Marx, el Prometeo que aún puede aguar fiestas

¿Cuántas veces se ha profetizado el fin de la Historia, el fin de las ideologías y la realidad se ha mostrado tozuda dejando con un par de narices a más de un profeta?. ¿Cuántas veces se han encargado de enterrar a Marx cuando no lo han tratado de «perro muerto»?. ¿Y qué decir del marxismo cuya crisis permanente, casi perpetua se han encargado de pregonar los interesados en que nada cambie?. Y todo para nada, tantos esfuerzos y energías desperdiciados porque mientras exista explotación, injusticias y anhelos de libertad existirá  el comunismo o como quieran llamarlo (que tampoco nos importa mucho el nombre de «la cosa»); existirá la pasión razonada de los de abajo y Marx retorna una y otra vez como un bumerán para disgusto de más de un explotador.

Más o menos esto es lo que viene a decir el título del trabajo que presentamos hoy, para profundizar posteriormente en las Tesis sobre Feuerbarch, La Ideología alemana o El Manifiesto Comunista. Hemos rescatado la ponencia presentada por Leonid Román para la IV Conferencia Internacional «La obra de Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI» organizada por la revista cubana Cuba Siglo XXI.

Marx, el Prometeo que aún puede aguar fiestas

Leonid Román (Cienfuegos)

En realidad, la actitud crítica es la única

productiva, la única digna del hombre.

Significa colaboración, desarrollo, vida”

Bertolt Brecht

Enfrentarse al examen de cualquier campo del saber es un reto que requiere entrega, responsabilidad y compromiso ético. Más aún, si esa área de conocimiento está referida al ámbito de los seres humanos, sus necesidades, principios, concepciones del mundo, realizaciones, sentimientos, interpretaciones, valoraciones, ideales, representaciones y posición social. Resulta entonces un desafío asumir tal empresa, máxime si se considera que en nuestras días el papel, status y lugar de las ciencias sociales es debatido y puesto en tela de juicio por disímiles intelectuales, casi una amplio mayoría desde posiciones de derecha y en los centros o círculos exclusivos de poder; y dentro de ese campo, la Filosofía no escapa a tales presunciones. Pero si hablásemos de Filosofía en general, el tema tendría muchos pormenores: la cuestión se torna más aguda cuando la referencia es específica y lleva en sí un nombre (y más que nombre, un contenido) como el de Carlos Marx, el marxismo y sus diversos derroteros.

Tal cuestión no es nada sencilla pero sí necesaria e ineludible para aquellos que, con total, parcial o aún incompleto conocimiento abordan la realidad y sus dimensiones desde las pautas epistemológicas y metodológicas de dicha concepción del mundo, que más que interpretación o contemplación, se erige en herramienta para transformar el mundo y que sugiere una vinculación y relación con la práctica totalmente distinta a otras filosofías y que exige una revisión constante de ese accionar y esa relación. Cuestión esta última que, por diversas circunstancias, ha sido olvidada, anulada, tergiversada, desvirtuada y relegada, en ocasiones ingenuamente, en oportunidades consciente y convenientemente.

El asunto cobra más relevancia si el abordaje se pretende desde la construcción propia de este pensar, es decir, desde el análisis de las tesis, postulados y principios propios contenidos en las obras, de la teoría elaborada a partir de una interacción con la realidad a aprehender y a la cual se le somete constantemente a verificación y ajuste.

No es pretensión de este trabajo desarrollar con amplitud, en el sentido de las muestras que recogen a pensadores partidarios de esta concepción, un análisis exhaustivo de dichas obras o concepciones. Más bien se trata de escudriñar, con una lectura y reflexión, la raíz de esas concepciones a partir del abordaje de varias de las obras representativas de Marx: las Tesis sobre Feuerbach, el capítulo I de “La ideología alemana”, “Miseria de la filosofía”, el “Manifiesto Comunista” y “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte”. En el caso de “La ideología…” y el “Manifiesto…” escritas en colaboración con Federico Engels.

Además, a esta pretensión aporta sus valoraciones uno de los representantes de dicho legado desde Hispanoamérica: Adolfo Sánchez Vázquez, con algunas de sus ideas sobre el tema expuestas en la antología de ensayos “A tiempo y destiempo”.

Con la mesura, interés y compromiso crítico, valedero y justo en la perspectiva de una postura de adhesión revolucionaria que “si de veras quiere ser útil, no puede ser sino una adhesión crítica, puesto que la crítica es ‘el ejercicio del criterio’”[i], se vierten estas reflexiones y más que todo, los fundamentos y argumentos de ellas.

“…los niños que nacen en este momento

crítico de la historia…tienen ante sí el

período más revolucionario de la Humanidad.

Lo peor es ser viejo, pues el viejo lo puede prever,

pero no ver”

Carlos Marx

Las palabras anteriores, escritas por Marx apenas dos años antes de quedar dormido para siempre en su sillón[ii], no encabezan bellamente este contenido. Precisamente por su brevedad pero certeza, concisión y sin embargo atemporalidad, guía con fortuna y sabiduría este contenido.

Puesto que “prever” y “ver” apuntan directamente a lo que ha acontecido con Marx y su legado, aplicación y divulgación, es que se precisa de una (re)lectura de su obra, las circunstancias y coyunturas en que fueron elaboradas y los principios y tesis que para un tiempo, y por entender ese tiempo, utilizables para otros tiempos.

En ese afán de comprender su permanencia, sin obviar su distancia, sin percibirlo como un fósil que al descubrirlo nos regale una colección de respuestas cuando en verdad precisamos de interrogantes, se intentará un acercamiento.

Se abordarán momentos significativos de su ejecutoria; y no podrán verse como mera colección de párrafos o letra muerta, sino la concreción y construcción de un pensamiento, la síntesis y captación concreta de contextos, actores sociales, rejuegos, puestas en lugar y ajustes de cuenta necesarios para ordenar y esclarecer las posiciones de esta nueva concepción del mundo; nueva no por novedad, sino por situar al pensamiento y la filosofía en los lugares y primacía adecuados; no por aparecer como negación o deslinde absoluto de lo precedente, sino por reelaborar concreta y prácticamente, ajustada a lo que la vida real, los hechos y las acciones de los hombres exigían una mirada, una penetración y no una única respuesta. “… nuestra concepción de la historia es, sobre todo, una guía para el estudio y no una palanca para levantar construcciones a la manera del hegelianismo. Hay que estudiar de nuevo toda la historia, investigar en detalle las condiciones de vida de las diversas formaciones sociales, antes de ponerse a derivar de ellas las ideas políticas, del derecho privado, estéticas, filosóficas, religiosas, etc….”[iii]

Prosiguiendo la anterior afirmación de Engels se dirigirá, precisamente, la brújula en dirección a develar, como estudio y aprehensión, la construcción propiamente por su protagonista, Marx, de una concepción del mundo que encierra en sí multitud de protagonistas y que capta la historia y su desarrollo no como una reliquia de hechos y acontecimientos dignos de musear, sino en las causas y esencias de su movimiento y decursar.

