Rosa Luxemburgo y el capitalismo contemporáneo

Saludos buenas gentes. Antes de que os sumerjáis en las procesiones u os rasquéis la tripa en la playa vamos con una nueva lectura. Va sobre alguien que nos conmueve, bien por la férrea defensa de sus ideales y de su clase hasta la muerte, bien por ser mujer y marxista en un mundo de hombres y burgueses. Polémica, ocultada hasta la práctica por sus camaradas, tal vez equivocada, indudablemente marxista y revolucionaria. Rosa Luxemburgo.

El trabajo de Gregory A. Albo nos aproxima a una de las obras más importantes, más criticada y vapuleada de Rosa, La acumulación del capital y pasa revista al debate sobre aspectos económicos entre los marxistas economistas y su bebate crítico con la obra de Luxemburgo. Cuando puedan y gusten…

Salud y revolución. Olivé

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ROSA LUXEMBURGO Y EL CAPITALISMO CONTEMPORÁNEO

Gregory A. Albo

Rosa Luxemburgo (1871–1919) ocupa un lugar inusual en las tradiciones de Occidente, y de hecho, de la izquierda global; siendo colocada variadamente en el desdén, en el silencio o en la veneración. Ésta es una respuesta, en primera estancia, a sus poderosas intervenciones políticas y a su incesante invocación de la revolución para romper el candado que el capitalismo ejerce sobre la democracia y el desarrollo. Pero también, esto es un reflejo de la reacción que recibió, y aún recibe, su principal escrito económico La acumulación del capital (1913), publicado hace más de cien años atrás y de la abjuración que aún recibe de los científicos sociales y militantes del presente.

Para la socialdemocracia moderna ha sido casi imposible abstenerse de juzgar a Luxemburgo con desdén: una insurgente desesperanzada e idealista, ingenua, a pesar de la necesidad de un realismo político. Su polémica obra maestra, Reforma o Revolución (1900) prevalece aún, incluso para los lectores actuales, como un despiadado ataque al revisionismo y, para los simpatizantes de la socialdemocracia moderna, como una trasgresión imperdonable. Para ellos, el determinismo político de dicha obra malinterpretó las evoluciones políticas del mismo modo en el que La acumulación del capital malinterpretó la dinámica cambiante de la misma acumulación.

A pesar de que los partidos comunistas oficiales, desde los Bolcheviques después de Lenin en adelante, la convirtieron en una heroína; los escritos tanto políticos como económicos de Luxemburgo fueron condenados al silencio. La crítica aguda de la democracia dentro del contexto post-revolucionario fue también colocada con campos de minas para una discusión abierta, y dichos escritos tuvieron que ser apartados a medida que los partidos comunistas, en términos teóricos, se stalinizaron y se endurecieron (el mismo Stalin vinculó a Luxemburgo con las teorías del desarrollo desigual de Trotsky, que representaba la máxima herejía para él. Por otra parte, La acumulación del capital, que rivalizó con El imperialismo de Lenin (1917) como la crítica preeminente del imperialismo y produjo menos certidumbres en cuanto a si el capitalismo había alcanzado su estado más alto, estaba ahora en decadencia y perdiendo su dinamismo económico. De cualquier modo, la tesis del capitalismo monopolista de Estado en cuanto a que la economía capitalista estaba, en efecto, siendo absorbida por el Estado mismo, empezó a dominar la perspectiva teórica de los partidos comunistas. Muy poco espacio quedó para la turbulencia política y de mercado sobre la cual Luxemburgo teorizó; y sus textos, a su vez, no admitían una transformación evolucionista de un estado capitalista al socialismo.

En contraste, dentro del movimiento trotskista (o al menos de gran parte de éste), Luxemburgo obtuvo un lugar en el panteón de los grandes pensadores como la alternativa revolucionaria tanto para países imperialistas como para el stalinismo en la Unión Soviética, y como una pensadora que compartía la tesis del desarrollo desigual. Este estatus se centró alrededor de sus escritos políticos: Reforma o Revolución (1900) y el Folleto Junius: La crisis de la socialdemocracia (1915), por supuesto, por las críticas a la socialdemocracia, pero también Problemas organizativos de la socialdemocracia rusa (1904) y Huelga de masas, partido y sindicatos (1906) por la insistencia en el rol de un partido socialista organizado y por la capacidad de revuelta y organización de masas (la última es cruda y erróneamente caracterizada por igual por simpatizantes y detractores como apoyo a la resistencia espontánea sin tener en cuenta una estrategia política). Pero aun en las tendencias políticas en las que Luxemburgo se había convertido en una autoridad, La acumulación del capital es mencionada poco, excepto al pasar como un predecesor de El Imperialismo de Lenin, y usualmente sólo por señalar los pasajes históricos en la acumulación primitiva y el rol del militarismo al apoyar la acumulación de capital.

Con la Nueva Izquierda en la década de 1960, no obstante, comenzó a surgir una valoración distinta de Luxemburgo que rompía con los anteriores marcos políticos. El atractivo de Luxemburgo fue, al menos en un principio, bastante obvio: su posición política fuera de las siempre tan encarceladoras polaridades del comunismo autoritario y de la socialdemocracia; el énfasis en la democracia radical para alterar la esclerosis organizacional de sindicatos y partidos de izquierda (incluyendo a aquellos trotskistas que se identificaban con Luxemburgo por su determinación revolucionaria); la trompeta resonante por la democracia participativa; y el enfoque presente en La acumulación del capital, en el imperialismo y la ocupación colonial (un tópico que converge directamente con la atención de las masas centrada en las revueltas de descolonización y la teoría de la dependencia del momento). Mientras la Nueva Izquierda se embarcó en una sumamente intensificada revaloración de todos los grandes pensadores del socialismo, desde Karl Marx y Lenin a Georgy Lukács, Karl Kautsky y Antonio Gramsci, de Paul Sweezy, Maurice Dobb y todo el resto, en términos de la dinámica del capitalismo, la organización política y la democracia, la práctica de movimientos y la estrategia, era imposible no ser confrontado y sorprendido por Luxemburgo. Ella fue, después de todo, una pensadora profundamente arraigada a la Segunda Internacional, con sus linajes directos en la organización y la teoría de Marx y Engels; políticamente aislada, en los hechos adquirió gran presencia, debido a su postura en la debacle del movimiento socialista en la Primera Guerra Mundial, una clarividente crítica de los peligros a la democracia (y por advertir las semillas del stalinismo) proveniente del zinovievismo de las prácticas de gobierno bolchevique en la Rusia del periodo posterior a 1917; y, además, una mártir de la revuelta alemana y de las barricadas de Berlín a manos de las secciones renegadas de la socialdemocracia.

El reclamo de los legados teóricos y estratégicos de Luxemburgo por parte de la Nueva Izquierda se debió, sin embargo, en gran parte a la militancia democrática de su política y no a sus escritos económicos. Incluso la escuela del Monthly Review, los principales defensores de la teoría moderna del subconsumo (como una tendencia secular en el capitalismo hacia el estancamiento), permaneció distante de estos textos, su crítica sagaz ya había sido plasmada por Sweezy en su Teoría del Desarrollo Capitalista (1942). Y si la teoría de la dependencia recuperó alguno de los tópicos de Luxemburgo, fueron, si acaso, Smithianos radicales enfocados a las desigualdades en el intercambio, que estaban menos interesados en los puntos de partida teóricos que Luxemburgo emitió sobre la teoría del valor, los esquemas de reproducción y las rivalidades entre los centros imperialistas. Para la Nueva Izquierda, la economía de Luxemburgo estaba muy relacionada con la teoría del derrumbe económico, así como con lo que se entendió como una posición consistente en un deslizamiento inexorable hacia la barbarie en ausencia del socialismo. Estos temas emiten un acorde disonante frente al largo boom de la posguerra, el auge del consumo de masas y la absorción de la ciudadanía de la clase trabajadora en un procedimentalismo parlamentario. Las características de la crisis de los setentas, además, parecieron tener poco que ver con la falta de demanda efectiva dado el ritmo de la inflación y las intensas luchas por la distribución de los salarios y beneficios sociales. A medida que la crisis avanzaba, los diagnósticos teóricos y políticos de las ‘contradicciones del keynesianismo’ derivados de la Izquierda no podían dejar pasar una revisión de la identificación que hizo Luxemburgo sobre las fuentes y los límites de la demanda efectiva en las economías capitalistas. Pero fue poco lo que ocupó una atención sostenida. Si sus escritos políticos proveyeron validación política para la unión extraparlamentaria y las luchas que se esparcían a lo largo de los estados capitalistas centrales, había aún pocos incentivos para retirar el veredicto negativo sobre sus aportaciones en materia económica.

