La teoría del dinero: dinero-mercancía, dinero «ideal» y dinero «real»

finanzas (Edges)¿Quién de nosotros no ha escuchado que no vale la pena protestar, ni hacer huelgas ni ir a manifestaciones?, que no vale para nada, que las cosas no cambian…; pues a veces -pocas, eso si- la realidad pone a cada uno en su sitio. Gracias a la lucha continua y mantenida por el pueblo de Madrid, han conseguido paralizar la privatización de la sanidad pública y de rebote, han propiciado la dimisión del consejero de turno y le anota una importante derrota al PP. Si se lucha se puede o no ganar, si permaneces como un vegetal, desde luego que no. Por otro lado, acogemos con gran regocijo las luchas internas del PP (con un poco de suerte, explotan en mil pedazos).

De vuelta al marxismo, coincidiremos que el núcleo central de la teoría económica de Marx consta de tres estudios: un análisis sobre el valor, un análisis sobre el dinero y un análisis del capital y de la plusvalía. Nuestra entrada de hoy se centra en el segundo, en el tema del dinero a través del trabajo de Ghislain Deleplace. ¿Dispuestos?…

Salud. Olivé

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LA TEORÍA DEL DINERO: DINERO-MERCANCÍA, DINERO “IDEAL”, DINERO “REAL”

Ghislain Deleplace

La teoría monetaria atribuida generalmente a Marx descansa sobre la idea según la cual el dinero es una mercancía especial (1). Se sostendrá aquí que Marx proporciona argumentos para considerar el dinero como una condición de la existencia de las mercancías sin que ella misma lo sea. El dinero se presente entonces como unidad de cuenta («dinero ideal”) y medio de compra (“dinero real”). Esta teoría monetaria aún permanece inacabada pero es específica.

1. El dinero-mercancía

El punto de partida del análisis es el papel del dinero en la homogeneización de los trabajos privados. Este análisis lleva a un estudio de las “formas del valor” donde Marx intenta la integración del dinero en la teoría del valor.

A. Dinero y heterogeneidad de los trabajos

El dinero es para Marx aquello que, en el intercambio, permite hacer conmensurables las mercancías heterogéneas a través de sus valores de uso y, por tanto, se trata de hacerlas existir como magnitudes de valor. Dado que a la pareja valor de uso/valor Marx le hace corresponder la pareja trabajo concreto (privado)/trabajo abstracto (social), el dinero aparece también como lo que permite hacer conmensurables los trabajos privados heterogéneos y, por lo tanto, dichos trabajos aparecen como cantidades de trabajo social. Pero esto es una consecuencia de ello, y no su causa. A pesar de la importancia que Marx atribuye al trabajo como “sustancia” del valor, la constitución de la unidad social (el valor) se hace a través de la evaluación de las mercancías en dinero en el momento del intercambio, y no por la evaluación de los trabajos en dinero cuando estos se intercambian en la relación salarial. La prueba es que el dinero es introducido por Marx desde el análisis del intercambio, en el capítulo 1 de El Capital, mucho antes de la introducción del salario (que sólo se hace en el capítulo 6). Se trata de una diferencia evidente con Ricardo. En la agregación de las distintas cantidades de trabajo incorporadas en las mercancías, Ricardo encuentra también el problema de la proporcionalidad del trabajo: las horas proporcionadas por los diferentes trabajadores no deben ser contabilizadas de la misma manera. Ricardo resuelve este problema, después de Smith, suponiendo que la escala dada de salarios constituye una aproximación aceptable de la jerarquía de los trabajos (2): si a un trabajador se le paga dos veces el salario de base, la hora de trabajo que el proporciona debe ser contabilizada por el doble de la hora ordinaria. Es pues la relación salarial misma la que proporciona los diferentes trabajos. Esto sucede de manera distinta en Marx: esta tarea incumbe, no al intercambio de los trabajos sino al intercambio de sus productos; y el dinero que es el instrumento de esta manera social particular de contar el trabajo empleado en la producción de un objeto desempeña este papel como medio de intercambio general y no como medio de pago de los salarios.

Pero al mismo tiempo se tiene el presentimiento que la referencia al trabajo ya no es necesaria para la comprensión del dinero, como tampoco lo es para la comprensión del valor. Es lo que se verificará con las dificultades encontradas por Marx para caracterizar el trabajo del productor y de lo que es el dinero por excelencia: el oro. En el estudio del intercambio en general, considerado como relación social, que puede descubrirse la naturaleza del dinero, y no en el análisis de las características del trabajo, cualquiera sea su forma (asalariada o no). Ahora, es precisamente este rol del dinero para expresar el valor de las mercancías en las transacciones que, según Marx, los economistas (incluso los mejores) han sido incapaces de analizar:

Una de las fallas fundamentales de la economía política clásica es que nunca logro desentrañar, partiendo del análisis de la mercancía y más específicamente del valor de la misma, la forma del valor, la forma misma que hace de él un valor de cambio. Precisamente en el caso de sus mejores expositores, como Adam Smith y Ricardo, trata la forma del valor como cosa completamente indiferente, o incluso exterior a la naturaleza de la mercancía. Ello no solo se debe a que el análisis centrado en la magnitud del valor absorba por entero su atención. Obedece a una razón más profunda. La forma del valor asumida por el producto del trabajo es la forma más abstracta, pero también la más general, del modo de producción burgués, que de tal manera queda caracterizado con tipo particular de producción social y con esto, a la vez como algo histórico. Si nos confundimos y la tomamos por la forma natural eterna de la producción social, pasaremos también por alto, necesariamente, lo que hay de específico en la forma de valor y por tanto en la forma de la mercancía, desarrollada luego en la forma de dinero, la de capital (p.98-99, nota 32).