En despliegue se encuentran elementos clave como práctica, idea, conciencia, apropiación, propiedad, producción, producción material y espiritual, producción social, producción y reproducción de la vida misma, enajenación, moderno, racionalidad, cultura, burguesía, proletariado, fuerzas productivas, relaciones de producción, revolución, socialismo, comunismo…que conforman un entramado orgánico y complejo, una interconexión e interpenetración que hacen explicar sus nada sencillos vínculos y sobre todo, el punto de partida, la raíz y núcleo central, de las cuales brotan y donde hay que comprobarlos y escudriñarlos: la práctica.[iv]

Independientemente de los alcances, interacción y niveles de relación, toda idea, pensamiento o teoría comporta una determinada actitud ante la realidad que trata de aprehender. Esta premisa es fundamental si se pretende comprender el movimiento y desarrollo de las creaciones y el pensamiento humanos, su historicidad y las disímiles controversias y contrapunteos en sus planteamientos y despliegues. En las ciencias sociales esta situación adquiere un matiz mayor, precisamente por tratarse de abordajes de la realidad donde los propios autores son actores del objeto a captar y donde las relaciones e imbricaciones pasan por niveles en que la subjetividad y la posición de partido no pueden ser obviadas, aunque esto no signifique un descrédito o merma necesaria de la objetividad en su sentido racional y no literal.

La filosofía no escapa a este panorama. Su pretensión de aprehensión práctico-espiritual de la realidad, de determinada y específica relación con el mundo a captar, está permeada, por sus propios orígenes, no solo de un contenido sino además de una valoración o significación que se relaciona directamente con el interés de clase o grupo que la desarrolla.

Comprender la ejecutoria de Marx y de sus seguidores está intrínsecamente relacionado con lo anterior. Cada uno ha actuado y actúa en contextos y situaciones particulares, en medios y realidades que han emergido del tránsito histórico, de la construcción histórica de los distintos tipos de organización social por parte de los hombres en sus relaciones. Pero en el instante que actúan, la historia, a la vez que ella misma por el resultado de lo precedente, continúa en el movimiento de lo presente, se torna concreta.

Esa concreción, desde lo histórico, atraviesa todo el quehacer de Marx. No es posible entender su pensamiento, sus realizaciones y su toma de partido, si no visualizamos en profundidad el momento en que vivió y desarrolló sus concepciones; incluso, en la manera en que varios de sus contemporáneos lo vieron, fuesen o no partidarios de su concepción del mundo, comprendiesen o no los alcances y limitaciones lógicas de una penetración en la realidad que solo por estar a la altura de sus circunstancias podía trascenderlas, pues no puede obviarse que entender a un individuo sugiere abordarlo desde la ontogénesis y evolución de su personalidad.

“Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo”[v]. Esta frase, quién lo duda, ha sido llevada y traída desde su “descubrimiento”, casi cien años después de haber sido redactada. Sintética, sugerente, provocadora pero a la vez revolucionaria y conservadora. Y estas actitudes dependen, ante todo, del alcance y comprensión de su objetivo, de su construcción y de la realidad de la cual toma cuerpo. Es decir, de estudiar y reflexionar críticamente la realidad propia en que Marx se movió, las motivaciones e imperativos de sus realizaciones conceptuales; concretamente, aprender y aprehender, desde Marx, la construcción de la concepción  materialista de la historia.

Así, no es posible captar toda la dimensión práctica y teórica de la Tesis 11 de Marx sobre Feuerbach si la aislamos del conjunto que representa como síntesis, es decir, si se aparta o sustrae de su concatenación e interpenetración con las restantes. Primero, hay que realizar la distinción entre interpretación y transformación, que pasa, necesariamente, por entender la noción de mundo en Marx y su concepción, a partir de ahí, acerca de éste y el por qué más que interpretarlo hay que transformarlo. Arribar a este punto implica caracterizar, ante todo, el contexto alrededor del cual Marx es un producto, no ya solo desde el propio siglo XIX, sino el movimiento desde siglos anteriores que generan lo que acontece ya desde la segunda mitad del siglo XVIII. Un acontecimiento es trascendental: el tránsito de una formación económicosocial a otra, es decir, el paso del feudalismo al capitalismo, con todas las transformaciones y conmociones que esto trajo, aparejado a un suceso fundamental que revolucionó todo el accionar de la sociedad: la Revolución Industrial. Son los tiempos del alumbramiento de la máquina, del inicio intensivo del estudio y  explotación de la naturaleza, de la emergencia de ciencias que apuntaban y abrían puertas a estos derroteros, de aparición de nuevas concepciones en el pensamiento teórico, de cuestionamientos en todos los ámbitos, desde el religioso con la ruptura definitiva del principio de autoridad que se había iniciado siglos atrás y en lo moral, a raíz precisamente de esta concepción y posición del ser humano en el mundo.

Marx, al igual que otros teóricos, contemporáneos o no, estudió, y más que estudiar, vivió esa realidad. La abordó desde varias dimensiones, producto de su visión integral y de totalidad, que no escapó nunca a su dilatada cultura, de la cual precisó y enriqueció varias de sus obras.

“…fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo de las máquinas, la aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación de vapor, el ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la asimilación para el cultivo de continentes enteros, la apertura de los ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo por encanto, como si salieran de la tierra.”

“La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas”.[vi]

Retomando el punto de partida, es decir, la distinción entre interpretación y transformación y la noción de mundo para Marx y la síntesis que significa su Tesis 11, hay que apuntar que ellas (las Tesis) brotan de la realidad anteriormente expuesta. Precisar qué distingue a Marx, a sus concepciones, a su filosofía, a su práctica y alcances requiere, como se dijo, conocerlo. En su abordaje se encuentra que reiteradamente, ya sea en una obra extensa o corta, en su epistolario o intervención pública, Marx apunta sistemáticamente y hace notar con reiteración sus concepciones, en la misma medida que estas van adquiriendo concreción y madurez. Un estudio cronológico o al menos lo más cercano a la diacronía en que realizó su trabajo, partiendo de las Tesis y concluyendo en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, es decir, aproximadamente de 1845 a 1852 no puede obviar lo planteado. Y es que no puede haber otra forma. Sus concepciones no eran las únicas presentes en el momento en que las desarrolla, variadas posturas y criterios convergían en un escenario nada sencillo, en el que una clase, la burguesía, penetraba todos los espacios de la realidad, a costa de someter al resto; y precisamente, Marx, en el ejercicio auténtico de conocer la realidad, asumía la postura de impugnar el estado de cosas que la burguesía promovía. Es decir, apuntaba directamente al blanco de su dominación y de los mecanismos de ésta.

“Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas las naciones, hasta a las más bárbaras. Los bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería que derrumba todas las murallas de China y hace capitular a los bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros, obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burgueses. En una palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza”.[vii]

Pero, ¿y la noción de mundo? Es este un acápite significativo, sin el cual Marx y sus concepciones y su diferenciación respecto a otras teorías no podría ser comprendido. En primer término, el mundo no se refiere a la realidad como totalidad en toda su composición, sino que la referencia está encaminada al mundo construido y creado por los hombres en su actividad humana, es decir, a la sociedad. Las Tesis 1 y 5 sobre Feuerbach aclaran precisamente esta concepción, y algo relevante destaca desde el principio de la Tesis 1: para arribar a esa conclusión fue necesario estudiar cómo la historia del materialismo había captado la realidad antes de Marx para, sobre la base de su práctica, éste verter sus consideraciones

“falla fundamental de todo el materialismo precedente…capta la cosa (…) la realidad, lo sensible, bajo la forma de objeto (…) o de contemplación (…), no como actividad humana sensorial, como práctica; no de un modo subjetivo…lado activo…desarrollado…modo abstracto…por el idealismo…Feuerbach no comprende la importancia de la actividad ‘revolucionaria’, de la actividad ‘crítico-práctica’” (Tesis 1).

“Feuerbach…no concibe lo sensorial como actividad sensorial-humana práctica” (Tesis 5).

“…el mundo sensible que le rodea [a Feuerbach] no es algo directamente dado desde toda una eternidad y constantemente igual a sí mismo, sino el producto de la industria y del estado social, en sentido en que es un producto histórico, el resultado de la actividad de toda una serie de generaciones, cada una de las cuales se encarama sobre los hombros de la anterior, sigue desarrollando su industria y su intercambio y modifica su organización social con arreglo a las nuevas necesidades”[viii]

Si se parte del análisis de lo expuesto, hay varias cuestiones de relevancia a apuntar. Ante todo el carácter histórico de la actividad propia de los hombres, es decir, de que el producto de sus relaciones y el transcurrir de sus generaciones va modificando, sobre la base de la anterior, la que prosigue, que todo el acontecer de la actividad práctica no se agota en una organización social determinada y que esta determina su carácter. La Tesis 6 sobre Feuerbach plantea donde está la esencialidad humana: “…la esencia humana…es…el conjunto de las relaciones sociales”[ix]. De acuerdo con lo anterior también se infiere, entonces, que este conjunto de las relaciones sociales, es decir, la imbricación de los hombres en la sociedad y su producto, también es histórico, que cada forma de organización social deviene producto de las relaciones y estas de los medios con los cuales cuentan los hombres, es decir, de su condición material, percibiendo esta como su organización corpórea, primero, y como una forma de manifestar su actividad.

“…la primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para ‘hacer historia’, en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hace falta comer, beber, alojarse bajo un techo, vestirse y algunas cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir, la producción de la vida material misma, y no cabe duda de que es éste un hecho histórico, una condición fundamental de toda historia, que lo mismo hoy que hace miles de años, necesita cumplirse todos los días y a todas horas, simplemente para asegurar la vida de los hombres”.

 “El modo como los hombres producen sus medios de vida depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran y que se trata de reproducir. Este modo de producción no debe considerarse solamente en cuanto es la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos. Tal y como los individuos manifiestan su vida, así son. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción”.

 “Consecuencia obligada: la historia social de los hombres no es nunca más que la historia de su desarrollo individual, tengan o no ellos mismos la conciencia de esto. Sus relaciones materiales forman la base de todas sus relaciones. Estas relaciones materiales no son más que las formas necesarias bajo las cuales se realiza su actividad material e individual”.[x]

En la carta a Annenkov, Marx deja esclarecida una cuestión primordial en la cual basa toda su concepción del ser humano, de la sociedad y de la historia: en que las condiciones materiales de vida de los hombres, sus relaciones materiales en pro de producir y reproducir constantemente esa vida, forman la base del resto de sus relaciones, del resto de sus creaciones. Esta cuestión está en el centro mismo de la diferenciación de la propuesta de Marx. Entender así el ser humano, la sociedad y la historia es partir de un principio que se encuentra precisamente dentro de cada uno, es decir, el material, el constituyente, que se forja en la fragua de la evolución millonaria de la materia misma. De ahí que cada movimiento no sea un ente preconcebido, sino un escalón en la propia evolución, sin asumir que la misma presenta un carácter lineal y forzadamente ascendente, en el sentido en que lo precedente tiene como fin, por voluntad, preparar las condiciones de lo venidero. Así, de la producción social, de los componentes de una sociedad, Marx distingue, como esencial, aquel que permite que esta, precisamente, pueda entenderse como viva, que es entender la interconexión de los hombres y que para poder desarrollar estas relaciones, estos, necesariamente, tienen que estar vivos.

En la Tesis 1 sobre Feuerbach, antes expuesta, Marx critica al materialismo anterior, incluyendo a su más cercano, el de Feuerbach, la manera de captar la realidad, planteando que no se había entendido como una “manera práctica”, “de modo subjetivo”, y por tal el “lado activo”, es decir, la manera en que se refleja esta propia realidad y las nociones que los hombres tienen de ella había sido desarrollado y sobrevalorado por la concepción idealista en la filosofía. De aquí, empatando con lo más arriba expuesto, se percibe que la trayectoria no culmina con la mera satisfacción de la necesidad material, sino que esta, y a partir de las relaciones que los hombres van desarrollando para generarla, se dan otras tantas relaciones o intercambios que provienen de la manera en cómo los hombres reflejan y perciben sus relaciones y el producto de las mismas. Es decir, se da toda una producción de ideas, de sentimientos, de concepciones que se intercambian también al producir la vida material misma y que son producto de la forma en que esa vida se produce. Por tanto, la producción y reproducción de la vida misma no es algo dictado desde fuera o algo que los hombres determinan con su voluntad, sino un proceso natural que se repite continuamente. Lo que varia es la manera, las vías por las cuales se reitera este proceso. Y esto se da, precisamente, en la evaluación continua por parte de los hombres de sus condiciones, en los imperativos que sus necesidades le van pautando en la misma proporción en que estas se van manifestando y que hacen que estos se vean movidos a perfeccionar las vías y medios materiales para su reproducción, lo cual implica, a su vez, que su capacidad intelectual y él mismo se vayan transformando en la misma medida que humaniza, que conquista para sí, el medio que le rodea.