La acumulación del capital

La dicotomía en cuanto a la evaluación de la estrategia política y la teoría económica de Luxemburgo ha sido parte, desde hace mucho tiempo, de la economía política marxiana. Pero esto es, como argumentaremos en congruencia con recientes relecturas de Luxemburgo, parcial en cierta manera y sesgado, subestimando el modo en que avanzó en su teoría económica socialista. La acumulación del capital fue publicada en 1913 y está en el medio de sus escritos económicos, es decir, fue escrita después de su tesis doctoral sobre el capitalismo polaco (1897), y sus extensas aportaciones en el SPD (Sozialdemokratische Partei Deutschlands) apuntan en torno a la estructura cambiante del mercado mundial, a medida que Gran Bretaña decaía y EUA junto con Alemania ascendían. Estos fueron temas trasladados en su polémica con Eduard Bernstein en cuanto a la manera en que el “nuevo” capitalismo estaba transformando tanto a las crisis como a las clases sociales; así como disputas posteriores sobre si el mundo capitalista estaba por ser sustituido o estaba en una crisis final, justo mientras los poderes imperialistas estaban re-dividiendo el mercado mundial. Lo anterior vino después de la respuesta de la Anticrítica hacia sus críticos y su Introducción a la Economía Política (ambas publicadas póstumamente, en 1921 y 1925, respectivamente), en donde ella, de modo más riguroso, expone las preguntas clave sobre aquel capitalismo que le preocupa y vigorosamente defiende sus respuestas en contra tanto de sus críticos como de interpretaciones rivales. Con estos textos puestos en conjunto, en vez de verlos separadamente, las temáticas de su proyecto teórico, así como su importancia, cobran claridad.

El capitalismo para Luxemburgo es un sistema económico que se enraíza a lo largo del mercado mundial y que, sin remordimiento alguno, atrae a nuevos sectores hacia él; en su cualidad de economía monetaria, lo que anima (o permite funcionar) al capitalismo es la acumulación de capital en su forma de dinero, entrelazando así el ámbito de la circulación con el de la producción, pero con sus propias dinámicas y requisitos que le permiten sostenerse a sí mismo de forma ampliada; como tal, la mercancía dinero y el capital a préstamo son, para el capitalismo, condiciones fundamentales para la reproducción económica; y el capitalismo, como un sistema económico impulsado por la competencia para expandirse, tenía que encontrar continuamente mecanismos para resolver el problema de la adecuada demanda efectiva y, así, forzar a los capitalistas a invertir sus balances dinerarios en insumos productivos.

En esto, Luxemburgo retornó a los temas de la economía política clásica, pero ahora eran enunciados como dilemas fundamentales sujetos a una investigación histórica y a la exploración de sus implicaciones políticas. Tal y como ella lo puso en su escrito Introducción a la Economía Política: “¿cómo es posible la economía capitalista?… La economía capitalista, que en vista de su completa falta de planeación, su falta de organización consciente alguna, es a primera vista algo imposible, es un acertijo inextricable, puede sin embargo existir y funcionar como un todo” (1925: 293. Para Luxemburgo esto fue también utilizado para hacerse la pregunta al revés: ¿Qué podría hacer “imposible” a una economía capitalista?

Escrito en sólo un lapso de meses (Frolich, 1939), La Acumulación del capital es uno de tantos libros —el de Rudolf Hilferding, Karl Kautsky, Otto Bauer, de Lenin, entre otros— que surgieron a lo largo de las últimas décadas de la Segunda Internacional, que amplió la economía política marxiana e intentó abordar las múltiples paradojas y silencios dejados en el notoriamente incompleto proyecto de Marx. Mientras que éste identificó los imperativos competitivos de la acumulación de capital, que forman la base de la división económica del mercado mundial, no propuso ninguna teoría del imperialismo para explicar los procesos competitivos o las formas de interdependencia y rivalidad entre estados que la misma división del mercado mundial genera. Las teorías clásicas sobre el imperialismo que surgieron durante la Segunda Internacional no pudieron evitar traer a discusión estos temas (Barone, 1985 y Brewer, 1980); para estos pensadores esto significó que, de una u otra manera, tenían que teorizar la nueva economía del ‘capitalismo organizado’ de los monopolios, los carteles, los bancos y las finanzas; el emergente capitalismo de estado con políticas económicas tales como los aranceles y la regulación bancaria se ampliaron a la totalidad del espectro de las actividades económicas; el surgimiento de los procesos de trabajo basados en la producción en masa; la producción militar; y la internacionalización del capital en sus varias formas: desde la mercancía al capital bancario y a las inversiones directas. Hilferding, por ejemplo, defendió que la competencia en el ‘capitalismo organizado’ estaba caracterizada por el hecho de que los bancos se fusionan con la industria para formar el capital financiero, el cual, en cambio, exportaba capital en búsqueda de mercados para invertir y comerciar. Para Lenin, la exportación de capital definió al imperialismo como la etapa monopólica del capitalismo, en la medida que la competencia entre empresas rivales se transformó en conflictos inter-estatales sobre el control de los mercados y del territorio. Kautsky, mientras tanto, sugirió que los carteles y los estados nacionales podrían cooperar en una política de imperialismo, Lenin sostuvo la visión de que el desarrollo desigual forzaba a la competencia continua. Para Bukharin, sin embargo, “la economía global como un sistema de relaciones de producción y, correspondientemente, de relaciones de intercambio dentro de una escala mundial” produjo no una sino dos tendencias en la formación del imperialismo. Tal y como él mismo lo puso, “junto con… la internacionalización del capital, se está dando un proceso de entrelazamiento ‘nacional’ de capital, un proceso de ‘nacionalización de capital” (1917: 25-26 y 80). Incluso las indagaciones históricas sobre el colonialismo de Luxemburgo estuvieron ampliamente relacionadas con la disección de la evolución de aquellas fuerzas que impulsaban el militarismo y el imperialismo de su época, argumentó entonces que las relaciones sociales capitalistas restringían la base para su realización y entonces necesitarían buscar espacios de comercio exterior en sociedades pre-capitalistas (y de ahí el subtitulo de La acumulación… Una contribución a la explicación económica del Imperialismo).

Pero mientras que El capital financiero de Hilferding (1901) consiguió elogios y emulaciones generalizadas, el libro de Luxemburgo estuvo sujeto a una vigorosa ‘crítica científica’ debido a sus errores, tal y como Bauer y Bukharin notablemente apuntaron, y fue dejado a un lado. Esta negligencia, sin embargo, ignora parte del campo teórico abierto por Luxemburgo, gracias al modo en el que ella plantea, con una resolución decidida, cuestionamientos cruciales sobre el desarrollo capitalista.1 Una breve síntesis ordenada se presenta a continuación.

La acumulación del capital está expuesta en tres partes: la primera provee la tesis inicial sobre el problema de la demanda efectiva y de los espacios para las mercancías que se producen en la medida que el capital se acumula y la capacidad productiva se expande; en la segunda parte, se presenta una especie de contrapunto en el que ella (Rosa Luxemburgo) revisa a diferentes economistas y tradiciones en relación a la demanda efectiva y cómo éstas propusieron la manera en que los límites de la demanda podrían ser resueltos; en la tercera parte, se expone la resolución en cuanto a cómo el problema de una adecuada demanda efectiva ha sido resuelto históricamente (y de ahí que se pase de esquemas de reproducción abstractos a mecanismos concretos) a través de ‘mercados externos’ para el sector capitalista y las zonas centrales de acumulación. La estructura del texto solo sugiere que el propósito de Luxemburgo no es el de revisar la problemática de la producción del capital presentado en el Volumen 1 de El Capital. En vez de esto, La acumulación del capital aborda e intenta elaborar, tal y como ella lo ve, el tema de la circulación del capital y las condiciones necesarias para su reproducción ampliada tal y como se presenta en el Volumen 2.

En el Volumen 1 de El capital, Marx muestra la producción del capital —y la relación capital— a partir de la generación del plustrabajo y del valor obtenido por la explotación de la clase trabajadora asalariada a través de la forma mercantil del capital, la differentia specifica del capitalismo como sistema económico. A partir de esta tesis, Marx intenta especificar los determinantes de la magnitud del plusvalor; las precondiciones que permiten la continua reproducción ampliada del capital a través del cambio tecnológico y la expansión del capital fijo (trabajo muerto remplazando al trabajo vivo) mediante la acumulación de los medios de producción; y la producción de nuevo valor a través del trabajo vivo, que se obtiene gracias a la disponibilidad y expansión de la oferta de trabajadores, que dependen de la venta de su fuerza de trabajo en el mercado para conseguir sus medios de subsistencia.2

En el Volumen 2, Marx se centra en la circulación del capital (las problemáticas teóricas de la producción de capital fueron expuestas en el Volumen 1) y en las condiciones necesarias que el intercambio debe de tener para que la acumulación de capital sea posible, pero que también hacen que sea posible el derrumbe económico. Para llevar a cabo esto, Marx desarrolla un modelo de producción capitalista de dos sectores, el Departamento I produce los medios de producción y el Departamento II los medios de consumo. A partir de ahí es posible establecer las condiciones para una reproducción simple, en donde no hay acumulación, determinando los intercambios entre los dos departamentos tanto en términos físicos como en términos de valor. Todo lo que se produce es consumido entre los dos departamentos en un periodo dado durante la rotación de capital.