Se observará que para Marx, la debilidad de los economistas clásicos reside en su incapacidad de “desarrollar” una teoría del valor de cambio a través de una teoría monetaria. El estudio de ésta, tanto antes de Marx como después, confirma lo acertado de este punto de vista. Sin embargo, es necesario preguntarse si Marx tuvo más éxito en este “desarrollo”. En todo caso Marx concede a esta cuestión una atención mucho más marcada que sus predecesores o sucesores (con la excepción notable de Keynes), ya que su teoría del dinero aparece desde las primeras páginas de El Capital, con el análisis de las “formas del valor”.

B. Las “formas del valor”

Marx introdujo el dinero en la teoría del valor examinando sucesivamente las diferentes “formas” bajo las cuales el valor de una mercancía se manifiesta. Una “forma del valor” es la forma concreta que ese valor adopta en el intercambio, como la imagen de un cuerpo que se refleja en un espejo, que no es más que el valor de cambio de la mercancía, y la distinción entre estas diferentes “formas” se refiere simplemente a lo que sirve para medir este valor de cambio. Marx distingue cuatro “formas”:

I. La “forma simple o accidental”: el valor de cambio de i es una cantidad de una mercancía j cualquiera contra la cual ella se cambia.

II. La «forma desarrollada»: el valor de cambio de i es la serie de las cantidades de las mercancías 1 … j … n contra las cuales ella se cambia: El valor de una mercancía, por ejemplo el lienzo, queda expresado ahora en otros innumerables elementos del mundo de las mercancías. Todo cuerpo de una mercancía se convierte en espejo del valor del lienzo (p.77).

III. La “forma general”: ahora son los valores de cambio de las mercancías 1 … j … n que son medidos por cantidades de i, que es su unidad de medida común o “equivalente general”: las mercancías se manifiestan ahora no sólo como cualitativamente iguales, como valores en general, sino, a la vez, como magnitudes de valor comparables cuantitativamente. Como aquellas ven reflejadas sus magnitudes de valor en un único material, en lienzo, dichas magnitudes de valor se reflejan recíprocamente, unas a otras (p.82).

IV. La “forma dinero u oro”: el valor de cambio se convierte en el precio monetario; el “equivalente general” de todas las mercancías ya no es un mercancía i arbitraria, sino esta mercancía que la sociedad ha consagrado como dinero, el oro: La forma IV, al contrario, no se distingue en nada de la forma III, si no es en que ahora, en vez del lienzo, es el oro el que reviste la forma de equivalente general. El progreso consiste tan solo en que ahora la forma de intercambiabilidad general directa, o la forma de equivalente general, se ha soldado de modo definitivo, por la costumbre social, con la específica forma natural de la mercancía oro (p.85-86).

¿En qué difiere este análisis de las “formas del valor” de la relación entre el valor y el dinero de los economistas clásicos? Difiere en un aspecto importante: Tanto en Smith como en Ricardo, el problema de la medida del valor de cambio (el patrón) es separado del problema del medio de cambio (dinero)(3). Si el primer problema es esencial para la elaboración de una teoría de los precios relativos, el segundo no puede ser articulado a esta última teoría de una manera satisfactoria, de tal manera que el valor de cambio sigue siendo real. En Marx, la única unidad de medida del valor de cambio socialmente reconocida es el medio de cambio, es decir el dinero; y la existencia de intercambio monetario es la negación de una ficción atribuida por Marx a los economistas clásicos: el intercambio de trueque. Al respecto Marx escribe:

Cabría imaginarse, por consiguiente, que se podría grabar en todas las mercancías, a la vez, la impronta de ser directamente intercambiables, tal como cabría conjeturar que es posible convertir a todo católico en el papa. Para el pequeño burgués, que ve en la producción de mercancías el nec plus ultra (extremo insuperable) de la libertad, humana y de la independencia individual (p.84, nota 24).

Pero parece contradictorio, como lo hace Marx, querer deducir la “forma monetaria del valor” de su “forma simple”, de la misma manera que en Smith el intercambio monetario aparece como la generalización del intercambio de trueque (4). Marx vio claramente que el desafío de este enfoque es el tratamiento de dinero como una mercancía. En el análisis de las formas del valor, el punto nodal es la transición de la forma II a la forma III, que hace aparecer el concepto de equivalente general. La forma IV “no difiere en nada”, dijo Marx, de la forma III, salvo la sustitución de i por el oro. Que el dinero sea así deducido del equivalente general implica suponer que tiene un valor y que es una mercancía igual que los “espejos” utilizados para las formas I y II. El dinero es incluso la mercancía por excelencia puesto que el equivalente general es, de acuerdo con la cita tomada de Marx (1859), un “trabajo general materializado”.