Tal concepción sugiere entonces que tanto el objeto, es decir, aquella parte de la realidad con la cual el hombre interactúa y que es su producto desde el instante mismo que lo aprehende y modifica, y el sujeto, es decir, el portador de las potencialidades de esa modificación, no como hombre individual, sino como el conjunto de intersubjetividades, están estrechamente conectados y se presuponen el uno al otro, lo cual manifiesta que se establece una imbricación y conversión en la cual ambos lados tienen que ser tomados en cuenta, es decir, tanto el resultado de la transformación como el proceso de la  transformación misma, como la no absolutización de ninguno de los dos momentos. Esta noción se sistematiza bajo una categoría filosófica: práctica.

Así, si se combinan las Tesis 1, 2, 3 y 8 se podrá arribar a la claridad de la propuesta de Marx, en el aspecto en que la realidad, captada como actividad sensorial, como práctica, al no ser eterna, al transformarse por la acción de los hombres, dicha acción va transformando también la propia práctica, es decir, la aprehensión sensorial del propio objeto, producto de esa práctica. De ahí, que el entendimiento y las ideas de los hombres sobre su práctica vayan brotando precisamente de ella y como su producto, que es en ella y por ella donde se afirma y construye el conocimiento, que es allí donde hay que buscar las respuestas de las cosas y que nada puede concebirse como acabado: …“todos los misterios…encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica” (Tesis 8);  “…Es en la práctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento” (Tesis 2); “…las circunstancias las hacen cambiar los hombres…el educador necesita, a su vez, ser educado. “…coincidencia del cambio de las circunstancias con el de la actividad humana o cambio de los hombres mismos, sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria”[xi]

Entonces, producción material y producción espiritual, objeto y sujeto, objetividad y subjetividad, independientemente de su contraposición por naturaleza, de su concepción, son momentos, necesariamente presupuestos, de la práctica material humana, y su relación va cambiando en la misma medida que esta práctica lo hace, puesto que en ella se da un doble proceso, el de objetivación y desobjetivación, es decir, el de concreción de nuestros fines y de la producción de la vida material misma y la forma en que se idealiza y piensa la objetivación, la cual se va enriqueciendo en la misma medida que se complejiza y perfecciona la objetivación. Por tanto, hay una imbricación dialéctica en la cual no se elimina ninguno de los lados sino que estos interactúan, sobre una base determinada, la material, la necesidad de vivir de los hombres para hacer y entender su historia, de que ellos son el producto de su relación. “…se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida”; “…si nos limitamos a afirmar que en una época han dominado tales o cuales ideas, sin preocuparnos en lo más mínimo de las condiciones de producción ni de los productores de estas ideas; si, por tanto, damos de lado a los individuos y a las situaciones universales que sirven de base a las ideas”[xii]

Hasta aquí se ha vertido una panorámica de la concepción filosófica de Marx, la cual presenta en su centro mismo, como núcleo, la práctica. De tal manera que por esta conclusión este tipo de filosofía pudiera catalogarse como filosofía de la práctica; pero, vistas las cosas, hasta el momento solo se ha brindado una concepción, una interpretación del mundo, que sienta los principios y bases de la actividad de los hombres y sus móviles, sus relaciones y el movimiento histórico. Es decir, un ejercicio de conocimiento y aprehensión de la realidad desde ella misma, una sistematización teórica de esa práctica. Anteriormente se apuntó que esta concepción no iniciaba con Marx, pero que presentaba, en sus variantes, un distanciamiento entre la filosofía misma como teoría y la acción, es decir, en la posibilidad y necesidad de que esta filosofía sirviera como pivote a la praxis pero en el sentido de que esta no fuese teoría como ejercicio intelectual divorciada de la realidad, sino que como momento de esa realidad y de captación práctico-espiritual de ella en la actividad de los hombres, contribuyera a perfeccionar esa realidad, a transformarla. Si se toman en cuenta las posiciones filosóficas a lo largo de la historia, cada una, desde el idealismo o el materialismo, tengan o no como núcleo la praxis, comportan cierta relación con la realidad, es decir, existe una práctica, una ejecutoria de la filosofía, marcada por su concepción del mundo y que implica la elaboración y lugar de la realidad en ella, así como sus nociones, sean intra o extraterrenales. Así, no basta tan solo con que la realidad sea captada como praxis, y puesto que además no toda transformación comporta necesariamente una revolución, entendida esta como cambio radical, en todos los ámbitos, en todas las esferas de la sociedad, por tal motivo, la Tesis 11 de Marx sobre Feuerbach no puede ser comprendida por sí misma y en su letra como revolucionaria, como se apuntó más arriba. Por tanto, la diferenciación asumida entre interpretación y transformación va mucho más allá de una simple semántica, pues habría que auscultar el objeto de la interpretación y precisar qué tipo de transformación se busca. Algo debe quedar claro: no es posible concebir la transformación sin la interpretación, concebida esta como la aprehensión o el conocimiento de la realidad interpretada; lo que centra el asunto entonces es la manera en que se capta la realidad: o bien como descripción mera, como planteo liso, como hechología, y esto no pasa más que de cuartillas escritas o bien, en el planteo, como actitud crítica e inconforme frente a la realidad captada y en su conocimiento, contra la manera en que se produce. “La premisa fundamental de la verdadera filosofía de la praxis es verse a sí misma no sólo como una reflexión sobre la praxis, sino como un momento de ella y, por tanto, con la conciencia de que siendo teoría sólo existe por y para la praxis; o también con la conciencia de que su pleno cumplimiento como teoría está fuera (o más allá) de la teoría misma”[xiii]

Por tanto, entender el sentido, significación y alcance de esta Tesis 11 y el término transformación, deriva en contextualizarla, es decir, en situar a Marx en su momento. Nuevamente la Tesis 1 arroja leña sobre ello, al plantear la necesidad y la importancia de la “actividad revolucionaria”, de la “actividad crítico-práctica”. Pero al hablar de actividad, Marx se refiere a la humana, es decir, aquella por la cual existe, se transforma y desarrolla la realidad social. Así, si situamos a Marx en sus circunstancias, entendiendo el por qué privilegia y jerarquiza estas actividades, se comprenderá no solo por qué habla de transformación sino el alcance de la misma. Al menos, en los dos tipos de actividad relacionadas, pueden distinguirse tres elementos: revolucionaria, crítico y práctica. Pero por sí mismos no designan desde qué postura se asumen y por tanto desde que visión y cuál sujeto es su portador. Véase a continuación la Tesis 4:

El “…hecho de que el fundamento terrenal se separe de sí mismo para plasmarse como un reino independiente que flota en las nubes…sólo puede explicarse por…la contradicción de este fundamento terrenal consigo mismo…es necesario tanto comprenderlo en su propia contradicción como revolucionarlo prácticamente…después de descubrir la familia terrenal…hay que destruir[la] teórica y prácticamente…”[xiv]

Por tanto, las circunstancias en que se desarrolló Marx, la realidad en la que se movió y actuó, buscaba un consuelo en algo fuera de ella, un aliciente fuera de lo terreno, una respuesta alejada de su situación. Tal grado de cosas implica que la realidad, por sí misma, por su construcción, por la manera en que se produce y trata de perpetuarse genera una contradicción que, para la mayoría de sus miembros, ella no le puede brindar respuesta ni ofrecerle ninguna expectativa de cambio. Así, hay que captar la contradicción para revolucionarla desde la práctica, que solo puede lograrse destruyendo las condiciones materiales y los fundamentos ideológicos que se derivan de esas condiciones como único medio para eliminar la contradicción.

Luego, mostrar cómo se producía la actividad práctica real por parte de los hombres, captar sus condiciones, sus mediaciones, sus interrelaciones, sus fines y objetivos y la manera en que esto era plasmado, asimilado, teorizado y legitimado por los hombres, constituía un elemento esencial para Marx, en su propósito de encontrar las contradicciones de la “familia terrenal”, pero no de cualquiera en particular, sino de la que él mismo es un producto. Así, esto implicaba discernir la manera en la que se había llegado a la contradicción, por qué era una contradicción, qué fundamento había para plantearlo, que bases materiales y de actividad de los hombres la generaban; sobre todo,   tomando en consideración el por qué la realidad tenía que extrañarse de ella misma, no como conciencia de sí o autoconciencia, sino como medio para sobrevivir, fuera de ella y no desde ella misma; es decir, plantearse el problema de la enajenación, no solo en el sentido extraterreno sino, y sobre todo, en las esferas de la realidad, en el fundamento material que la promovía . Pero por ser crítico no se es proporcionalmente revolucionario. Hay que tener un sentido de compromiso y partido, cualesquiera sean sus manifestaciones, por los portadores de la actividad revolucionaria, por aquellos interesados en cambiar el estado de cosas, por ser a los que afecta la contradicción. De ahí que crítica, conocimiento y cambio revolucionario comporten un plan, un proyecto de sustitución y conversión de lo existente, pero que se base precisamente en él, una búsqueda emancipatoria. Pero concebirlo no es realizarlo.

Y se vuelve nuevamente a la práctica, a la actividad real de los hombres, que es, en definitiva, lo que hay que transformar.

Este contexto histórico-social es el tránsito de la sociedad feudal al capitalismo; o sea, una transformación del mundo humano social, una manera distinta de la autoproducción del hombre, unas condiciones materiales de esa autoproducción nuevas y erigidas sobre la base de la anterior sociedad y basadas en el perfeccionamiento de las mismas y en su reproducción más intensiva y ampliada, no como mera satisfacción de necesidades sino como objetivo de cambio, no como satisfacción para los propios productores sino como manera de obtener otros productos, una continua pero a la vez discontinua diferenciación entre los miembros de la sociedad, al desplazarse la atención del campo a las ciudades, al profundizarse la división del trabajo y con ésta la diferenciación entre la ciudad y el campo, al entronizarse el comercio y producirse para él, para lo comerciable, para lo demandado y ofertado, por el mantenimiento de la propiedad privada que pasa de unas manos dominantes a otras y que hace muy diferente la manera de la apropiación de los productos. “En la imaginación, los individuos, bajo el poder de la burguesía, son, por tanto, más libres que antes, porque sus condiciones de vida son, para ellos, algo puramente fortuito; pero, en la realidad, son naturalmente menos libres, ya que se hallan más supeditados a un poder material”

“Nos encontramos, pues, aquí ante dos hechos. En primer lugar, vemos que las fuerzas productivas aparecen como fuerzas totalmente independientes y separadas de los individuos, como un mundo propio al lado de éstos, lo que tiene su razón de ser en el hecho de que los individuos, cuyas fuerzas son aquéllas, existen diseminados y en contraposición los unos con los otros, al paso que estas fuerzas solo son fuerzas reales y verdaderas en el intercambio y la cohesión entre estos individuos. Por tanto, de una parte, una totalidad de fuerzas productivas que adoptan, en cierto modo, una forma material y que para los mismos individuos no son ya sus propias fuerzas, sino las de la propiedad privada y, por tanto, sólo son las de los individuos en cuanto propietarios privados…De otra parte, a estas fuerzas productivas se enfrenta la mayoría de los individuos, de los que estas fuerzas se han desgarrado y que, por tanto, despojados de todo contenido real de vida, se han convertido en individuos abstractos, por ello mismo, se ven puestos en condiciones de relacionarse los unos con los otros como individuos”.[xv]

“…llegó un tiempo en que todo lo que los hombres habían venido considerando como inalienable se hizo objeto de cambio, de tráfico y podía enajenarse. Es el tiempo en que incluso las cosas que hasta entonces se transmitían, pero nunca se intercambiaban; se donaban, pero nunca se vendía; se adquirían, pero nunca se comprobaban: virtud, amor, opinión, ciencia, conciencia, etc., todo, en suma, pasó a la esfera del comercio. Es el tiempo de la corrupción general, de la venalidad universal, o, para expresarnos en términos de economía política, el tiempo en que cada cosa, moral o física, convertida en valor de cambio es llevada al mercado para ser apreciada en su más justo valor” “Es la sociedad, son las relaciones sociales basadas en el antagonismo de clases. Estas  relaciones no son relaciones entre un individuo y otro, sino entre el obrero y el capitalista, entre el arrendatario y el propietario de la tierra, etc. Suprimid esas relaciones y habréis destruido toda la sociedad”[xvi]

