La teoría económica de Marx (II parte)

Hola a tod@s esta entrada es continuación  de una anterior (consultar aquí), concretamente la segunda parte en la que decidimos dividir el trabajo de Francisco Erice. Con esta segunda parte completaríamos este importante y pedagógico trabajo que, como hemos avisado y remarcado con anterioridad, no sustituye la lectura de El Capital pero si que puede servir (y lo hace con creces) como un material de apoyo. Además, la bibliografía que señala el autor es una más que completa referencia. Salud y buena lectura.

LA TEORÍA ECONÓMICA DE MARX (II parte)

 Francisco Erice

6. LA DINÁMICA DEL CAPITALISMO: ACUMULACIÓN Y REPRODUCCIÓN.

La competencia entre los capitalistas por obtener mayores ganancias genera continuas innovaciones tecnológicas. Es inherente al capitalismo la tendencia a incrementar el plusvalor y a acumular, para conseguir ventajas sobre los rivales que luego vuelven a equilibrarse mediante la circulación y la competencia entre capitales. La acumulación se convierte en un motor inmenso de un sistema que eleva extraordinariamente la productividad:

«¡Acumulad, acumulad! (He ahí a Moisés y los profetas) La industria provee el material que el ahorro acumula. Por tanto, ‘ahorrad, ahorrad, esto es, reconvertid en capital la mayor parte posible del plusvalor o del plusproducto! Acumulación por la acumulación, producción por la producción misma; la economía clásica expresa bajo esta fórmula la misión histórica del período burgués» [EC, t. 2, p. 735]. 

La acumulación implica la constante extensión de la producción y de las relaciones sociales en las que se basa. Los cambios tecnológicos fueron modificando las viejas relaciones, dando lugar primero a la manufactura[1] y luego a la moderna fábrica basada en las máquinas, en la que ya no es el operario quien controla sus instrumentos de trabajo:

«En la manufactura y el artesanado el trabajador se sirve de la herramienta; en la fábrica, sirve a la máquina. Allí parte de él el movimiento del medio de trabajo; aquí, es él quien tiene que seguir el movimiento de éste. En la manufactura, los obreros son miembros de un mecanismo vivo. En la fábrica existe un mecanismo inanimado independiente de ellos, al que son incorporados como apéndices vivientes» [EC, vol. 2, p. 515]. 

 El paso del modo de producción feudal al capitalista, coincidente grosso modo con la etapa de la manufactura, se basa en lo que Marx llama acumulación primitiva o acumulación originaria. En el análisis que Marx hace de este proceso [EC, vol. 3, pp. 891-954], intenta resaltar que el origen del capitalismo no está -como afirman otros- en el ahorro la abstinencia por parte de algunos o en determinado espíritu de racionalización (como pensaba Max Weber, que identifica origen del capitalismo con ética protestante). Por el contrario el capitalismo llega «chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies» [EC, vol. 3, p. 950]. Los procesos fundamentales de esta acumulación originaria son la separación entre el productor y los medios de producción y la concentración de grandes recursos en unas pocas manos. En el primer sentido, se requiere la desposesión de los campesinos de la tierra y de los artesanos de sus medios de trabajo, en aras de su proletarización:

«La relación del capital presupone la escisión entre los trabajadores y la propiedad sobre las condiciones de realización del trabajo. Una vez establecida la producción capitalista, la misma no sólo mantiene esa división sino que la reproduce en escala cada vez mayor. El proceso que crea la relación del capital, pues, no puede ser otro que el proceso de escisión entre el obrero y la propiedad de sus condiciones de trabajo, proceso que, por una parte, transforma en capital los medios de producción y de subsistencia sociales, y por otra convierte a los productores directos en asalariados. La llamada acumulación originaria no es, por consiguiente, más que el proceso histórico de escisión entre productor y medios de producción. Aparece como «originaria» porque configura la prehistoria del capital y del modo de producción correspondiente al mismo» [EC, vol. 3, p. 893].

Además, en los procesos de acumulación previa cumplen un papel fundamental el comercio extra-europeo y las colonias:

 «El descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América, el exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la transformación de África en un coto reservado para la caza comercial de pieles-negras, caracterizan los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos constituyen factores fundamentales de la acumulación originaria» [EC, vol. 3, p. 939]. 