El análisis de las “formas del valor” lleva a la conclusión siguiente: el dinero es integrado por Marx en su teoría del valor como una mercancía. Ahora Marx debe, como cualquier autor, plantearse la siguiente pregunta: ¿esta integración es exitosa, es decir, es coherente tanto con la teoría del valor como con la definición de dinero?

2. El dinero, condición de existencia de las mercancías

La crítica de la integración del dinero en la teoría del valor es realizada por Marx a partir del capítulo 2 de El Capital (titulado “El proceso del intercambio”). Esta crítica se apoya, no sin ambigüedades, sobre la “exclusión” del dinero y aparece contradictoria con el deseo de mantenerle al dinero un estatus de mercancía a través del “trueque del oro”.

A. El dinero, mercancía “excluida”

El punto de partida del capítulo 2 es la afirmación según la cual la concepción del intercambio es una relación social entre propietarios privados. Volvemos a encontrar la cita de la sección anterior:

Para vincular esas cosas entre sí como mercancías, los custodios de las mismas deben relacionarse mutuamente como personas cuya voluntad reside en dichos objetos, de tal suerte que el uno, solo con la voluntad del otro, o sea mediante un acto voluntario común a ambos, va a apropiarse de la mercancía ajena al enajenar la propia. Los dos, por consiguiente, deben reconocerse uno al otro como propietarios privados (p.103).

La naturaleza del intercambio combina dos actos voluntarios:

– Como comprador, el individuo es atraído por el valor de uso de la mercancía que compra (la cual no tiene ningún valor de uso para su vendedor). Se trata solamente de una cuestión de gustos y el intercambio no es para el más que un asunto individual (p.105).

– Como vendedor, el individuo quiere realizar el valor de la mercancía que posee, independientemente de la razón por la cual otro individuo se la compra. Se trata de la cuestión de la evaluación por los demás y el intercambio es para él un proceso social general (p.105).

Considerado así, el intercambio no puede existir:

Pero el mismo proceso no puede ser a un mismo tiempo, para todos los poseedores de mercancías, exclusivamente individual y a la vez exclusivamente social general. Si examinamos el punto más de cerca, veremos que a todo poseedor de mercancías toda mercancía ajena se le presenta como equivalente particular de la suya, y ésta como equivalente general de todas las demás. Pero como esto se aplica igualmente a todos los poseedores de mercancías, ninguna de ellas es equivalente general y, en consecuencia, las mercancías no poseen una forma de valor relativa general en la que puedan equipararse los valores, compararse en cuanto magnitudes de valor. Las mercancías, pues, en absoluto se enfrentan entre sí como mercancías, sino solamente como productos o valores de uso (p.105).

Esta afirmación es una crítica lúcida de la idea, expresada por Marx en el capítulo 1, según la cual las formas no monetarias del valor son relevantes para la comprensión de una sociedad de mercado. La expresión de los valores de las mercancías exige una medida común de todos los trabajos privados; las relaciones espontáneas entre los individuos generan tantas medidas posibles de las mercancías que no puede haber ninguna que sea común. Estas medidas sólo son subjetivas y las relaciones de trueque entre los agentes privados no tienen un carácter social.

Para que el intercambio pueda ser una relación social (o, dicho de otra manera, que una sociedad de mercado pueda existir), algo debe ocurrir que no sea un simple “desarrollo” de las relaciones de trueque entre individuos. En contraste con lo que Marx escribió en el capítulo 1, “la forma dinero” del valor IV no es un “progreso” de la “forma valor general” III (y, en consecuencia, de las formas “simple” I y “desarrollada” II). La “forma dinero” constituye una ruptura fundamental que cambia completamente la naturaleza del intercambio. ¿Qué fue lo que ocurrió entonces? Responde Marx:

solo un acto social puede convertir a una mercancía determinada en equivalente general. Por eso la acción social de todas las demás mercancías aparta de las mismas una mercancía determinada, en las cuales todas ellas representan sus valores. Su carácter de ser equivalente general se convierte, a través del proceso social, en función específicamente social de la mercancía apartada. Es de este modo como se convierte en dinero (p.106).

Se nota la ambigüedad de estas frases. Por un lado, el dinero es concebido como equivalente general, y como tal, es una “mercancía especial”. Por otro lado, es el “resultado de una acción social” específica que lo “excluye”. Esta “acción social” no tiene nada con un proceso histórico (como en Smith) en el cual la humanidad descubriría progresivamente que los metales preciosos tienen propiedades naturales que los hacen elegibles para desempeñar la función de medio de cambio, transformando así una economía de trueque en una economía monetaria. El dinero interviene en el funcionamiento regular de la sociedad de mercado: es en el proceso de la creación de dinero que, según Marx, una mercancía (el oro) llega a ser dinero:

La dificultad no estriba en comprender que el dinero es mercancía, sino en cómo, por qué por intermedio de qué una mercancía es dinero» (p.112).

Pero ¿cómo el oro llega a ser dinero? Pues a través de su propio trueque.