Pero tal y como Luxemburgo y otros señalaron, las condiciones altamente abstractas y restrictivas de la reproducción simple sólo clarifican ciertas condiciones que permiten la estabilidad: difícilmente representan al capitalismo tal y como lo conocemos teóricamente, como un sistema de acumulación sin fin, y como ha existido históricamente en el mercado mundial. Las condiciones para la reproducción ampliada tal y como fueron desarrolladas por Marx, sin embargo, comienzan a aclarar los problemas en cuestión,

el continuo caos y los ajustes que son esenciales para la producción capitalista. En este caso, existe una necesidad de un excedente en la producción de los medios de producción que puede ser intercambiado por una porción del plusvalor en propiedad de clases capitalistas y así ser convertidos en “capital nuevo”. Si la competencia capitalista obliga a que las nuevas inversiones sean en capital fijo, el valor de los medios de producción y la producción del Departamento I tenderá a aumentar en relación a los del Departamento II. Dicho de otro modo, existen las condiciones de intercambio que proporcionarán una estable reproducción ampliada, sin embargo éstas no pueden ser garantizadas. El desarrollo capitalista está, asimismo, caracterizado por una proporción creciente de la producción anual (y, consecuentemente, de la fuerza de trabajo), que es absorbida por la misma producción de los medios de producción. Esta es la tesis presentada en el Volumen 1 como la tendencia hacia el trabajo muerto para desplazar al trabajo vivo en tanto que se hace uso del método del plusvalor relativo; y en los esquemas del Volumen 2, se presenta que la competencia capitalista impulsa el desarrollo de fuerzas productivas en el Departamento I que establecen las condiciones económicas para la reproducción ampliada. Pero, desde el punto de vista de la circulación, estas mismas condiciones son más difíciles de obtener y más dependientes de medios de intercambio, dinero a crédito y otras.

Si Marx presenta en el Volumen 2, entre sus numerosos esquemas, las condiciones de posibilidad para que tanto la acumulación como las crisis se den, para Luxemburgo él se equivoca al no abordar una cuestión crucial. Si el capitalismo es una economía monetaria, y si son los agentes capitalistas individualmente quienes deben invertir en capital nuevo, entonces ¿de dónde vendrá el incremento de la demanda efectiva que compensará la producción ampliada proveniente de los futuros medios de producción? Para Luxemburgo, éste no es un problema de clásico subconsumo de bienes producidos en el que los trabajadores carecen del ingreso para comprarlos, o de la capacidad de los capitalistas para aumentar el consumo; éste es un problema que tiene que ver con la demanda efectiva para la realización del plusvalor a partir de la reinversión en medios de producción. ¿Quién adquiriría los nuevos medios de producción? Esto no podía ser, tal y como ella insistió, una situación consistente en producir por el simple hecho de producir a través de otros capitalistas y de la incesante expansión de la producción del Departamento I. Al repasar los esquemas de reproducción de Marx en La acumulación del capital¸ Luxemburgo defendió lo siguiente: “Desde el punto de vista del capitalista es absurdo producir más bienes para el consumidor con el propósito de mantener más trabajadores así como producir más medios de producción sólo para mantener el excedente de trabajadores ocupado”.

Para Luxemburgo, aun el abstracto capitalismo puro sin hacer referencia a la turbulencia de la historia en concreto, tal y como expuso Marx en el Volumen 2, evidencia inmensas contradicciones para la acumulación. La reproducción ampliada sería destruida por desproporciones crecientes entre el excedente de los bienes del Departamento II y los déficits del Departamento I.

Para Luxemburgo, dos preguntas fundamentales —centrales a las economías capitalistas en la fase de crisis— surgieron a partir de esa formulación: si los capitalistas se ven impulsados por la búsqueda de ganancias y de valor de cambio, ¿qué sucede con el incentivo a invertir en condiciones de estancamiento? ¿Y de dónde proviene la mercancía dinero para la validación de las nuevas mercancías y para la provisión de ganancias? En la atención centrada en las condiciones para la circulación y ajustes dentro del Volumen 2 de El capital, estas preguntas animaron a Luxemburgo y su insatisfacción con el tratamiento de Marx.

Tal y como la autora lo pone: “La realización del plusvalor es indudablemente una cuestión vital de la acumulación de capital. Ésta requiere como condición primaria… que haya capas de compradores fuera de la sociedad capitalista”. Con respecto a esta alarmante y paradójica conclusión, Luxemburgo es sumamente enfática: “El hecho decisivo es que el plusvalor no puede ser realizado por la venta a los trabajadores ni a los capitalistas; si sólo es vendida a ciertas organizaciones sociales o a aquellos cuyo modo de producción no sea capitalista” (1913: 351-352. En otras palabras, el excedente que será recapitalizado (y por lo tanto acumulado) depende para su realización de espacios externos al mercado capitalista (un tercer sector en términos de su modelo y del modelo abstracto de dos sectores de Marx 3).

Así, puede entenderse que el imperialismo es una tendencia inherente a la acumulación capitalista, que se manifiesta en sus más genéricas leyes y es concretamente exhibida en sus características históricas.

El imperialismo es la expresión política de la acumulación del capital en su lucha competitiva por lo que aún queda del entorno no capitalista… Lo atestigua las inmensas masas de capital acumulado en los antiguos países que buscan un espacio para su producto excedente y lograr capitalizar su plusvalor, y alcanzar la rápida transición hacia el capitalismo por parte de las civilizaciones precapitalistas. Con el elevado desarrollo de los países capitalistas y su cada vez más severa competición por adquirir áreas no capitalistas, el imperialismo crece anárquica y violentamente, crece tanto en la agresión hacia el mundo no capitalista como en conflictos todavía más serios entre aquellos países capitalistas que compiten entre sí. A pesar de que el imperialismo es el método histórico para prolongar la carrera del capitalismo, es también un medio seguro para llevarlo a una pronta conclusión (1913: 446).

Para Luxemburgo, un ‘tercer sector’ que pudiese proveer un espacio y sostener la acumulación, podría también incluir el gasto en militarización, políticas estatales para aumentar el comercio, tal como los préstamos internacionales y las políticas proteccionistas que mantienen al mercado interno de capitales nacionales. La tan conocida acumulación primitiva, con la que Marx concluye el Volumen 1, no está limitada a la génesis del capital en tanto que “el capitalismo en su plena madurez también depende en todos los aspectos de estratos no capitalistas y organizaciones sociales coexistiendo con él” (1913: 365). Todas estas posibilidades, que no necesitan ser subrayadas, fueron centrales a la confluencia de fuerzas que adquirieron ímpetu a lo largo de la era clásica del imperialismo y que condujeron a la crisis entreguerras.

Pero si la imposibilidad de un capitalismo puro, hecho sólo de trabajadores y capitalistas coexistiendo en un sistema cerrado, pudiese convertirse en una posibilidad gracias a la existencia de un sector ‘externo’, el mismo proceso de expansión del capital asimila estos espacios en las relaciones sociales capitalistas. Para Luxemburgo esto ocurrió en etapas: la ‘economía natural’ precapitalista es, en primera estancia, destruida en tanto que la producción de mercancías es impuesta por el colonialismo; los restos de lo que era la producción simple de mercancías, encabezada por el campesinado, están constantemente siendo erosionados a causa de las políticas coloniales que activamente destruyen los nexos entre la agricultura y la industria, esto sucede a la par de la formación de las relaciones sociales capitalistas; y, finalmente, la etapa imperialista en que la industrialización capitalista se lleva a cabo en las periferias con capital importado, con el cual se financia la construcción de vías férreas, los sectores manufactureros y demás. Esta última etapa, sin embargo, está repleta de contradicciones: por un lado, “el logro de la autonomía capitalista en las periferias [hinterlands, en el original] se alcanza en medio de guerras y revoluciones” y de la creación de “una moderna maquinaria estatal adaptada a los propósitos de la producción capitalista”; y, por otro lado, un incremento “tanto en la agresión hacia el mundo no capitalista como en conflictos todavía más serios entre aquellos países capitalistas que compiten entre sí” (1913: 419, 446). Lo teóricamente inalcanzable eventualmente se manifestaría a sí mismo como una crisis capitalista y como un colapso puesto en práctica. A medida que Luxemburgo concluía el volumen:

el capitalismo es… un modo que tiende a envolver al globo entero y acabar con todas las otras economías, sin tolerar a rival alguno que se encuentre a su lado. Sin embargo, al mismo tiempo es también la primera modalidad de economía que es incapaz de existir por sí misma… Aun cuando se esfuerza por volverse universal, y ciertamente, a causa de su tendencia, ésta deberá de colapsar (1913: 467).