Tales procesos, llenos de violencia, son la base del moderno desarrollo capitalista, a la manera en que Marx ejemplifica con la industria algodonera:

 «Al mismo tiempo que introducía la esclavitud infantil en Inglaterra, la industria algodonera daba el impulso para la transformación de la economía esclavista más o menos patriarcal de Estados Unidos en un sistema comercial de explotación. En general, la esclavitud disfrazada de los asalariados en Europa exigía, a modo de pedestal, la esclavitud sans phrase [desembozada] en el Nuevo Mundo» [EC, t. 3, p. 949]. 

«Todo proceso social de producción -señala Marx- es al propio tiempo proceso de reproducción» [EC, vol. 2, p. 695]. Marx distingue la reproducción simple de la reproducción ampliada. En la primera, la plusvalía es consumida por el capitalista en su totalidad; la segunda, que implica expansión del sistema, es la que caracteriza la dinámica normal del capitalista. Marx analiza, en ese sentido, los mecanismos que garantizan esa reproducción ampliada, particularmente a través del desarrollo de dos tipos de sectores: el de la producción de medios de producción (sector I) y el de la producción de medios de consumo (sector II). El equilibrio de uno y otro es fundamental para el proceso. Sobre estos esquemas, que tienen que ver con problemas como el de la realización [de la plusvalía] volveremos más adelante, pues han sido objeto de discusiones entre marxistas -y no marxistas- posteriores. Señalemos, en todo caso, que el proceso de reproducción-acumulación acarrea una serie de efectos tales como la concentración o la pauperización y, como conlleva una serie de distorsiones como son las crisis económicas o la tendencia al descenso de la tasa de ganancia, cuestiones a las que aludiremos a continuación.

 7. CONCENTRACIÓN Y CENTRALIZACIÓN. EJÉRCITO DE RESERVA Y EMPOBRECIMIENTO.

 Según J. Schumpeter, «Marx discernió con mayor claridad que ningún otro escritor de su época el rumbo hacia la gran empresa». Este afirmación es evidentemente cierta, hasta el punto de que puede decirse que las teorizaciones de marxistas posteriores sobre la concentración y los monopolios contaban en la obra de Marx con un excelente punto de partida. Estas tendencias -concentración, centralización- se ligan al desarrollo tecnológico y la necesidad de mejorar la competitividad, y suponen un peso creciente del capital constante (por tanto, un incremento de la composición orgánica del capital).

En todo caso, Marx distingue la concentración de recursos dentro de la empresa o unidad productiva (acumulación, aumento de la tasa de capital invertido por cada trabajador), que es a lo que llama específicamente concentración; y el aumento del tamaño de las empresas, por desplazamiento del mercado de las más ineficientes, fusión, absorciones, etc., que es lo que denomina centralización del capital (concentración de capitales ya formados). Los factores fundamentales de la centralización son la competencia y el crédito; concretamente el uso del crédito (y en esto Marx se anticipa en cierto modo a las teorías sobre el capital financiero) permite reunir grandes sumas para nuevas inversiones, incorporaciones, absorciones, etc.

La otra cara de la concentración-centralización del capital es la creación del ejército industrial de reserva, también denominado por Marx población excedente relativa. La explicación de Marx, al decir de Schumpeter, se basa esencialmente en tesis de Ricardo sobre los efectos del maquinismo. El desarrollo del capital y el proceso tecnológico y la mecanización generan un excedente de trabajo no utilizado total o parcialmente, que sirve de reserva de trabajo potencialmente utilizable, que varía según las condiciones y la fase del ciclo económico y que  sobre todo actúa como poderoso regulador del salario (manteniéndolo en niveles bajos). Ya en sus primeros trabajos económicos Marx describía esta realidad, en términos que subrayan sobre todo los efectos sociales de la mecanización en los trabajadores y el egoísmo de los patronos:

 «La maquinaria [desplaza] (…) los obreros diestros por obreros sin cualificar, a los hombres por mujeres y a los adultos por niños; la maquinaria, allí donde se introduce de nuevo, lanza en masa a los trabajadores manuales a la calle y, donde se perfecciona, se mejora y se sustituye por máquinas más productivas, los va desalojando poco a poco. Hemos pintado más arriba la guerra industrial de los capitalistas entre sí. Esta guerra tiene la particularidad de que en ella las batallas no se ganan tanto enrolando al ejército obrero como licenciando a sus efectivos.