B. El “trueque del oro”

De acuerdo con Marx, dado que el dinero es una mercancía, entonces se le aplica una teoría del valor como a cualquier otra mercancía:

Al igual que todas las mercancías, el dinero solo puede expresar su propia magnitud de valor relativamente, en otras mercancías. Su propio valor lo determina el tiempo de trabajo requerido para su producción y se expresa en la cantidad de toda otra mercancía en la que se haya solidificado el mismo tiempo de trabajo. Esta fijación de su magnitud relativa de valor se verifica en su fuente de producción, por medio del trueque directo. No bien entra en la circulación como dinero, su valor ya está dado (p.112).

Esta afirmación es repetida en el capítulo 3, cuando es analizado el medio de circulación:

Para que el oro funcione en cuanto dinero, tiene que ingresar, naturalmente, por algún punto cualquiera en el mercado. Ese punto está en su fuente de producción, donde, como producto directo del trabajo, se intercambia por otro producto laboral de valor idéntico (p.133).

A diferencia de otras mercancías para las cuales el trueque no tiene carácter social sino que es una relación puramente privada, el trueque del oro (es decir el intercambio que hace su productor contra cualquier otra mercancía) es la “acción social” a través de la cual se crea el dinero. Aquí residiría la “especialidad” de la mercancía-dinero. Esta afirmación es sorprendente si se la compara con la insistencia de Marx en el “doble carácter” del trabajo (privado y social). El trabajo del productor de oro está, en efecto, desprovisto de este doble carácter, pues ocurre solo una de dos cosas:

– O el trabajo del productor de oro es inmediatamente social en el momento en el cual es gastado, lo que permite a las mercancías intercambiadas contra este trabajo expresar su valor, pero este trabajo no es, por definición, jamás privado;

– O es el oro producido por trabajo privado, pero este trabajo no puede ser evaluado socialmente cuando se hace trueque contra un bien cualquiera puesto que sólo el intercambio contra dinero permite tal evaluación.

En la ausencia del doble carácter del trabajo que lo produce, el oro que es trocado al momento de salir de la mina no puede ser considerado como una mercancía. Tal trueque es una relación puramente privada entre el productor de oro y el poseedor del bien intercambiado, sin ningún contenido social. La identificación de la “acción social” en la cual “una mercancía llega a ser dinero” se queda corta. El dinero no es pues la consecuencia (como quería establecerlo Marx con su teoría de las “formas de valor”) de la existencia de las mercancías, sino al contrario su condición. El dinero no puede ser deducido del valor, sino que es la condición de la evaluación social de los individuos en la sociedad de mercado. Observamos que esta sorprendente conclusión no se alcanza mediante la exclusión del trabajo de la teoría del valor, como se había sugerido hacerlo, sino apoyándose en el “doble carácter del trabajo” subrayado por Marx. Evidentemente, el resultado habría sido el mismo si en lugar del productor de oro se hubiera considerado el poseedor de oro, para hacernos la pregunta de su doble carácter de persona privada y de individuo social: hablar de la división social del trabajo, es en efecto, hablar de una sociedad de propiedad privada.

3. La unidad de cuenta y el medio de compra

El análisis anterior lleva a rechazar una concepción del dinero-mercancía, aún considerándolo como “especial”. Este rechazo va más allá de la simple constatación del fracaso de Marx en la integración del dinero en su teoría del valor, el mismo fracaso de los demás economistas. Esto se debe a que, persiguiendo un objetivo inalcanzable, se plantean dos cuestiones fundamentales: por un lado, el dinero como unidad de cuenta (que es la condición de la evaluación social de los individuos) y, por otro lado, la creación monetaria (¿cuál es el procedimiento –“la acción social”- que permite a un objeto -el oro- convertirse en dinero?). Ambas cuestiones deben ser tratadas en conjunto: el dinero es la condición del intercambio como relación social ya que proporciona una medida común de las mercancías y de sus propietarios, pero no es creado a través de un intercambio. Para entender cómo se crea el dinero, debemos examinarlo bajo dos aspectos: la unidad de cuenta y el medio de compra, lo que revela una posibilidad de crisis.

A. El “dinero ideal” (la unidad de cuenta)

El valor de las mercancías, como se ha visto, debe “manifestarse en las transacciones sociales”. ¿Cómo? Ese es el objeto del capítulo 3 de El Capital: “El dinero o la circulación de mercancías” a lo largo del cual los términos “oro” y “dinero” son utilizados indiferentemente puesto que, con el objeto de simplificar, [se parte] del supuesto de que el oro es la mercancía dineraria (p.115). Cuando el poseedor de la mercancía se presenta en el mercado, él le atribuye un “precio ideal”, es decir, una cantidad definida de esta unidad de medida del valor de cambio socialmente reconocida, el dinero:

El precio o la forma dineraria del valor característica de las mercancías es, al igual que su forma de valor en general, una forma ideal o figurada, diferente de su forma corpórea real y palpable. El valor del hierro, del lienzo, del trigo, etc., aunque invisible, existe en esas cosas mismas; se lo representa mediante su igualdad con el oro, mediante una relación con el oro, la cual, por así decirlo, es sólo como un duende que anduviera en sus cabezas. De ahí que el custodio de las mercancías tenga que prestarles su propia lengua, o bien colgarles un rótulo, para comunicar sus precios al mundo exterior (p.116-117).