En Anticrítica (escrita en prisión en 1915 y publicada póstumamente), reiteró su tesis sobre el colapso capitalista en términos más francos y relaciona a ésta de manera más estrecha con el agotamiento de aquel sector externo no capitalista que es necesario para la realización del plusvalor:

A medida que se aproxima el punto en el que la humanidad sólo se compone de capitalistas y proletarios, mayor acumulación será imposible. Al mismo tiempo, la absoluta e íntegra ley del capital agrava la lucha de clases […] a tal grado que, mucho antes de las últimas consecuencias del desarrollo económico, esta conducirá a la rebelión del proletariado internacional en contra del régimen del capital. Esto, en breve, es mi concepción del problema y su solución (1921: 60).

Es necesario insistir, contrariamente a las lecturas estándar, en los puntos fundamentales aclarados por La acumulación del capital: que los ámbitos de la producción, de la circulación y del dinero y crédito son interdependientes pero no idénticos, lo cual permite una dinámica específica de la producción desequilibrada; que las decisiones y los procesos que traducen al superávit económico en inversiones reales (los ahorros que igualan la inversión de acuerdo con la ley de Say) están separados en el tiempo, están formados en la incertidumbre y, asimismo, están inscritos en escenarios históricos específicos; que desde el origen, la internacionalización del capital es un rasgo necesario en la transformación del capitalismo a un mercado mundial; y que los procesos de territorialización y de formación del estado se entrelazan con los flujos comerciales, la exportación de capital y la colonización, todo dentro de una continua división del mercado mundial. Ha sido un hábito el tratar los escritos políticos de Luxemburgo de manera apartada de sus textos económicos. Pero Reforma o Revolución y La acumulación del capital, por ejemplo, traen consigo temáticas comunes en cuanto a la insistencia de que no puede darse una evolución estable hacia el socialismo a través de reformas incrementales o a través de ampliar la coordinación del estado sobre los capitales individuales. Incluso Bukharin, como el crítico más duro de La acumulación del capital en ese momento, reconoció estos puntos, así como también reconoció la contribución del libro al resaltar la expansión histórica del imperialismo de una acumulación primitiva a un imperialismo moderno, todo esto sucedía durante el intento de los estados capitalistas de absorber a las colonias dentro del dominio de sus zonas económicas.

Pero las críticas a La acumulación del capital han sido varias, tanto en aquel tiempo como hasta ahora —Lenin, Pannekeok, Kautsky, Bauer, Bukharin, Sweezy, Mandel y otros—. Esta lista incluye a una cantidad de marxistas que podría sugerirse que caen en la categoría teórica del subconsumismo. Las críticas giraron alrededor de algunos puntos básicos, y será útil resumir a éstos de manera breve.

En primera instancia, desde el origen, se acusó que los modelos de reproducción ampliada de Luxemburgo concebían la demanda efectiva de un modo muy estático. Una característica básica de los mercados capitalistas es que los propios capitalistas son, en parte, el mercado de sí mismos “como esa demanda por aquella parte del producto social que está destinada a ser acumulada y que viene del intento del capitalista por incrementar el empleo de capital constante y variable” (Howard y King, 1968: 112). El capital avanzaba en una nueva ronda de acumulación, o así se notaba; éste podía absorber la capacidad productiva incrementada de inversiones anteriores mediante aún más inversión en plantas nuevas y trabajadores nuevos, mientras que el mercado estaba expandiéndose (Bleaney, 1976, cap. 0; Kalecki, 1971: 148–155).

Al confrontar este resultado, Luxemburgo replicó que la realización del plusvalor en dicho modo significa que los capitalistas se convierten en “fanáticos defensores de una expansión de la producción simplemente por expandirla… una creciente producción de bienes del productor sin propósito alguno” (1913: 334-345). Pero las críticas de Bukharin (1924: 168–169) en adelante han argumentado que esto ocurre para darle un ‘propósito’ al ‘sistema capitalista’. Al nivel de la circulación de la totalidad del capital social (nivel de análisis de los esquemas de reproducción), las condiciones para la realización son factibles. Es sólo una posibilidad que éstas no se cumplan y que una crisis haga erupción, y esto no requiere de ninguna atribución de motivo a los capitalistas más que la del imperativo competitivo por acumular.

También ha sido señalado, en segunda instancia, que la inversión en medios de producción también incrementa el volumen del capital variable empleado. Esto causará que, dados ciertos salarios reales constantes, se expanda el volumen de consumo de los trabajadores y por ende afectará positivamente las condiciones de realización del plusvalor en la producción de bienes de consumo del Departamento II. Mientras que la nueva inversión aumentó la productividad, además, el nivel real de los salarios puede que también aumente y se amplíe el mercado. Ciertamente, si los cocientes entre productividad, salario real y plusvalor permanecen constantes, las condiciones para la acumulación se amplían en proporción al incremento de la acumulación. Esto es —y no sólo en la edad de oro, condición ya abordada aquí— la base para la reproducción ampliada y la propuesta de condiciones de reproducción de un volumen estático de capital variable (de consumo) parecida a la reproducción simple. Tal y como Bauer sugirió, Luxemburgo replanteó un problema para la expansión capitalista, pero se trataba de uno que no era ni abstractamente insoluble en los esquemas de reproducción ni históricamente en patrones particulares de regulación de la distribución de la producción.4

En tercera instancia, Luxemburgo asumió que la inversión es absorbida en los mismos sectores en donde la ganancia es obtenida y que el intercambio entre departamentos es el único medio a través del cual el excedente es realizado. Pero el intercambio entre la producción de unidades dentro del mismo departamento que produce distintos commodities también funciona como un medio para realizar un excedente —un productor de abrigos intercambiando con panaderos—; y varias unidades de producción producirán mercancías que sirven tanto al Departamento I como al II. De manera más puntual: el supuesto de Luxemburgo viola el imperativo del mercado consistente en la igualación de la ganancia que genera flujos superavitarios de capital entre los sectores con la mayor ganancia y la mayor demanda. Por ende, los déficits del Departamento I y los excedentes del Departamento II traerían consigo una restructuración de la industria a medida que los flujos de excedentes circulen de un departamento a otro hasta restaurar la proporcionalidad (1959: 71–73). Se encuentra ahí, entonces, la posibilidad de que la proporcionalidad se mantenga entre sectores, pero esto bien podría involucrar a las economías actuales, tal y como Luxemburgo sugirió, en un caótico proceso continuo de penetración de formaciones no capitalistas.

En cuarto lugar, al proponer territorios no capitalistas como espacios de realización esenciales para la reproducción ampliada del capital, surgen ciertas limitaciones conceptuales —e históricas, de hecho—. No es posible, por ejemplo, vender en zonas no capitalistas sin que éstas se encuentren exportando con la intención de obtener los medios de pago para adquirir importaciones. Asimismo, cualquier capacidad de producción en formación dentro de zonas no capitalistas, particularmente adquirida debido a la obtención de préstamos de capital provenientes de países imperialistas, requerirá también de un superávit neto en sus exportaciones con los países dominantes para poder liquidar su deuda. Esto puede formar una profunda interdependencia en la división del trabajo entre dos mercados, pero no formará una fuente de demanda efectiva neta que funcione como un espacio de realización (Howard y King, 1989: 113–114; Lee, 1971: 859–861).

En quinto lugar, Luxemburgo identifica la fuente de nuevo capital dinero como un límite crucial de las fuentes de demanda efectiva que obligan a la búsqueda de mercados externos. Este problema necesita ser diferenciado del cuestionamiento entre hordas de dinero o de la producción de dineromercancía en la forma de oro (algo que Luxemburgo también propone). Cualquiera de las dos podría provocar problemas coyunturales, pero no sugieren ningún problema estructural serio para los flujos de capital dinero que pudiesen obstruir la demanda efectiva. Lo que tiene que hacerse notar, en primer lugar, es que en el proceso de circulación a nivel del capital social total, hay un proceso continuo de conversión de capital dinero en insumos para la producción y en bienes de consumo. Además, los circuitos del capital bancario y crediticio pueden satisfacer la demanda de capital dinero para la circulación del nuevo valor agregado, y la expansión de dinero crediticio no está necesariamente constreñida por el oro como mercancía a medida que el crédito bancario, incluso en el sistema basado en el oro, se expande en proporción a las reservas de éste.

