en la teoría económica de Marx, cf. Rosdolsky (1978 – capítulo 3) y Marx (1966), pp. 719-720.

[v] Este razonamiento podría ser víctima de una crítica con base en el hecho de la existencia de una ganancia del intermediario. Para evitar mayores discusiones, basta indicar que lo que nos interesa aquí es solamente llegar a la conclusión de que los distintos valores de cambio de la mismo mercancía son todos iguales entre si y que esa igualdad es determinada por el mismo mercado. Para demostrar eso tal vez fuese suficiente argumentar que, con las cantidades especificadas de las diferentes mercancías, cualquier poseedor podría adquirir siempre la misma cantidad de la mercancía trigo, es decir, de aquella cuyo valor de cambio estamos estudiando.

[vi] Algo similar ocurre con el magnetismo. Un imán atrae otros objetos de hierro debido a su propiedad interior llamada magnetismo. De manera similar (en ese aspecto), el valor es una propiedad inmanente a las mercancías que no puede ser observada directamente. Sólo sabemos de su existencia debido a sus manifestaciones: los valores de cambio. Podemos mirar un imán por todos sus lados, jamás sabremos de la existencia de su imantación no fuera por sus manifestaciones: la atracción de otros objetos de hierro. De la misma manera como la imantación transforma un objeto de hierro en imán, en un objeto que era más o menos misterioso antiguamente, el valor transforma los valores de uso productos del trabajo humano en mercancías, objetos total y absolutamente misteriosos hasta hoy. Tal vez más hoy que ayer.

[vii] Considerar iguales el valor de cambio y el valor, lo que es lo mismo que confundir valor y precio de mercado, es un error absolutamente primario; es el error de identificar esencia y apariencia, Lo que es mas sorprendente es la frecuencia con la que podemos nos encontrar con él. Más adelante podremos ver que el propio Marx tiene algo de culpa al inducir sus lectores menos atentos a ese engaño; y no fue intencional (véase el párrafo 51 más adelante). Lo que es innegable es que, en muchos pasajes de El Capital no queda la menor duda de que se trata de conceptos diferentes, aunque relacionado.

[viii] Marx, C. Glosas Marginales al Tratado de Economía Política de Adolfo Wagner, en El Capital, pp. 717 y 718.

 

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