Para que el comerciante “anuncie su precio”, el dinero es necesario, pero solamente bajo una forma “ideal”: Como la expresión de los valores mercantiles en oro es ideal, el oro que se emplea en esta operación es también puramente figurado o ideal. […] En su función de medida del valor, por consiguiente, el dinero sirve como dinero puramente figurado o ideal (p.117). Este “dinero ideal” es simplemente la unidad de cuenta que proporciona el lenguaje común en el cual los precios de las mercancías deben ser medidos para que sus valores puedan expresarse cuando ellas entran en el intercambio: Las mercancías se dicen así lo que valen, en sus nombres dinerarios, y el dinero sirve como dinero de cuenta toda vez que corresponde fijar una cosa como valor, y por tanto fijarla bajo un forma dineraria (p.123).

Para ser común, este lenguaje debe ser único, lo que excluye la coexistencia de dos unidades de cuenta: la duplicación de la medida del valor contradice la función de la misma (p.118). Observamos que la función de unidad de cuenta hace parte en Marx de la definición de dinero; esto contrasta con su ausencia en la economía política tanto clásica como marginalista, donde la medida de los valores de cambio es no monetaria (habrá que esperar a Keynes, 1930, y por supuesto, a Keynes, 1936, para reencontrar un análisis monetario fundado en la unidad de cuenta).

B. El “dinero real” (el medio de pago)

Esta expresión del valor de las mercancías “anunciado” por su vendedor es meramente “ideal”. Por un lado, la mercancía tiene una forma completamente real (“la rudeza de su cuerpo” se entiende en la cita de mistress Quickly), pero no social puesto que está desprovista de una medida común. Por otro lado, tiene una forma social (su precio en dinero), pero meramente “ideal” hasta tanto la venta no haya concluido. La mercancía es realmente valor de uso; su carácter de ser valor se pone de manifiesto sólo de manera ideal en el precio, que la refiere al término opuesto, al oro, como su figura real de valor (p.128). En efecto no es sino porque su vendedor la estima en un cierto precio en dinero que los compradores están dispuestos a pagarla. La prueba es pues que el precio “ideal” propuesto por el vendedor se convierte en “real”, debido a que la venta se realiza efectivamente a este precio, contra la entrega de un dinero que ya no es unidad de cuenta (“dinero ideal”), sino medio de compra (“dinero real”):

La realización del precio o de la forma de valor sólo ideal de la mercancía, es a la vez, y a la inversa, realización del valor de uso sólo ideal del dinero. […] Si el oro se transformó en dinero ideal o medida del valor, ello obedeció a que todas las mercancías midieron en oro sus valores, convirtiéndolo así en contraparte figurada de la figura de unos de ellas, en la figura que reviste el valor de las mismas. El oro deviene dinero real porque las mercancías, a través de su enajenación generalizada, lo convierten en la figura de uso efectivamente enajenada o transformada de ellas mismas, y por tanto en su figura efectiva de valor. En su figura de valor, la mercancía hace desaparecer todas las huellas de su valor de uso natural y del trabajo útil particular al que debe su origen, para devenir esa crisálida que es solo concreción material social uniforme de trabajo humano diferenciado. El aspecto exterior del dinero, pues, no da margen para descubrir de qué tipo era la mercancía convertida en él. En su forma dineraria, la una tiene exactamente la misma apariencia que la otra. Por consiguiente, bien puede ser que el dinero sea una basura pero la basura no es dinero (p.132-134).

¿En qué condiciones se puede producir la “realización” del precio “ideal”? En otras palabras, ¿en qué condiciones el precio monetario efectivamente constatado en el intercambio (la cantidad de dinero-medio de compra por unidad de mercancía intercambiada) es igual al precio monetario esperado por el vendedor (la cantidad de dinero-unidad de cuenta por unidad de mercancía ofrecida a la venta)? Claramente, la presencia de un poder de compra monetario en las manos de los compradores es una condición necesaria pero no suficiente; es necesario que este poder de compra sea precisamente aquel que asegura esta igualdad. En los términos usuales de los economistas, es necesario que la confrontación de la oferta y de la demanda conduzca a la formación de un precio monetario de la mercancía igual al precio esperado por el oferente.

Así que necesitamos en este momento de una teoría de la formación de los precios monetarios de las mercancías. ¿Cuál es la que Marx propone? Sorprendentemente, no hay respuesta a esta pregunta en el capítulo 3, mientras que se percibe que la teoría del dinero (unidad de cuenta y medio de compra) se confunde ahora con la teoría del precio (“ideal” y “realizado”). En otras palabras, ya no se trata, como lo ha intentado vanamente hacerlo Marx en su análisis de las “formas del valor”, de integrar la teoría del dinero en la teoría del valor sino de elaborar una teoría del dinero que sea al mismo tiempo una teoría del precio. ¿Por qué pues Marx no afronta esta cuestión en este punto de El Capital? Es de suponer que está deseoso de pasar del análisis de la mercancía al del capital (lo que él hace a partir del capítulo 4), y estima que es más importante el resto Capítulo 3 para analizar otras funciones del dinero: el “medio de circulación” a nivel macroeconómico (con la determinación del nivel general de precios y de la velocidad de circulación del dinero) ; el “medio de atesoramiento” (reserva de valor) (4); el “medio de pago” (en el comercio a crédito) y el «dinero universal” (medio de ajuste de cuentas internacionales). Al hacerlo, Marx se encierra en un análisis funcional del dinero que lo aleja de la teoría de los precios.