Aun cuando difieren en sus particularidades, todas estas críticas se hacen por los abstractos esquemas de reproducción de Luxemburgo que contienen una serie de fallas analíticas (con las que ella nunca está de acuerdo). Se insiste que, al menos conceptualmente, un ‘capitalismo puro’ que no dependa de un tercer sector es teóricamente concebible, aun cuando en la práctica imperialista la penetración siempre ha sido una característica histórica central. El imperialismo todavía surge de la dinámica de una sobreacumulación de capital que intensifica la competencia y que da lugar a políticas económicas estatales en particular, que defienden los capitales ‘nacionales’ en la competencia de los mercados mundiales.

Recuperación de La acumulación del capital de Luxemburgo

A pesar de que el mapeo de las relaciones de intercambio capitalista, tanto a través de esquemas de reproducción como de flujos internacionales de capital, hecho por Luxemburgo, especialmente en el rol del capital dinero, influenció toda escritura subsecuente sobre el imperialismo, fueron éstas las críticas que prevalecieron en la recepción de La acumulación del capital. A partir de 1930, sin embargo, los keynesianos de izquierda (tal y como empezaron erróneamente a ser conocidos) influenciados por los marxistas, como Michal Kalecki, comenzaron a ofrecer una interpretación más rigurosa. Desde esta perspectiva, Luxemburgo planteó poderosamente algunos de los dilemas fundamentales de la acumulación capitalista, que si bien no siempre proveyó una respuesta completa y adecuada, con la demanda efectiva, los incentivos concretos que transforman los imperativos del mercado en inversiones reales hechas por capitalistas y las condiciones monetarias para la acumulación. Kalecki, por supuesto, se basó en los esquemas de reproducción de Luxemburgo para formular su conceptualización (teóricamente de clase) de la demanda efectiva, las cuales están plasmadas en su famoso aforismo que decía que “los trabajadores gastan lo que obtienen, mientras que los capitalistas obtienen lo que gastan” —una lección inequívoca de La acumulación del capital—.

En su introducción a la traducción al inglés de La acumulación del capital de 1951, Joan Robinson no esquivó las dificultades para la apreciación del texto, aun con sus excursiones que en ocasiones son confusas y teóricamente incompletas.5 Aún así, Robinson señaló que Luxemburgo clarificó, en una forma que Keynes no hizo, la incertidumbre inherente en una economía monetaria para ”inducir a la inversión” del capitalista. Mientras que Robinson resumió las preocupaciones de Luxemburgo, haciendo eco de las preguntas clave de La introducción a la Economía Política:

¿Qué motivos tienen los capitalistas para acrecentar sus inventarios de capital real? ¿Cómo saben que habrá demanda para el incremento de la producción de bienes que el capital nuevo producirá, de tal modo que puedan ‘capitalizar’ su excedente de una forma rentable? (1951: 20)

Luxemburgo ayudó a clarificar que ”la inversión puede dar lugar a un sinfín de acumulación de stock de capital sólo si los capitalistas están asegurados de que habrá un expansionismo sinfín de los mercados de bienes que el mismo capital producirá” (ibíd.: 21). Mientras que Luxemburgo desatiende los imperativos competitivos a invertir y la elevación de los salarios que amplían el espacio del mercado, Robinson argumenta que ella (Luxemburgo) acertó al hablar del rol del imperialismo y del mercado mundial al ayudar a resolver el problema de los espacios de realización para la producción capitalista, en ocasiones a través de prácticas de política económica neo-mercantilistas. Fue este análisis de Luxemburgo —la manera de formular la cuestión de la formación de la demanda efectiva, con fallas teóricas para especificar las causas y, al mismo tiempo, con penetrantes percepciones históricas sobre el surgimiento del imperialismo moderno— el que sirvió como juicio convencional.

Irónicamente, a pesar de la caída de la Izquierda y de la generalización de las relaciones de intercambio capitalistas a lo largo del globo durante las últimas tres décadas, un nuevo número, más generoso, de lecturas de la economía política de Luxemburgo ha aparecido. Esto, sin duda, está originado en sus escritos políticos, con una posición distinta dentro del marxismo occidental, como una crítica temprana de los límites democráticos de la revolución rusa, las precauciones de la esclerosis estratégica de los sindicatos y los partidos socialistas, y sus vehementes advertencias en cuanto a que todos los logros reformistas, incluyendo las reformas democráticas, son objeto de desafíos de las clases capitalistas provenientes de las presiones competitivas. Éstas son temáticas que ningún socialista hoy puede evitar hacer alusión al confrontar al neoliberalismo. Pero algunas de estas temáticas de La acumulación del capital, la cual expandimos más adelante, también traen consigo cierta relevancia para el presente: el rol del capital a préstamo internacional en el disciplinamiento de los estados a través de las políticas del FMI y de ajustes estructurales; la dinámica de la austeridad competitiva en el mercado mundial que limita la demanda efectiva global; el ataque a los sectores no capitalistas y empresas estatales para abrir nuevos espacios para la acumulación; el rol del militarismo y los aparatos de seguridad en la economía capitalista y en el estado; y el agrietamiento de la democracia.

La recuperación más prominente de La acumulación del capital ha venido de David Harvey. No es que Harvey (2003; 2005) se adhiera a su teoría sobre las crisis y el derrumbe, sino por el énfasis que él plantea sobre la fragilidad de las condiciones para la realización y la constante búsqueda de nuevos espacios para los excedentes de capital y de medios de producción fuera del entorno existente un tercer sector. Para Harvey, como para Luxemburgo, ésta es una constante necesidad del capitalismo —una de las leyes de la acumulación de capital— que no está limitada por el surgimiento del capitalismo a través de la acumulación primitiva de capital-dinero y de la mercantilización de la tierra y el trabajo. Tal como él lo establece en El nuevo Imperialismo:

La idea de que alguna especie de ‘exterioridad’ es necesaria para la estabilización del capital tiene por ende relevancia. Pero el capitalismo puede tanto hacer uso de algún tipo de exterioridad pre-existente (formaciones sociales no capitalistas o algún sector dentro del capitalismo -como lo es la educación- que aún no han sido proletarizado) o puede hacerlo activamente (2003: 141).

Al discutir las condiciones para la materialización, Harvey argumenta que el problema estructural de la demanda efectiva es un factor crucial para fomentar la expansión del sistema monetario crediticio.

Pero Harvey también hace una aseveración más fuerte acerca del capitalismo en cuanto a su necesidad de estar continuamente encontrando más espacios y canales para el capital excedente que sean externos a los circuitos existentes de capital, que es similar a la tesis de Luxemburgo en cuanto a la necesidad del desarrollo del modo de producción capitalista de recurrir a modos no capitalistas.6 Ciertamente, en la teoría del imperialismo de Harvey, este proceso de ‘acumulación por desposesión’ viene a ser dominante en tanto que ”pone en el mercado un conjunto de recursos (incluyendo la fuerza de trabajo) a un costo muy bajo (igual a cero en algunas ocasiones). La sobreacumulación de capital puede apoderarse de dichos recursos e inmediatamente darles un uso rentable”. (2003: 149). De manera paralela a La acumulación del capital, él identifica una serie de mecanismos sumamente específicos a través de los cuales la desposesión del imperialismo moderno ocurre, guiados por una ideología neoliberal: nuevas formas de ‘apropiación de tierras’ que enajenan a los campesinos de su propia tierra, la privatización de los espacios comunes y los recursos públicos, los préstamos de capital dinero puestos en perjuicio de los deudores a través de las políticas de ajuste estructural encabezadas por el FMI, la restructuración de los estados bajo políticas neoliberales para generalizar la coacción al mercado y la nueva lucha de los países de los estados capitalistas centrales para explotar los recursos naturales de las zonas periféricas. A medida que las formas no capitalistas de producción son absorbidas por el capitalismo, forman nuevas estructuras de clases y relaciones sociales en las zonas dominadas, que tienen que ser examinadas, tal y como Harvey sugiere, de acuerdo a su propio modo y como aspectos incrustados en la jerarquía del sistema interestatal.

Un reposicionamiento frente a la política económica de Luxemburgo, aun orbitando alrededor de La acumulación del capital y las inestabilidades de la demanda, es ofrecida por Riccardo Bellofiore y colegas (2009). Éste es un vínculo menos directo a las temáticas de Luxemburgo en comparación a los trabajos de Harvey sobre la acumulación primitiva, o incluso a una defensa de aquella explicación del ‘tercer sector’ que impulsa las fuerzas del imperialismo. En vez, el ‘subconsumo’ de Luxemburgo es releído a través de una mirada Kaleckiana. Surgen desproporciones entre diferentes sectores en general si los salarios se rezagan consistentemente con respecto a la productividad; y éstos surgen de manera acumulativa en algunos sectores mediante la forma específica de los ajustes caóticos en los mercados. Estas tendencias llevan a problemas sistémicos (mucho más allá de las formulaciones Keynesianas) en torno a la demanda efectiva y al nivel de producción potencial bajo condiciones de competencia capitalista e intercambio monetario.