Marx esboza, deconstruye, aprehende la realidad hasta el detalle, caracteriza con profundidad cada una de las situaciones, posiciones, aspiraciones, modo de vida, concepción del mundo, sentimientos, producción de la vida y medios para ello de los que  conforman la sociedad. Y no desde lo alto, desde una posición elitista, sino departiendo y polemizando, atacando y enseñando, ya sea en la prensa o en las grandes fábricas, ante una multitud o de forma individual. Su propuesta, su visión, su manera de exponer las cosas está construida desde esta realidad pero bebiendo de las más variadas fuentes para desentrañarla. Está al tanto de las teorías al uso, estudia a los economistas políticos que con su pluma legitiman el actual estado de cosas y lo consideran el mejor posible, refrendando su posición clasista y atacando, desde ellos mismos, sus propias contradicciones y objetivos. Arremete contra aquellos que pretenden disfrazar y atenuar la explotación burguesa, ridiculiza a los que sobre la base de las propias concepciones burguesas pretenden construir eufemísticamente una nueva sociedad manteniendo las bases materiales de ella, las relaciones de propiedad que marcan la apropiación de las cosas y la manera de apropiarlas, organiza al proletariado para la lucha que asume inminente, dibuja las fuerzas sociales en pugna y sopesa y aquilata sus alcances, muestra el antagonismo de ellas y propugna que la única forma de eliminarlo es mediante un movimiento material real, que conmocione todas las esferas de la realidad: una revolución. Pero su lucha práctica es también una lucha ideológica y teórica, contrapuesta a las fuerzas dominantes, a su ideología, que resulta la dominante puesto que cuenta con el poder material para ello y somete, práctica e ideológicamente a toda la sociedad. Su posición es definida, su enfrentamiento ideológico responde a las condiciones de exclusión de la clase verdaderamente revolucionaria, el proletariado, convirtiéndose a la misma vez este compromiso en negación de la propuesta de la clase dominante y en esclarecimiento de su papel conservador real y no ilusoriamente revolucionario. Prepara el terreno para librar una batalla en la vida real práctica y desde ella, en la manera en que se autoproduce esta vida misma, en las concepciones propias de la burguesía y el proletariado, en las visiones que tienen sobre sí y en su comportamiento real. Asume que la emancipación del proletariado, es decir, la construcción de una nueva sociedad, el derrocamiento de la vida material de la burguesía y de sus instituciones, no puede repetir las vías y las ideas utilizadas por la burguesía para lograrlo. Desde la propia condición material que esta le brinda romperla significa acabar con la forma burguesa de apropiación, con la forma burguesa de propiedad, con la forma burguesa de producción, de distribución, en fin, con la sociedad burguesa, con el capitalismo. Entiende que esta contienda, aunque necesaria e impostergable, es lenta y de gran esfuerzo, que requiere de una teoría que se contraponga a la burguesa y que oriente la lucha contra ella; que exige no solo condiciones materiales, desarrollo de las fuerzas productivas y su apropiación, sino un interés en cambiar no solo una parte de la sociedad sino la manera toda en que ella misma se produce, en que se cobre conciencia de ello y que se esté dispuesto a realizarlo. Pone sobre la mesa las cartas: sitúa frente a frente a los jugadores y permite que cada uno haga su juego. El vencedor será aquél que sepa, más que todo, aprovechar las debilidades del contrario y ver en sus supuestos triunfos, un paso para su derrota. Pero esto no es un producto de la mente: es una cuestión práctica, una cuestión que tiene que ver con la actividad real de los hombres.

“Si el valor relativo de una mercancía es determinada por la cantidad de trabajo requerido para producirla, de aquí se deduce naturalmente que el valor relativo del trabajo, o salario, es igualmente determinado por la cantidad de trabajo preciso para producir el salario. El salario, es decir, el valor relativo o precio del trabajo, se determina, pues, por el tiempo de trabajo que hace falta a fin de producir todo lo necesario para el mantenimiento del obrero

“”Disminuid los gastos de fabricación de los sombreros y su precio terminará por descender hasta su nuevo precio natural, aunque la demanda puede doblarse, triplicarse o cuadruplicarse. Disminuid los gastos de mantenimiento de los hombres, disminuyendo el precio natural de los alimentos y del vestido que sirven para el sostenimiento de su vida, y veréis que los salarios terminan por bajar, a pesar de que la demanda de brazos haya podido crecer considerablemente (David Ricardo, t. II, pág. 253)

“Ciertamente, el lenguaje de Ricardo no puede ser más cínico. Poner al mismo nivel los gastos de fabricación de sombreros y los gastos de sostenimiento del hombre, es transformar al hombre en sombrero. Pero no alborotemos mucho hablando de cinismo. El cinismo está en la realidad de las cosas y no en las palabras que expresan esa realidad”

“…los diferentes trabajos son igualados por la subordinación del hombre a la máquina o por la división extrema del trabajo; que el trabajo desplaza la personalidad humana a un segundo plano; que el péndulo ha pasado a ser la medida exacta de la actividad relativa de dos obreros, como lo es la velocidad de dos locomotoras. Por eso, no hay que decir que una hora de trabajo de un hombre vale tanto como una hora de otro hombre, sino más bien que un hombre en una hora vale tanto como otro hombre en una hora. El tiempo lo es todo, el hombre no es nada; es, a lo sumo, la cristalización del tiempo. Ya no se trata de la calidad. La cantidad lo decide todo: hora por hora, jornada por jornada…esta nivelación del trabajo… es…simplemente un hecho de la industria moderna”[xvii]

“Y así como en la vida privada se distingue entre lo que un hombre piensa y dice de sí mismo y lo que realmente es y hace, en las luchas históricas hay que distinguir todavía más entre las frases y las figuraciones de los partidos y su organismo efectivo y sus intereses efectivos, entre lo que se imaginan ser y lo que en realidad son”

“Por tanto, cuando la burguesía excomulga como ‘socialista’ lo que antes ensalzaba como ‘liberal’, confiesa que su propio interés le ordena esquivar el peligro de su Gobierno propio, que para poder imponer la tranquilidad en el país tiene que imponérsela ante todo a su parlamento burgués, que para mantener intacto su poder social tiene que quebrantar su poder político; que los individuos burgueses sólo pueden seguir explotando a otras clases y disfrutando apaciblemente de la propiedad, la familia, la religión y el orden bajo la condición de que su clase condenaba a las otras clases a la misma nulidad política; que, para salvar la bolsa, hay que renunciar a la corona, y que la espada que había de protegerla tiene que pender al mismo tiempo sobre su propia cabeza como la espada de Damocles”[xviii]