C. El “salto mortal de la mercancía” (la posibilidad de crisis)

Poniendo en un mismo escenario la cuestión de la relación entre el dinero “ideal” (unidad de cuenta) y dinero “real” (medio de pago) y aquella de la relación entre precio “ideal” (esperado por el vendedor) y precio “realizado” (efectivo), Marx se da cuenta de que el precio “realizado” puede ser menor que el precio “ideal”. En sus propias palabras, dos factores pueden explicarlo, incluso si la mercancía es un valor de uso para sus compradores potenciales: o el trabajo privado estimado como trabajo social por su productor es menor que el trabajo social efectivo; o la cantidad de mercancía llevada al mercado solo puede ser plenamente vendida a un precio inferior:

Si el estómago del mercado no puede absorber la cantidad total de lienzo al precio normal de 2 sh. Por vara, ello demuestra que se consumió, bajo la forma de la fabricación de lienzo, una parte excesivamente grande del tiempo de trabajo social en su conjunto. El resultado es el mismo que si cada uno de los tejedores hubiera empleado en su producto individual más tiempo de trabajo que el socialmente necesario. Aquí se lo aplica lo de que pagan justos por pecadores. Todo el lienzo puesto en el mercado cuenta como un artículo único; cada pieza, solo como una parte alícuota (p.131).

La transformación del precio “ideal” en precio “realizado” no está garantizada, todo lo contrario, se trata de un “salto peligroso” que debe ejecutar la mercancía: El salto que el valor mercantil da desde el cuerpo de la mercancía al del oro, es el salto mortal de la mercancía. Si fracasa, la que se verá chasqueada no será precisamente la mercancía sino su poseedor (p.129). Esta “frustración” no tiene nada de psicológico: se mide precisamente por la diferencia entre el precio “ideal” (esperado por el vendedor) y el precio “realizado” (que eso que se embolsa al fin de cuentas). Cada entrada de un poseedor de mercancías al escenario en que tiene lugar el proceso de intercambio, al mercado (p.128), lo expone así a un riesgo de fracaso, lo que Marx llamó en los manuscritos preparatorios a El Capitalla posibilidad de crisis”:

He aquí cómo se presenta la posibilidad de crisis en la metamorfosis de la mercancía. En primer lugar, se necesita que la mercancía, como valor de uso, exista realmente, y, como valor de cambio, en el precio, exista idealmente, transformada en dinero. […] La posibilidad de crisis, siempre que aparece en la forma simple de la metamorfosis, resulta pues únicamente de esto: las diversas formas – fases – que la mercancía recorre en su movimiento, son por un lado, formas y fases que necesariamente se complementan, pero por otro lado, a pesar de esta coherencia interna necesaria, son partes y formas del proceso independientes, que pueden estar y están separadas, que no coinciden en el tiempo ni en el espacio. La posibilidad de crisis reside, por lo tanto, únicamente en la separación de la venta y de la compra. […] La venta y la compra se pueden separar. Ellas son, pues, crisis en potencia y su conjunción es siempre un momento crítico para la mercancía (Marx, 1861-1863, tomo II, p.606-608; P.2, p.474-6).

Marx señala que esta posibilidad de crisis no existe en el trueque, donde la única “dificultad” posible (para hablar como Smith) ocurre cuando el bien no es un valor de uso para el comprador; por lo que no hay intercambio en absoluto. Aquí, el “momento crítico” no sucede porque la mercancía carezca de valor de uso sino porque la cantidad de dinero que compra la mercancía es inferior a lo que esperaba el vendedor. Esto pasa porque en el intercambio monetario una venta no es ipso facto una compra.

Pero Marx no ve que esta “posibilidad de crisis” sólo puede ser verdaderamente analizada si se dispone de una teoría explicativa del nivel de la brecha entre el precio “ideal” y el precio “realizado”, como preludio a un análisis del proceso de ajuste que explique la evolución de esta brecha. Marx centra su atención en el libro II de El Capital sobre la “transformación de la posibilidad de crisis en su realidad”, es decir, el problema de la crisis general ligada a la circulación del valor en una economía capitalista. Su teoría del dinero sigue incompleta, lo que no le impide ser específica.

4. Una teoría incompleta pero específica

En ausencia de una teoría completa de la formación de los precios monetarios en el libro I de El Capital, podríamos preguntarnos si las condiciones que establece Marx en su elaboración lo distinguen significativamente de las principales autoridades en la materia, antes y después de él. Una respuesta positiva conduce a sugerir prolongaciones posibles en las nociones de amonedación y de régimen monetario.

A. La formación de los precios: Marx frente a Walras, Marshall y Smith

En una primera dirección, debemos constatar un elemento común a todos estos autores así como también a la gran mayoría de economistas que se interrogan sobre la teoría de los precios: en Marx, el agente económico individual no tiene la facultad de fijar el precio efectivo (“realizado”) al cual se llevan a cabo los intercambios. Reencontramos aquí lo que designan algunos economistas como la “competencia perfecta” pero, diferente a éstos, no se trata de una hipótesis particular sobre el tipo de mercado sino la idea según la cual el precio es un hecho social que escapa al control de los agentes particulares.