Para Bellofiore, Luxemburgo planteó de manera apropiada las problemáticas económicas al insistir que las esferas de la producción y de la circulación están interrelacionadas, que los incentivos del capitalismo para invertir están concretamente determinados en base a las expectativas de ganancia, que la falta de demanda efectiva es acumulativa y desestabilizadora, que las economías monetarias tienen a exacerbar esa falta y que los procesos mediante los cuales las ganancias son monetizadas, siempre necesitan una exanimación concreta. Tal y como él resume su propio punto de vista:

A pesar de que los capitalistas siempre están habilitados para recibir de vuelta aquel financiamiento que ponen por adelantado para empezar la producción y para respaldar su demanda, ellos no pueden encontrar dentro de su sector una fuente adicional de dinero […] El capital necesita encontrar una demanda que sea una fuente externa de dinero adicional; por ejemplo, una demanda que no se origina del capital en sí mismo, pues es una imposibilidad estricta para la clase capitalista en general la de generar ganancias monetarias a partir del dinero inyectado en el sistema (ibíd.: 9-10).

Para Bellofiore, la relación que hace Luxemburgo entre la debilidad de la demanda efectiva nacional y el imperialismo, provee una perspectiva teórica central que ha sido excluida de las explicaciones convencionales de la globalización, en la configuración contemporánea mundial. La debilidad de la demanda a causa de las políticas de austeridad a lo largo del periodo del neoliberalismo ha sido desatada por una híper-expansión de los circuitos monetarios del capital en la forma de un activo basado en el préstamo Keynesiano que impulsa a la financiarización. Si los préstamos de capital sostienen la demanda efectiva, cuando es transpuesta sobre el mercado mundial ésta refuerza a las jerarquías imperialistas. Así también lo plantea Luxemburgo, las disciplinas financieras impuestas tanto por el poder económico como político son usadas para abrir mercados en los estados de las periferias.

Partiendo del punto de que Luxemburgo teoriza al capitalismo específicamente como una economía monetaria, y que por ende las inestabilidades potenciales del mercado consistentemente están siendo registradas como fallos de la demanda agregada, otros que revisan a Luxemburgo han remarcado su contribución en especificar los mecanismos que sostienen a la demanda efectiva. Ésta es una distinción que atraviesa todos sus escritos económicos, pero que figura de modo más prominente en La acumulación del capital y en la Anticrítica. Para los keynesianos de izquierda como Geoff Harcourt, Peter Kriesler (2012) y Jan Toporowski (2013) esto ha significado, de acuerdo a la crítica de Robinson, que se tiene que seguir de manera más cuidadosa al análisis de Luxemburgo sobre las condiciones materiales y políticas que determinan los ‘incentivos a invertir’ de los capitalistas individuales y sobre las implicaciones de la composición de la clase capitalista en total. Esto puede encontrarse, de acuerdo a ellos, en el capitalismo contemporáneo dentro de las condiciones institucionales fuera del mercado que condicionan el comportamiento corporativo. No es menor el rol de las políticas económicas del estado capitalista y, particularmente, de las formas institucionales y regulatorias de las finanzas modernas.

Dentro del marxismo, Ingo Schmidt re-utiliza los escritos políticos y económicos de Luxemburgo para hacer una disección de la fase actual del capitalismo y el punto muerto en el que se sitúa la política de las clases trabajadoras. ”La teoría de acumulación de Luxemburgo —argumenta Schmidtreconoce el rol de la intervención política de las clases gobernantes en todas las fases del desarrollo del capitalismo y, al mismo tiempo, explora las capacidades de la clase trabajadora para actuar como una fuerza anti-capitalista” (2012a: 254). Al seguir la pista de Luxemburgo, Schmidt intenta rastrear las nuevas fuentes de la demanda efectiva, por ejemplo, el gasto del estado del bienestar y del militarismo a lo largo del boom de la posguerra, y la expansión masiva de crédito así como la apertura de nuevos mercados para la penetración capitalista dado el colapso del bloque del Este, la transformación de China y del Sur global durante el periodo neoliberal. Schmidt reelabora, en cierto sentido, las modalidades que Luxemburgo enfatiza en La acumulación del capital tal y como lo son el militarismo, el impacto de los carteles, el alcance de capital en forma de préstamo y la política comercial.

El marxismo de Luxemburgo enfocado en la demanda ofrece una explicación [sobre cómo] las recesiones cíclicas se convierten en crisis estructurales del capitalismo. Las derrotas que los movimientos de los trabajadores sufrieron a lo largo de la Primera Guerra Mundial y, de nuevo, durante la década de 1970 fueron cruciales para romper la relación entre los salarios y la productividad para las décadas posteriores y el aumento subsecuente de crisis estructurales (2014: 4).7

Son las condiciones político–económicas diferenciadas que permiten la acumulación del capital, es decir, las formas concretas de la reproducción ampliada que los circuitos de capital toman que, para Schmidt, representan la clave para entender el mercado mundial del neoliberalismo.8

Luxemburgo y el imperialismo contemporáneo

Estas lecturas ofrecen una interpretación sumamente diferente de la economía política de Luxemburgo, si se deja a un lado su tesis particular sobre el derrumbe capitalista. La contribución de La acumulación del capital a una teoría del imperialismo se centra en las deficiencias estructurales de la demanda efectiva dentro del capitalismo, que lo hacen buscar un ‘tercer sector’ que las compense, con un énfasis en los mecanismos políticos directos de apropiación y realización del valor a través de la subordinación colonial. Pero el imperialismo contemporáneo, en contraste, es principalmente reproducido a través de intercambios formalmente iguales dentro del mercado mundial, guiado por un marco comercial centrado en contratos, negociados con base en reglas, y relaciones de igual entre estados —la ley del valor y el estado de derecho— en un capitalismo universal. Harry Magdoff, como todo mundo sabe, catalogó esta nueva fase del imperialismo, a partir de la posguerra en adelante, como el ‘imperio sin colonias’ en el que la rivalidad en la competencia económica estaba ahora entrelazada con interdependencias y subordinaciones políticas y económicas a través de estados formalmente iguales.

Este cambio en la dinámica del mercado mundial clarificó un punto teórico que permanecía oscurecido dentro de las formulaciones clásicas; es decir, la reproducción ampliada del capitalismo crea un mercado mundial mediante procesos de valorización, con mecanismos económicos y políticos sumamente distintos, mientras que se extiende la diferenciación e integración de unidades particulares de capital cada vez más complejas y estados en donde la producción de valor y las relaciones de clases están localizadas y materializadas.

Esta formulación implica, con Luxemburgo, desde el surgimiento del capitalismo, una división internacional de trabajo en la producción e intercambio de mercancías. Pero también sugiere la necesidad de un papel del estado, junto con sus prácticas de política económica, para mediar entre la producción local y la circulación mundial —una jerarquía de estados y relaciones de valor—. El imperialismo, por tanto, surge en la configuración del mercado global como un producto de la internacionalización de capital y las políticas económicas adoptadas por los estados, y en particular como una dominación por parte de los estados en el centro del mundo capitalista.

Esta teorización del nuevo imperialismo está bastante alejada del punto de partido de La acumulación del capital de Luxemburgo. Aun así, es todavía posible exponer un número de líneas de este texto con respecto a preocupaciones centrales de hoy:

1) Interdependencia y diferenciación. Para Luxemburgo, el imperialismo no está definido en términos de una geografía dada, sino en la continua transformación del núcleo de las economías capitalistas en su relación con “organizaciones sociales no capitalistas que son su marco para desarrollarse” (1913: 366). En este sentido, la circulación de capital es un continuo proceso de diferenciación geográfica desigual. Tal y como ella lo resumió: “La acumulación es más que una relación interna entre ramas de la producción capitalista; es principalmente una relación entre el capital y un entorno no capitalista… De esto obtenemos relaciones complicadas, divergencias en la velocidad y dirección de la acumulación de los dos departamentos, diferentes relaciones con modos de producción no capitalista en lo que respecta a elementos materiales y elementos de valor” (1913: 417). Este es el sentido en el que las tendencias hacia la igualación y diferenciación son entendidas hoy como inherentes a la competencia capitalista y al mercado mundial. Estos procesos, a la vez que crean interdependencias globales, simultáneamente dividen al bloque imperialista del bloque dominado, e incluso hacen de la diferenciación un atributo de las relaciones inter-imperiales.