Y así como la burguesía redactaba, explicaba, exponía y manifestaba sus concepciones, extraídas de su forma de producción de la vida misma, la otra cara, el proletariado iba, sobre la base de esa misma manera burguesa de producir la vida, sobreviviendo y enfrentándose, primeramente a ella, para garantizar esa sobrevivencia que día a día le obligaban a reproducir. En ese acto, donde se unían masas enteramente desconocidas entre sí y en las cuales sus relaciones se limitaban a esa reproducción, las propias condiciones de la apropiación, de miseria y de depauperación iban haciendo que sus intereses, en un principio los mismos pero contrapuestos, es decir, lograr mediante el trabajo sobrevivir pero a costa de desplazar al otro, van ganando, en esta odisea, nuevas fuerzas y cobrando conciencia de su situación real; y más aún, interiorizando que esa condición podía ser derrocada. Marx era consciente de ello, por eso llama a proclamar y propagar los verdaderos objetivos y alcances de la revolución proletaria en contraposición a las tendencias y sectores que pretendían dividir a la clase obrera, para aunar fuerzas en el objetivo común, dirigir pensamiento y acción a la consecución de ese fin, orientar minuciosamente ese objetivo si perder de vista la actividad real de los hombres

“Las cosas, por tanto, han ido tan lejos, que los individuos necesitan apropiarse la totalidad de las fuerzas productivas existentes, no solo para poder ejercer su propia actividad, sino, en general, para asegurar su propia existencia. Esta apropiación se halla condicionada, ante todo, por el objeto que se trata de apropiarse, es decir, por las fuerzas productivas, desarrolladas ahora hasta convertirse en una totalidad…La apropiación de una totalidad de instrumentos de producción es ya de por sí, consiguientemente, el desarrollo de una totalidad de capacidades en los individuos mismos. Esta apropiación se halla, además, condicionada por los individuos apropiantes. Sólo los proletarios de la época actual, totalmente excluidos del ejercicio de su propia actividad, se hallan en  condiciones de hacer valer su propia actividad, íntegra y no limitada, consistente en la apropiación de una totalidad de fuerzas productivas y en el consiguiente desarrollo de una totalidad de capacidades”.

“Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente.

“Y estas condiciones de vida con que las diferentes generaciones se encuentran al nacer deciden también si las conmociones revolucionarias que periódicamente se repiten en la historia serán o no lo suficientemente fuertes para derrocar la base de todo lo existente. Si no se dan estos elementos materiales de una conmoción total, o sea, de una parte, las fuerzas productivas existentes y, de otra, la formación de una masas revolucionaria que se levante, no sólo en contra de ciertas condiciones de la sociedad anterior, sino en contra de la misma ‘producción de la vida’ vigente hasta ahora, contra la ‘actividad de conjunto’ sobre que descansa, en nada contribuirá a hacer cambiar la marcha práctica de las cosas el que la idea de esta conmoción haya sido proclamada ya una o cien veces, como lo demuestra la historia del comunismo”

“…por obra de una revolución en la que, de una parte, se derroque el poder del modo de producción y de intercambio anterior y la organización social correspondiente y en la que, de otra parte, se desarrollen el carácter universal y la energía de que el proletariado necesita para llevar a cabo la apropiación, a la par que el mismo proletariado, por su parte, se despoja de cuanto pueda quedar en él de la posición que ocupaba en la sociedad anterior”

“…tanto para engendrar en masa esta conciencia comunista como para llevar adelante la cosa misma, es necesaria una transformación en masa de los hombres, que sólo podrá conseguirse mediante un movimiento práctico, mediante una revolución; y que, por consiguiente, la revolución no sólo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que se hunde y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases”[xix]

“Os horrorizáis de que queramos abolir la propiedad privada. Pero, en vuestra sociedad actual, la propiedad privada, está abolida para las nueve décimas partes de sus miembros; existe precisamente porque no existe para esas nueve décimas partes. Nos reprocháis, pues, el querer abolir una forma de propiedad que no puede existir sino a condición de que la inmensa mayoría de la sociedad sea privada de propiedad”

“Todas las objeciones dirigidas contra el modo comunista de apropiación y de producción de bienes materiales se hacen extensivas igualmente respecto a la apropiación y a la producción de los productos del trabajo intelectual. Lo mismo que para el burgués la desaparición de la propiedad de clase equivale a la desaparición de toda producción, la desaparición de la cultura de clase significa para él la desaparición de toda cultura

“Todas las clases que en el pasado lograron hacerse dominantes trataron de consolidar la situación adquirida sometiendo a toda la sociedad a las condiciones de su modo de apropiación. Los proletarios no pueden conquistar las fuerzas productivas sociales, sino aboliendo su propio modo de apropiación en vigor, y, por tanto, todo modo de apropiación existente hasta nuestro días. Los proletarios no tienen nada que salvaguardar, tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente”

“La revolución comunista es la ruptura más radical con las relaciones de propiedad tradicionales; nada de extraño tiene que en el curso de su desarrollo rompa de la manera más rápida con las ideas tradicionales”[xx]

Se ha expuesto hasta aquí, sobre la base de los argumentos de su construcción, la concepción materialista de la historia elaborada por Marx. Por tal motivo se ha precisado acudir reiteradamente a las citas y referencias sobre su obra, las cuales ocupan, como desde un inicio se advirtió, un espacio considerable. No obstante, estás no fueron seleccionadas al azar, sino precisamente en pro de esclarecer la lógica de esa construcción y sus móviles. Cierto es que ha sido tildada de economicista y de un marcado interés por el desarrollo de las fuerzas productivas y el optimismo por la tecnología. Propio era de la época este carácter, pero la asunción de esta postura viene dada por esclarecer continuamente sus concepciones, no solo a sus adversarios sino propiamente a los actores potenciales de las condiciones que pretendía cambiar. Y esa concepción materialista, que consiste en producir y reproducir de determinado modo la vida, está en manos de los hombres y por los hombres. Nada, si se comprende de suyo, puede estar paralelo o por encima de ellos. Cambiar las condiciones significa, si se es revolucionario, no regresar al pasado, sino perfeccionar, desde una racionalidad humana práctica, las condiciones de la propia existencia. Marx, en ninguna circunstancia desconecta este hecho de los propios hombres, pues refiere que el desarrollo de las fuerzas productivas no es más que el propio desarrollo de las capacidades y potencialidades humanas; es concebir que cada nueva creación es producto de la inteligencia del hombre, como su uso o desarrollo es atributo de su inteligencia o ignorancia. Promover con racionalidad y sostenibilidad el desarrollo científico-técnico es promover las potencialidades de los hombres y viceversa. Pero esto no escapa a la actividad real de los hombres; es ella, propiamente, quien ofrece las respuestas.