Desde este punto de vista común, pueden aparecer las diferencias con Léon Walras. En éste autor, la ausencia de control de los agentes individuales sobre los precios es interpretada de una manera radical: los precios son anunciados por un “subastador” que no es ni un vendedor ni un comprador, es decir, que no es un agente (ver Walras, 1874, 1900). La diferencia con Marx radica en la ausencia de precio “ideal” anunciado por el vendedor. Esta representación del mercado ha adoptado una forma exacerbada en la moderna teoría del equilibrio general walrasiano (el “modelo a la Arrow-Debreu”), donde la figura molesta del “subastador” va acompañada de una separación completa entre tres problemas reunidos en Marx: la formación de los precios, la realización de los intercambios y la circulación del dinero.

La proximidad de Marx con Alfred Marshall parece más grande. El lado oferta se manifiesta por un “precio de oferta” que es el precio exigido por los proveedores para producir una cantidad determinada de una mercancía, y el lado demanda, se manifiesta por un “precio de demanda” que es el precio que los demandantes están dispuestos a pagar por una determinada cantidad de mercancía (ver Marshall, 1890). Aunque el “precio de oferta” de Marshall se parece al precio “ideal” de Marx, hay una diferencia esencial: cuando el precio de la oferta y el precio de demanda no son iguales (en desequilibrio), el “precio de mercado” (es decir, el precio al que el intercambio tiene lugar, y que corresponde al precio “realizado” de Marx) es el “precio de demanda”. Desde la perspectiva de Marx, esto sería arbitrario porque supondría que la sociabilidad se encarna en el comportamiento de los demandantes. Ahora, lo que confiere a la demanda su carácter social -la detención de “dinero real”, es decir, de un poder de compra general- está ausente en el comportamiento de los demandantes en Marshall pues éstos se encuentran en una posición rigurosamente simétrica respecto a los oferentes. La consecuencia es que el dinero no es necesario en la teoría marshalliana de los precios. El dinero está integrado, no a través de un análisis de la realización de los intercambios en cada uno de los mercados de bienes, sino a través del equilibrio de un mercado particular: el mercado de dinero, en el cual se manifiesta la demanda global de saldos.

La proximidad con Smith parece más grande aún si se sigue a Benetti y Cartelier (1998). Según ellos, podemos complementar la teoría de Marx aplicando la “regla de Cantillon-Smith”, según la cual el precio de mercado de un bien i se forma como la relación entre la cantidad total de dinero asignado por los compradores al gasto en este mercado y la cantidad de i llevada al mercado por sus proveedores. Esta interpretación tiene la ventaja de proporcionar una determinación del precio de mercado susceptible de ser relacionada con la tradición clásica (y significativamente diferentes de aquella del precio de equilibrio en la tradición marginalista, en su expresión walrasiana o marshalliana) y, además, una determinación monetaria, es decir, de acuerdo a la definición de Marx del modo de sociabilidad del precio.

Pero este parecido plantea complejas cuestiones relativas a la determinación del gasto monetario y al proceso de ajuste. Dos direcciones parecen poder tomarse. La primera consiste en no sólo adoptar de Smith el papel de la “demanda efectiva” en la determinación del precio de mercado, sino también la fijación de esta demanda efectiva a partir de un precio natural, determinado por fuera del intercambio. Se tiene entonces el modelo de la “gravitación” del precio de mercado en torno al precio natural, que Marx retoma en el capítulo 10 del libro III de El Capital (ver Deleplace, 1981, y para una interpretación diferente, Maurisson, 1981). Marx sustituye el precio natural por el concepto de “valor de mercado” que representa la cantidad de trabajo social contenido en la mercancía, la cual constituye el eje de gravitación en torno al cual gira su precio y respecto al cual se alinean sus aumentos y disminuciones perpetuos. El “valor de mercado” se define en una industria como el resultado de la adición de todos los valores de las mercancías producidas en condiciones diferentes, es decir, un promedio de los “valores individuales” de las diversas unidades de la mercancía considerada. Así, Marx a diferencia de Smith, se esfuerza por conciliar el análisis de la competencia intra-industria entre los diferentes productores de una mercancía y la competencia inter-industrias entre los distintos capitales por la obtención de la tasa general de beneficio. Sin embargo, el concepto de “valor de mercado” es difícil de conciliar con la idea de un precio «ideal» porque:

– o bien el “valor individual” se confunde con el “precio ideal” y el promedio de los “precios ideales” de los distintos vendedores de la mercancía ya no es un precio “realizado” como no lo es ninguno de ellos: el “valor de mercado” no es una cantidad de trabajo social,

– o bien se sustituye en el análisis al precio “ideal” y la especificidad del intercambio monetario desaparece tras el estudio del costo de producción: se regresa a la teoría real de la gravitación de los autores clásicos. Hay que orientarse en otra dirección.