Los generales, los capitalistas, rivalizan entre sí a quién más soldados despide. Los  economistas nos cuentas, es cierto, que los obreros desplazados por las máquinas encuentran nuevas ocupaciones. No se atreven a afirmar directamente que los mismos obreros despedidos hallan acomodo en nuevas ramas de trabajo, pues los hechos claman demasiado en contra de semejante mentira.

Se limitan  sostener que se abrirán nuevos empleos para otros contingentes de la clase obrera, por ejemplo para la parte de la joven generación de trabajadores que se disponía ya a entrar en las ramas industriales cuyas puertas se les cierran. Lo cual no deja de ser, naturalmente, un consuelo para los obreros lanzados a la calle. A los señores capitalistas no les faltarán carne y sangre frescas que explotar y dejarán que los muertos entierren a sus muertos» [TAC, en EEM, p.28].

 El ejército de reserva, según Marx, se constituye en importante palanca de la acumulación “e incluso en condición de existencia del modo capitalista de producción”. Por un lado, está a disposición de las variables necesidades del capital [EC, vol. 3, pp. 786-788]. Por otro lado, regula los salarios a conveniencia de los capitalistas:

«Durante los períodos de estancamiento y de prosperidad media, el ejército industrial de reserva o sobrepoblación relativa ejerce presión sobre el ejército obrero activo, y pone coto a sus exigencias durante los períodos de sobreproducción y de paroxismo. La sobrepoblación relativa, pues, es el trasfondo sobre el que se mueve la ley de la oferta y la demanda de trabajo. Comprime el campo de acción de esta ley dentro de los límites afán de poder del capital que convienen de manera absoluta al ansia de explotación y el » [EC, vol. 3, p. 795].

 La superpoblación relativa -añade Marx- adopta fundamentalmente tres formas: fluctuante, latente y estancada. La primera es la que se produce en función del ciclo económico (según los momentos de expansión, contracción, etc.). La latente es la de los trabajadores rurales que pueden desplazarse (históricamente lo han hecho de manera constante) a trabajar en la industria. La estancada es la de ocupación absolutamente irregular y de condiciones económicas más bajas (obreros procedentes de industrias en decadencia, trabajo femenino domiciliario, etc.).

El sector más bajo del ejército de reserva es el del pauperismo (indigentes, incapacitados, etc.).

En relación con el ejército de reserva formula Marx sus tesis acerca de la pauperización o empobrecimiento de los trabajadores, formulada a veces de forma neta e inequívoca:

 «La ley, finalmente, que mantiene un equilibrio constante entre la sobrepoblación relativa o ejército industrial de reserva y el volumen o intensidad de la acumulación, encadena el obrero al capital con grillos más firmes que las cuñas con que Hefesto aseguró a Prometeo en la roca. Esta ley produce una acumulación de miseria proporcionada a la acumulación de capital. La acumulación de riqueza en un polo es al propio tiempo, pus, acumulación de miseria, tormentos de trabajo, esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y degradación moral en el polo opuesto, esto es, donde se halla la clase que produce su propio producto como capital» [EC, vol. 3, p. 805].

Marx, por tanto, plantea el tema de la pauperización dentro del proceso de acumulación capitalista al hablar de los sectores más desvalidos de la clase obrera; pero, por afirmaciones como ésta, da la impresión de que el proceso de empobrecimiento lo hace extensivo a toda la clase obrera. Esto ha dado lugar a polémicas posteriores, en las cuales, a la vista de la evolución de la clase obrera en los países más desarrollados, se ha criticado el supuesto error de Marx acerca del empobrecimiento radical de los obreros bajo el capitalismo.

Pero, aun reconociendo que algunos párrafos de Marx son susceptibles de interpretaciones diversas, habría que hacer algunas matizaciones.