2) La competencia internacional. Una consecuencia de haberse enfocado en la necesidad de una ‘exterioridad’ al capital para acumular en sus zonas centrales fue que Luxemburgo tuvo que examinar a la competencia no sólo de manera sectorial o nacional, sino de manera internacional. En La acumulación del capital, Luxemburgo presenta algunos de los mecanismos a través de los cuales esto ocurrió: nuevas zonas de demanda, creciente desplazamiento y migración de la oferta de trabajo explotable; el fomento de préstamos internacionales y la creación de mercados internacionales de mercancías. Luxemburgo, además, problematizó los orígenes y formación del capital-dinero —el crédito en su conjunto, tanto para el intercambio nacional como el internacional— invertido antes de que la producción sea vendida, que permita la acumulación. Estos puntos siguen siendo esenciales para las proposiciones modernas con las que las formas locales y particulares de la producción de valor están conectadas con los abstractos y universales flujos de dinero en el mercado mundial. La competencia internacional es, en esta lectura, un aspecto central, e históricamente específico de las relaciones inter- imperialistas (Worth, 2012; Desai, 2004: 93–96).

3) La competencia entre estados. Al definir al imperialismo como la “expresión política de la acumulación de capital en su lucha competitiva por lo que permanece abierto del entorno no capitalista” (1913: 446), Luxemburgo expone las políticas económicas exteriores de los principales estados capitalistas. Estos estados, argumentó, se involucraron en una lucha competitiva por las esferas de influencia, no como un resultado de las acciones de un solo estado, sino como el producto de su rivalidad. Estableció esto al detallar las políticas de estado basadas en el incremento de armamentos, la provisión de préstamos internacionales y la implementación de aranceles. Estas opiniones, de cualquier modo, permanecen teóricamente inmaduras (por omisión de la misma Luxemburgo). Sin embargo, éstas sugieren que la competencia entre ‘varios capitalistas’ permiten múltiples centros de poder y una configuración geopolítica particular del sistema inter-estatal (Basso, 1975: 42-43; LeBlanc, 2010: 169-70). La acumulación de capital se caracteriza por procesos tanto de internacionalización como de nacionalización (como sucede en la construcción de estados) a medida que la competencia internacional no ocurre independiente o contrariamente a los estados sino a través de ellos.

4) La ‘internacionalización’ de capital extranjero. Un resultado teórico de La acumulación de capital es que aquello que podría comenzar como ‘externo’ termina siendo ‘interiorizado’ a medida que el capitalismo se desarrolla y la circulación de capital integra al mercado mundial. Pero si el análisis aborda ”no a un solo país, sino al mercado mundial capitalista”, como propone Luxemburgo, ”no puede haber comercio exterior: todos los países son ‘el hogar’” (1913: 136). Esta no es una opinión con respecto a que el comercio no existe, sino que el tratar metodológicamente a los espacios político-económicos como entidades cerradas para ser formadas al rededor de una burguesía nacional es una idea equivocada. Este edicto metodológico es importante para el estudio del imperialismo de hoy dadas las tendencias hacia la intensificación, concentración y centralización de capital; todas estas incrementan la escala de las operaciones, la división técnica del trabajo y la complejidad territorial de las empresas capitalistas. Las corporaciones trasnacionales, por ejemplo, tienen una base en tanto que en ésta, los agentes que poseen y destinan estos recursos tienen una localización específica. Pero ellos también se convierten en agentes importantes para la acumulación, y se convierten en una parte internalizada del bloque de poder en aquellos lugares en los que invierten. En oposición a una ‘burguesía nacional’ que organiza un espacio económico para sí mismo, el estado activamente reproduce, de modo ideológico, político y mediante apoyos competitivos, tanto al capital doméstico como foráneo.

5) La internacionalización y los circuitos del capital. Una tesis central de La acumulación del capital es que la penetración capitalista en la periferia evoluciona en una lucha en contra de ‘la economía natural’, en la extensión de la economía de mercancías y en la disolución de la economía campesina con el esparcimiento de la industria capitalista. Cada fase involucra particulares flujos de excedentes de capital hacia las periferias y patrones de dominación política (Bieler, et al., 2014). Los préstamos internacionales, por ejemplo, ”amplían el alcance de la acumulación de capital; pero al mismo tiempo la restringen al crear nueva competencia para los países inversionistas. Estos conflictos inherentes al sistema de préstamos internacionales son un clásico ejemplo de divergencias espacio–temporales entre las condiciones de realización del plusvalor y de la misma capitalización” (1913: 421). Este tópico presagia la opinión actual de que las diferentes fases de internacionalización serán dominadas por una variedad de matrices de los circuitos de capital, por diferentes modalidades de desempleo desigual y, por ende, por una configuración única en el patrón de la competencia internacional.

6) La reorganización interna de estados. A pesar de que La acumulación del capital identifica a la política económica estatal como un aspecto integral del imperialismo, la organización específica del estado tanto en los centros imperialistas o en las periferias colonizadas permanece sin haberse examinado. El rol económico del estado con respecto a las políticas industriales o la administración estatal del dinero y crédito es sumamente superficial. La integración del militarismo como un aspecto integral del imperialismo, sin embargo, forzosamente levanta una serie de preguntas (Rowthorn, 1980; Kowalik, 1987). El militarismo no sólo sirve como otro ‘tercer sector’ para absorber excedentes en la producción, también se impone a sí mismo en la organización del estado y en la extensión de la mercantilización.

¿Qué sucede del divergente poder de compra al estado con fines militaristas? El capital ahora produce un equivalente de materiales de guerra para el estado en vez de producir grandes cantidades de medios de producción y subsistencia para consumidores campesinos. Los impuestos ejercen presión sobre el producto de la economía campesina para entrar en circulación u obliga a los campesinos a convertirse en compradores de productos capitalistas (Luxemburgo, 1913: 465).

Esto sugiere que los medios a través de los cuales los aparatos de estado de la política económica interna se subordinan cada vez más a aquellos que tratan con la internacionalización del capital, a las ramas del estado de las políticas exterior y militar en la mediación y protección de la circulación del capital en el mercado mundial. Las capacidades de cada estado para mediar la competencia internacional están siendo determinadas, en cambio, por sus capacidades administrativas y diplomáticas, por su lugar en la cadena imperialista y por las relaciones internas de clase.

7) Contradicciones en las relaciones interimperiales. La estructura organizacional de La acumulación del capital marcha hacia la conclusión de que los estados imperialistas dominantes luchan por el control de las zonas periféricas mientras que éstos están integrados a una matriz de bloques en competencia. “Con el desarrollo internacional del capitalismo, la capitalización del plusvalor se vuelve aún más urgente y precaria,” argumenta Luxemburgo. “De ahí el fenómeno contradictorio sobre los antiguos países capitalistas proveen mercados cada vez más grandes, y se vuelven cada vez más dependientes el uno del otro, y sin embargo compiten aún más despiadadamente por relaciones comerciales con países no capitalistas” (1913: 367). En la coyuntura anterior a la Primera Guerra Mundial, precisamente se encuentra observando la competencia económica entre los monopolios que están siendo inexorablemente desplazados hacia la rivalidad competitiva imperial entre estados dentro de una competencia militar. Pero a medida que el volumen y la complejidad de la internacionalización del capital incrementa a lo largo del tiempo, la unidad y las contradicciones en la circulación internacional del capital significan que el conflicto y la cooperación, la rivalidad de la competencia e inter-dependencia, están igualmente incrustadas en el mercado mundial. Sólo en coyunturas históricas particulares, las rivalidades competitivas entre firmas y entre estados se desbordan en una rivalidad imperial en el sentido de un conflicto militar por el liderazgo político del bloque imperialista (Panitch y Leys, 2004).

Luxemburgo y el Proyecto Socialista

La economía política de Luxemburgo, y La acumulación del capital en particular, defendió la tesis de que el desarrollo del capitalismo tendía hacia un colapso inevitable. Esto nunca representó un apoyo hacia una política del fatalismo o a la inevitabilidad del socialismo, sino todo lo contrario: su economía sirvió como una advertencia. Las ganancias que la clase trabajadora hizo en luchas económicas a favor de los salarios y el bienestar son siempre sujetas a los imperativos capitalistas para incrementar la tasa de explotación; aun cuando los trabajadores con la libertad democrática habían obtenido un triunfo en la lucha política, fueron siempre sujetos a la erosión por los esfuerzos capitalistas para mantener su régimen.9 Como Luxemburgo usualmente argumentó en contra de las miradas revisionistas de una evolución estable hacia el socialismo, ninguna clase dominante en la historia se dio simplemente por vencida en su tenencia del poder gracias a un argumento. Había pocas razones para esperar lo mismo de las clases capitalistas.