B. Amonedación y régimen monetario

En una segunda dirección, seguida por Benetti y Cartelier (1998), se establece una relación entre los gastos monetarios efectuados por los individuos cuando compran (y, por lo tanto, el gasto total de dinero en un mercado que entra en la formación del precio de mercado) y los ingresos esperados por los individuos cuando venden. En los términos utilizados anteriormente, se trata de establecer un vínculo entre el precio “ideal” y el precio “realizado”. Este enfoque, más cercano al “principio de la demanda efectiva” de Keynes que a la “gravitación” smithiana, es inteligible sólo si la fijación de un precio “ideal” para la mercancía por parte del vendedor no es solamente una evaluación subjetiva en la unidad de cuenta, sino que le permite obtener un medio de pago (que él podrá gastar) cuando todavía no ha vendido nada. Por lo tanto, es necesario que el comprador, para hablar como Marx, tenga “en el bolsillo” el medio de pago, y que lo obtenga como vendedor potencial. Este acceso al dinero “real” es la “acción social” que él evocaba a propósito de la creación de dinero, o, para usar un término antiguo reutilizado en Benetti y Cartelier (1980), un “principio de amonedación”, es decir, una organización de la emisión de dinero que permite una compra sin venta previa.

Según las conclusiones del propio Marx en el capítulo 2 de El Capital, la amonedación no es un intercambio sino la condición previa para el intercambio. El vendedor potencial obtiene el medio de pago sin vender, lo que implica que el emisor de dinero no es un agente sino una institución. Por ejemplo, en la amonedación del oro, es la Casa de la Moneda la que acuña bajo la forma de monedas de oro el lingote llevado por su propietario, quien resulta entonces con dinero “en el bolsillo”. El agente puede luego utilizar este dinero para comprar, permitiendo a otros agentes privados “realizar” más o menos el precio “ideal” de sus bienes. Al no ser un intercambio, la relación entre el agente privado (en este caso el propietario del oro en lingote) y la institución emisora de dinero (la Casa de la Moneda) escapa al proceso ordinario de la formación del precio: la cantidad de dinero que agente recibe (en este caso el número de monedas de un determinado tipo que obtiene por su lingote) está fijada por reglas no mercantiles (en este caso son legales).

La amonedación es a la vez la definición de la unidad de cuenta (el “dinero ideal” es aquí un determinado peso de oro), el procedimiento de acceso al medio de pago (el “dinero real” es aquí la moneda metálica). El desarrollo efectivo de los intercambios (incluidos allí las condiciones de “posibilidad de crisis”) es diferente según el régimen monetario considerado (en este caso, metálico). El sistema monetario debe pues ser especificado para la elaboración de una teoría de la formación de los precios (5). Ahí radica la principal lección de la teoría monetaria de Marx: el dinero no es neutral.

NOTAS

1. Para un análisis detallado correspondiente a este enfoque, ver De Brunhoff (1967) y (1979).

2. Ver la sección II del capítulo 1 de Principios donde Ricardo cita ampliamente La riqueza de las naciones para justificar que “los trabajos cualitativamente distintos son diferentemente remunerados”, respecto a “la relación entre las diferentes tasas de salario […] en los diferentes empleos del trabajo” (Ricardo, 1817-1821, p.60-1). Sobre esta concepción “clásica” de la homogeneización de los trabajos por los salarios, ver Klimovsky (1996) y sobre las consecuencias de su aplicación a la teoría del valor de Marx, Ver Klimovsky (1998).

3. Esta separación se encuentra también en Walras y en la teoría moderna del equilibrio general walrasiano, aunque la teoría de los precios relativos sea muy diferente de aquella de los clásicos.

4. Para una crítica detallada de la teoría de las “formas del valor”, ver Benetti y Cartelier (1980), Benetti (1985) y Cartelier (1991b).

5. Sobre estas nociones de “amonedación” y de “régimen monetario”, ver Benetti y Cartelier (1980) y (1998), Cartelier (1994 a) y (1996), Boyer-Xambeu, Deleplace, Gillard (1990) y Deleplace (1996).

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5 respuestas a La teoría del dinero: dinero-mercancía, dinero «ideal» y dinero «real»

  1. camii dijo:

    dinero mercancía a dinero cero?

  2. Lucila dijo:

    muy útil. felicitaciones y muchas gracias

  3. como de costumbre, una maravilla de aporte.
    parece que es una traducción, seguramente del francés, ¿no?
    ¿podríais indicar cual es la fuente original, publicada a poder ser, para poder citarla? gracias y enhorabuena

    salud

    • Antonio Olivé dijo:

      Muchas gracias por visitarnos. Queremos pedir disculpas por no haber citado la fuente original que es a quien debemos agradecer el aporte.

      Este trabajo forma parte de otro más amplio titulado Karl Marx: dinero, capital y crisis,obra de Ghislain Deleplace, Profesor de la Universidad Paris 8 Vincennes-Saint-Denis. Publicado en «Borradores Departamento de Economía», Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Antioquía, Medellín – Colombia. La traducción del francés ha sido realizada por Eduardo Bolaños (Universidad de Antioquia), José Félix Cataño (Universidad Nacional de Colombia-Bogotá) y Alexander Tobón (Universidad de Antioquia).

      Saludos,
      Olivé

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