En primer lugar, como señalamos, Marx parece hablar muchas veces, de manera especial, de una parte de la clase obrera, precisamente la menos favorecida. En segundo lugar, la tesis del empobrecimiento absoluto[2] da paso en Marx, en ocasión, a la idea más bien de un  empobrecimiento relativo (incluyendo aspectos morales y resaltando la disminución de los salarios en proporción con lo producido por los trabajadores)[3]. Pero, además, la idea de un empobrecimiento absoluto  y generalizado de la clase obrera estaría en contradicción con su visión de la evolución de los salarios, que Marx consideraba condicionados por razones sociales e históricas y no sujetos al mínimo fisiológico del que hablaban otros autores de la época. Es llamativa, por ejemplo, su crítica furibunda a las tesis del socialista alemán Lassalle sobre la llamada ley de bronce  de los salarios, por su carácter naturalista (la considera derivada de la ley de la población de Malthus) y por el retroceso que, en ese sentido, suponía, sobre un análisis de los salarios basado en el concepto de plusvalía [CPG, pp. 30-34].

 8. LOS LÍMITES DE LA ACUMULACIÓN: CRISIS Y TENDENCIA DECRECIENTE  DE LA TASA DE GANANCIA.

 La visión dialéctica y crítica de Marx está, como es sabido, lejos de presentar el desarrollo del capitalismo como un proceso fluido y continúo. Por el contrario, la acumulación y reproducción están jalonadas de crisis, que no son accidentales, sino inherentes al funcionamiento mismo de las contradicciones del sistema. Se ha dicho, y quizás sea cierto, que Marx no ofrece una interpretación completa y sistemática de las crisis o los ciclos económicos, pero no podemos olvidar que los libros II y III de El Capital no fueron presentados tal cual por  el propio Marx, sino publicados por Engels sobre la base de materiales del propio Marx, a veces fragmentarios, incompletos o poco desarrollados. De todos modos, las observaciones sobre las crisis, y el encaje de las mismas en los procesos de evolución del capitalismo, ofrecen interesantes elementos que podemos retener.

En primer lugar -insistimos- las crisis son inherentes a las contradicciones del sistema. Se relacionan con la anarquía del mercado, de la que Marx habla en múltiples ocasiones, entrando en conflicto con la idea de la armonía generada por el mercado entre los intereses individuales egoístas y las necesidades sociales.

En segundo lugar, podríamos distinguir en el análisis de Marx, siguiendo a Paul Sweezy, dos tipos de crisis: las crisis de realización y las determinadas por el descenso de la tasa de ganancia. Las crisis de realización se producen cuando los capitalistas son incapaces de realizar el valor íntegro de las mercancías, colocándolas en el mercado. En la literatura marxista, la discusión se ha centrado en dos tipos de estas crisis: las debidas a la desproporcionalidad entre los dos sectores en los que Marx dividía la economía (sector I o de medios de producción y II o de medios de consumo); las que provienen de la insuficiente demanda o, dicho de otra manera, del subconsumo de las masas.

El otro tipo de crisis se insertan en la tendencia a decrecer de la tasa de ganancia,  que provoca especulación, sobreproducción, inestabilidades… Esta famosa tendencia constituye -como es sabido- una de las tesis más conocidas y más controvertidas de Marx, por lo que conviene  recapitular brevemente a propósito de su sentido. Veámoslo.

Empecemos por recordar que el valor total de la mercancía (M) es la suma de capital constante, capital variable y plusvalía (M=c+v+p), y que Marx llama composición orgánica del capital (r) a la relación entre capital constante y capital variable (r=c/v). Recordemos asimismo la diferencia entre la tasa de plusvalía (p’), que mide la explotación, y la tasa de ganancia (g’), que mide la rentabilidad del capital. Así, la tasa de plusvalía es la relación entre plusvalía obtenida (trabajo excedente) y valor de la fuerza de trabajo o capital variable (p’=p/v).

En cuanto a la tasa de ganancia, es la relación entre plusvalía y conjunto del capital desembolsado, tanto constante como variable, según la fórmula g’=p/(c+v).

 Al seguir operando, siendo p=p’v, tenemos que g’=p’v/(c+v). Si dividimos numerador y denominador entre v y recordamos que r=c/v, nos quedaría p’ en el numerador y, en el denominador, (c+v)/v=(c/v)+(v/v)=(c/v)+1=r+1.

El resultado es que  g’=p’/(1+r)

O, dicho de otro modo, que la tasa de ganancia es directamente proporcional a la tasa de plusvalía (en principio, a más tasa de plusvalía, más cuota de ganancia, o si se quiere, banalizándolo, a más explotación más ganancia), pero inversamente proporcional a la composición orgánica del capital (es decir, el aumento de la composición orgánica del capital supone el descenso de la tasa de ganancia). Como la evolución del capitalismo va en el sentido de la mecanización y por tanto del aumento del capital constante sobre el variable, o sea en el aumento de la composición orgánica, llegamos a la conclusión de que la tasa de ganancia tiende a disminuir constantemente. esta es la base de la denominada ley de tendencia descendente de la tasa de ganancia.