(In)conclusiones

 

“Y ese marxismo de resistencia en tiempos

sombríos será el que mantenga la unidad

de sus aspectos crítico, emancipatorio y cognoscitivo,

sin desdibujar…su vinculación con la práctica” 

Adolfo Sánchez Vázquez

La conclusión más legítima tiene que ser que no hay conclusión. Y no es una mera retórica o frase traída al uso para escapar de los esquemas y a partir de una expresión salvar el compromiso. No hay conclusión, puesto que, y parafraseando la frase de Martí acerca de Bolívar, en que aún tiene que hacer en América, puede decirse que todavía Marx tiene que hacer en el mundo. Y el hacer en el mundo tiene que partir de estudiarlo y comprenderlo en sus condiciones y circunstancias, en sus alcances y limitaciones, en asumir que lo que preparó para el siglo XIX fue producto de ese siglo y para ese siglo, nunca pensando en un futuro que solo es cierto a partir de la práctica real, del movimiento histórico real de los hombres. Pero por captar tan hondamente esa realidad, “ser un veedor profundo en las miserias humanas” (Martí), y sobre todo por la forma de aprehenderla y el método de veedor, por aclarar, a pesar de sus afanes, que no existe una ciencia a priori para dar solución al problema social sino que hay que ver precisamente esa ciencia en el movimiento crítico real, en las condiciones materiales de la emancipación, es que convoca y mueva a crítica, a su propia crítica, todo lo que negó y que no puede ser afirmado en su nombre. Es la genial distinción entre prever y ver, en que, mientras exista la sociedad dividida entre aquellos que se apropian todo y son cada vez menos y aquellos que sobre sus hombros surge la realidad de esa apropiación, cada momento de la Humanidad será el más revolucionario.

NOTAS

[i] Fernández Retamar, Roberto. Citado por Desiderio Navarro En: Las causas de las cosas.– La Habana: Editorial Letras Cubanas, 2006.– p. 10

[ii] Martínez Heredia, Fernando. Marx, revolucionario de hoy.– En su: El corrimiento hacia el rojo.– La Habana: Editorial Letras Cubanas, 2001.– p. 260

[iii] Engels, Federico. Carta a Conrado Schmitd. En: Miguel Rojas Gómez. Crisis del paradigma estético marxista.–En: Modernidad-Posmodernidad. Colección Pensar en Cuba.– La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1998.–p. 85

[vi] Se entiende aquí esta categoría, asumiendo y partiendo de lo expuesto por Marx “en el sentido de la Tesis I sobre Feuerbach: ‘actividad humana como actividad objetiva’, es decir, real, ‘actividad revolucionaria…crítico-práctica’…Lo determinante en este proceso práctico no es la transformación objetiva(separada de la subjetividad) ni la actividad subjetiva (separada de la objetividad) sino la unidad de ambos momentos”(p. 321); “su objeto no es el ser en sí sino el ser constituido por la actividad humana real…se opera un desplazamiento de la actividad de la realidad como objeto de la contemplación a la realidad como actividad humana, sensible, real…para captarlo como ser que se constituye en y por la praxis”(p. 323). Adolfo Sánchez Vázquez. Una nueva práctica de la filosofía. En su: A tiempo y destiempo.—La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2004.

[v] Tesis 11 sobre Feuerbach. En: Carlos Marx y Federico Engels. La ideología alemana.– La Habana: Editora Política, 1979.– p. 635

[vi] Marx, Carlos y Federico Engels. Manifiesto del Partido Comunista..– En su: Obras escogidas de Carlos Marx y Federico Engels.–Moscú: Editorial Progreso, 197?.– Tomo único. pp. 37, 33

[vii] Marx, Carlos y Federico Engels. Manifiesto del Partido Comunista..– En su: Obras escogidas de Carlos Marx y Federico Engels.–Moscú: Editorial Progreso, 197?.– Tomo único. p. 36

[viii] Tesis 1 y 5 sobre Feuerbach. En: Carlos Marx y Federico Engels. La ideología alemana.– La Habana: Editora Política, 1979.– p. 633, 634. Del texto anterior es la última cita, p. 45

[ix] Ibidem, p. 634

[x]Marx, Carlos y Federico Engels. La ideología alemana.– La Habana: Editora Política, 1979.– pp. 27, 19, respectivamente. El último fragmento pertenece a una carta que Marx escribiera a P. V. Annenkov (Bruselas, 28/12/1846) y que aparece En: Carlos Marx. Miseria de la filosofía. Respuesta a la “Filosofía de la Miseria” del señor Proudhon.–Moscú: Editorial Progreso, 1979 p. 149

[xi] Tesis 2, 3, 8 de Marx sobre Feuerbach. Carlos Marx y Federico Engels. La ideología alemana.– La Habana: Editora Política, 1979.– pp.634-635.

[xii] Marx, Carlos y Federico Engels. La ideología alemana.– La Habana: Editora Política, 1979.—p. 26, 50

[xiii] Sánchez Vázquez, Adolfo. A tiempo y destiempo.– La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2004.–p. 326

[xiv] Tesis 4 de Marx sobre Feuerbach. Carlos Marx y Federico Engels. La ideología alemana.– La Habana: Editora Política, 1979.– pp.634.

[xv] Marx, Carlos y Federico Engels. La ideología alemana.– La Habana: Editora Política, 1979.– pp. 85, 74-75, respectivamente.

[xvi] Marx, Carlos. Miseria de la filosofía. Respuesta a la “Filosofía de la Miseria” del señor Proudhon.–Moscú: Editorial Progreso, 1979.– pp. 27, 81, respectivamente.

[xvii] Marx, Carlos. Miseria de la filosofía. Respuesta a la “Filosofía de la Miseria” del señor Proudhon.–Moscú: Editorial Progreso, 1979.—pp. 41, 43, respectivamente

[xviii] Marx, Carlos. El dieciocho brumario de Luis Bonaparte.– En su: Obras escogidas de Carlos Marx y Federico Engels.—Moscú: Editorial Progreso, 197?.– Tomo único. pp. 117, 131 respectivamente

[xix] Marx, Carlos y Federico Engels. La ideología alemana.– La Habana: Editora Política, 1979.–pp. 75, 36,39-40, 76,78 respectivamente

[xx] Marx, Carlos y Federico Engels. Manifiesto del Partido Comunista..– En su: Obras escogidas de Carlos Marx y Federico Engels.–Moscú: Editorial Progreso, 197?.– Tomo único. p. 46, 42, 49 respectivamente

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