Con respecto al juicio de Luxemburgo, la burguesía estaba más que dispuesta a sacrificar libertades políticas liberales en defensa de su propiedad y de su régimen: un sentido de urgencia política era necesario para desviar un fatalismo que sólo podría servir para prepararle el terreno a un desastre político. El socialismo no surge espontáneamente de las leyes del desarrollo social o en un momento de ruptura política radical. Es sólo a través de la iniciativa propia y de una creciente autoconfianza de la clase trabajadora que un nuevo orden democrático puede adquirir cimientos. Ésta es una temática, expresada más en un modo implícito que explícito, de La acumulación del capital, que aún está atada a sus conclusiones sobre un colapso en la acumulación:

Después de cierta etapa las condiciones para la acumulación de capital tanto domésticamente como exteriormente se convierten en su mismo opuesto, éstas se convierten en las condiciones para la caída del capitalismo… En alguna etapa de [su] desarrollo no habrá ninguna otra salida más que la aplicación de los principios socialistas (466–67).

Casi un siglo después, hay una resonancia particular con respecto a estas temáticas para la Izquierda de hoy. La ‘crisis general’ en la que el capitalismo entró en 2008 (una coyuntura de derrumbe en términos de Luxemburgo) no se ha encontrado con un resurgimiento político de la izquierda o puestas en práctica de políticas anti-mercado desde los baluartes de poder en el estado. Ciertamente, el neoliberalismo ha pasado por una renovación, y continúa reteniendo su lugar como la única y exclusiva práctica de política económica que guía a los estados capitalistas, desde luego en el núcleo capitalista, pero de una u otra manera también a lo largo del mercado mundial. En esta fase de crisis, la austeridad neoliberal está siendo apoyada por el armamento de un estado cada vez más autoritario, más dispuesto que nunca a quebrantar las libertades democráticas.

La izquierda ha experimentado poco más que contratiempos durante el periodo del neoliberalismo, cada pequeña victoria o iniciativa organizacional va corriendo en contra de una derrota significativa, desde la marginalización como una fuerza parlamentaria a la fracturación de las redes que inicialmente nutren a una nueva política de los movimientos sociales en coaliciones cada vez más pequeñas y cada vez más débiles. Con la democracia liberal ahora reducida a los rituales de legitimación electoralista de las agendas de las clases gobernantes, no es sorpresivo que el eslogan político de Luxemburgo que decía ‘socialismo o barbarie’ esté de nuevo en amplia circulación dentro de las discusiones políticas.10 La frase nunca quiso ser una dura, rápida y exclusiva disyuntiva de trayectorias de desarrollo. Ésta intentó meramente capturar, de manera dramática, que los procesos caóticos del mercado que fueron una parte inevitable para la acumulación de capital, están siempre preñados de la posibilidad de un ataque hacia la democracia por la ausencia de la movilización de la clase trabajadora que se arma con su propia organización, su propio programa alternativo y su propia visión. Y es esta deficiencia que explica el sentido del fatalismo político que permea la Izquierda de hoy – ‘no hay ningún otra alternativa’ – como la experiencia vivida de la oposición socialista al neoliberalismo.

Uno de los más penetrantes —y controversiales— comentarios políticos de Luxemburgo es la insistencia en la exploración democrática de alternativas que sobresale en su texto:

paso a paso… tantear el piso, probar, experimentar, intentar un modo ahora y otro después… Lo que poseemos en nuestro programa no es más que unos pocos letreros que indican la dirección general en la que hay que buscar lo necesario… No hay ninguna clave en ningún programa de partido socialista o libro de texto… Sólo la experiencia es capaz de corregir y abrir nuevas formas (1918: 390).

La acumulación del capital aún tiene muchas lecciones que enseñar en cuanto a la dinámica del capitalismo contemporáneo y, por ende, del imperialismo contemporáneo. Pero como todas sus contribuciones a la teoría socialista y a la estrategia, La acumulación es también insistente en cuanto a las limitaciones políticas de lo que los reformadores de la posguerra llegaron a llamar, en lo que ahora claramente es un término completamente equivocado, capitalismo democrático. Ésta es una percepción teórica que está siendo reaprendida hoy de manera muy dolorosa.

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Schutrumpf, Jorn (2008) Rosa Luxemburg or: The Price ofFreedom, Berlín, Rosa Luxemburg Foundation.

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Worth, Owen (2012) “Accumulating the Critical Spirit: Rosa Luxemburg and Critical IPE” en International Politics, vol. 49.

1 No es por descuidar el tan conocido argumento de Lukács (1924: 131-32) en el que relacionó la strategy of attrition de Kautsky con sus compromisos que lo llevaron a la Primera Guerra Mundial con la tesis del imperialismo como ‘oportunidad para el desarrollo’. Por el contrario, el observó que Luxemburgo tuvo una estrategia centrada en la ‘huelga de masas’ y la necesidad del imperialismo.

2 Trincado (2010: 153-54) argumenta que Luxemburgo también parte de aspectos importantes de las posturas de Marx en el Volumen I con respecto al excedente.

3 Sweezy (1942: 179) señaló que Kautsky en 1902 había descrito la teoría de la crisis de los marxistas en términos de que el consumo crece menos rápido que la acumulación. Por ende: “La industria capitalista debe, por lo tanto, buscar mercados adicionales fuera de su dominio en naciones no capitalistas y en otros estratos de la población. Kautsky y otros señalaron también que las crisis eran cada vez más severas a lo largo del tiempo, un tema que también Luxemburgo adoptó. Pero en su introducción a los escritos económicos de Luxemburgo, Peter Hudis (1913) observa que en su disertación de 1897 sobre el desarrollo económico de Polonia, ella ya había iniciado el tema teórico en cuanto a que cualquier vía de desarrollo en exclusivo estaba cerrada por el capitalismo, quien pugna por “materialmente unir a dos lugares distantes… para hacerlos económicamente dependientes entre sí”.

4 Numerosas críticas trajeron a discusión esta problemática, pero la de Bauer fue la que ganó atención y sirvió para respuestas subsecuentes. Véase Gaido y Quiroga (2013), Howard y King (1989: cap. 6), y Darity (1979). Sweezy (1942: 202-207) sugirió que ella postuló, en esta parte de su análisis, “una falsa solución a un problema engañoso”: que el capital variable podía resolverse por un tercer sector pues éste es inadecuado para explicar el estancamiento secular, pero él lo explica en términos del rol de los monopolios en restringir la inversión y la demanda efectiva.

5 Ver los comentarios de Maurice Dobb (1955) sobre Robinson y Luxemburgo.

6 Fine (2012) toma una posición sumamente distinta al argumentar que no hay necesidad de un ‘tercer sector’, sino que el capitalismo expande a la producción (de mercancías) no capitalista y también a través de la socialización de la vida social mediante la agencia del estado.

7 Estos temas son posteriormente desarrollados por Schmidt (2010; 2012B).

8 Hudis (2012; 2014) retoma muchos de estos temas pero rechaza la interpretación keynesiana de estas argumentaciones. Él hace énfasis en la crítica de Luxemburgo a la irracionalidad del capitalismo por estar siempre abierto a crisis económicas y, así, relacionando ideas con la crisis actual.

9 Algunos de los mejores intentos por relacionar las estrategias política y económica de Luxemburgo de su tiempo con su relevancia para hacer hoy un nuevo socialismo son: Geras (1976), Eley (1980), Chutrumpf (2008) y Schulman (2013).

10 La frase se origina con el comentario de Karl Kautsky sobre el Programa de Erfurt escrito en 1888 y publicado posteriormente en inglés como La lucha de clases.

 

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2 respuestas a Rosa Luxemburgo y el capitalismo contemporáneo

  1. Anónimo dijo:

    Adjunto te envío la colaboración.

    Saludos,

    Francisco Umpiérrez

    ________________________________

  2. Apreciado camarada Antonio O, Gracias por acercarme a este tesoro legado por Rosa Luxemburgo. Se me ha venido la idea de que, a la luz de esa teoría económica de Rosa, se puede producir un análisis más profundo de la debacle del capitalismo actual, añadiendo un factor de aceleración que le ha aparecido, cual es la crisis del dominio por bancarización debida a la tendencia creciente de la virtualización monetaria. Teniendo este fenómeno en cuenta, estimo que no tardará en aparecer con nitidez ese tercer sector del modelo Luxemburgo, investido en la forma de, cada vez mas, núcleos productivos en equipropiedad obrera, sin patronazgo, interconectados en una verdadera economía socialista nacional e internacional, y con una moneda digital propia que permita el intercambio intranúcleo, en primera fase, y luego internucleos. Dejo la idea para tu reflexión. Quizás te animes a conformar uno de esos núcleos con tus amigos cercanos. Saludos cordiales, desde Cumaná. Rafael Lemus.

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