En términos más imprecisos, pero quizás ilustrativos del sentido de la tesis de Marx, esto significa que el capitalismo, al desenvolverse según su lógica interna, tiende a destruir las bases mismas de su desenvolvimiento; que los métodos que el capital aplica para aumentar la plusvalía (para buscar la plusvalía relativa, sobre todo) se vuelven contra él, en una significativa contradicción dialéctica. Que eso lleve al derrumbe inevitable del capitalismo por sus contradicciones internas o que no sea así constituye el objeto de una polémica entre marxistas posteriores para la cual Marx, una vez más, no proporciona afirmaciones inequívocas o contundentes. Lo que sí hace Marx es, a la vez que enuncia la ley, señalar una serie de tendencias contrarrestantes, que como mínimo reducen su alcance. Esos factores son fundamentalmente cinco, de las cuales tres actúan elevando el numerador (es decir, la tasa de plusvalía), hay otra que influye sobre el denominador (limitando el crecimiento de la composición orgánica) y una que actúa sobre ambos (numerador y denominador).

La primera de estas causas contrarrestantes es la elevación del grado de explotación del trabajo (que, por tanto, incrementa la tasa de plusvalía p’). Esto puede lograrse prolongando la jornada laboral, intensificando el trabajo o mejorando la productividad.

La segunda sería la depresión de los salarios por debajo de su valor. Todo descenso del salario real afecta al crecimiento de la tasa de plusvalía.

La tercera es la sobrepoblación relativa o ejército de reserva. La existencia de esa reserva de trabajadores desocupados y por tanto disponibles conduce a la instalación de nuevas industrias con una composición orgánica del capital relativamente baja, y por lo mismo con una tasa de ganancia alta. Ello hace subir la tasa de ganancia media.

La cuarta causa contrarrestante afecta al abaratamiento de los elementos del capital constante. El uso creciente de maquinaria puede hacer disminuir el valor por unidad de capital constante generado (producir, por ejemplo, maquinaria, puede ser más barato). En otras palabras, un aumento de la composición orgánica, haciendo bajar el valor del capital constante, actúa en cierta medida como su propio correctivo. Marx indica que la compensación puede ser muy importante, llegando hasta el extremo de anular totalmente el aumento inicial.

En quinto y último lugar, el comercio exterior, gracias a las importaciones, permite adquirir productos básicos y materias primas más baratos, con lo que se consigue abaratar elementos del capital constante, así como las subsistencias básicas para los trabajadores. En ambos casos se incrementa la tasa de ganancia, al descender el valor del capital constante y aumentar la tasa de plusvalía.

 9. EL PAPEL DEL COMERCIO EXTERIOR Y EL COLONIALISMO.

 Esta última observación nos sitúa en el tema de la influencia del comercio exterior, y concretamente del comercio y la explotación colonial, en el desarrollo del capitalismo. Cuando, en las siguientes generaciones de marxistas, se planteen los debates sobre el imperialismo, hay dos elementos fundamentales que se pondrán en juego: los cambios económicos desde el capitalismo de libre competencia hasta el de los monopolios, y el papel de la expansión colonial.

Acerca de las opiniones de Marx sobre el primero ya se ha dicho algo en estas páginas. Pero ¿hasta qué punto y de qué manera abordó Marx el segundo tema?. Limitándonos ahora a las observaciones de Marx sobre los efectos económicos del colonialismo, podemos señalar algunas ideas básicas sobre el particular.

Ante todo, como acabamos de señalar, el comercio con las colonias puede actuar como elemento contrarrestante fundamental del descenso de la tasa de ganancia, proporcionando materias primas y alimentos en condiciones favorables. El mercado colonial contribuiría también a la realización de la plusvalía (ofreciendo mercados) y a la absorción del excedente de capitales o inversiones. Además, el pillaje colonial ha sido históricamente una de las fuentes básicas de la acumulación originaria; no insistiremos sobre el tema, que ya hemos tratado someramente.

Con respecto a las ventajas que para las colonias puede suponer la relación, es frecuente citar los artículos de Marx sobre la India donde ofrecía la visión de una parte constructiva del colonialismo, proyección de la del propio capitalismo. Sin negar que Marx utilizara este argumento, sin embargo, la visión de los efectos negativos (también desde el punto de vista económico) para los colonizados en absoluto está ausente del análisis de Marx, incluso de sus escritos de juventud. Un texto prototípico, en ese sentido, es su «Discurso sobre el problema del librecambio» (9 de enero de 1848), donde polemizaba con los defensores de las supuestas ventajas de la libertad comercial y con los que, como Ricardo, defendían la supuesta vocación natural de cada país para ofrecer determinado tipo de productos (con las ventajas comparativas que de ello se derivaban):

 «Ya hemos expuesto lo que es la fraternidad que el librecambio provoca entre las distintas clases de una y la misma nación. La fraternidad que el librecambio fundaría entre las diversas naciones de la tierra difícilmente sería una relación fraternal; el poner a explotación, bajo su estructura cosmopolita, la etiqueta de la fraternidad general es una idea que sólo puede brotar en el seno de la burguesía. Todas las manifestaciones destructivas que la libre competencia pone de manifiesto en el interior de un país se repiten en proporciones todavía más gigantescas dentro del mercado mundial (…)

Se nos dice, por ejemplo, que el librecambio hará nacer una división del trabajo internacional y mostrará con ello a todos los países el camino de una producción que se armonice con sus ventajas naturales.

¿Acaso creéis, señores, que la producción de café y azúcar es el destino natural de las Indias occidentales? Hace dos siglos, la naturaleza, que no se preocupa para nada del comercio, no plantaba allí ni cafetos ni cañas de azúcar. Y probablemente no pasará medio siglo más para que no veamos allí ni café ni azúcar, ya que las Indias orientales se encargan de dar la batalla a este supuesto destino natural de las Indias occidentales, produciendo dichos artículos más baratos. Y estas Indias occidentales, con sus riquezas naturales, representan ya para los ingleses una carga tan pesada como las mujeres de Dakka, destinadas también desde los orígenes de los tiempos a tejer siempre a mano» [en EEM, p. 553].

  Esta visión de los efectos destructivos del capitalismo en las colonias se irá afirmando en los textos de Marx hasta culminar en los últimos años (el Marx tardío del que hablaba Shanin), donde sobre todo sus escritos sobre Irlanda. Pero ya en El Capital, Marx resaltaba cómo la dominación británica condenaba a Irlanda a ser «un distrito agrícola de Inglaterra», «una pradera de ovejas y vacas para Inglaterra» [EC, vol. 3, pp. 878 y 889]. Está ya lejos la perspectiva, apuntada para la India, de una colonia que se industrializa pese a los intereses de la burguesía de la metrópoli, pero como consecuencia de la dinámica inconscientemente generada por ella. En una conferencia pronunciada en noviembre de 1867, Marx lo subrayaba de forma inequívoca, tras citar una serie de ejemplos históricos en ese sentido:

«…Cada vez que Irlanda estaba a punto de desarrollarse industrialmente, se la reprimía y se la volvía  convertir en un país meramente agrícola» [IC, p. 163].

La percepción de estos bloqueos nos sitúa en la línea, que obviamente Marx no desarrolló sistemáticamente, de singularizar las formas capitalistas en los países atrasados, no tanto en el sentido de un simple retraso como producto histórico del colonialismo.

Y aquí entrarían, por último, los atisbos de Marx acerca del carácter desigual del intercambio mercantil entre unos y otros países, muy lejos, por tanto, de la teoría de las ventajas comparativas de Ricardo. Los países más avanzados, que cuentan con empresas eficientes en sectores inexistentes o más débiles en las países menos desarrollados, compensan con creces los mayores salarios comparativos con diferenciales de productividad aún mayores, obteniendo por tanto ventajas absolutas en la mayoría de los sectores y un superávit comercial estructural. Además, la productividad en los países desarrollados y las diferencias de remuneración del trabajo con respecto a los países más pobres, hacen que, en el intercambio, el país rico exporte menos tiempo de trabajo y se conviertan en importadores netos de tiempo de trabajo de los países menos favorecidos, generándose de este modo una significativa dependencia.

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[1] Se trata de una forma de cooperación basada en la división del trabajo, pero cuyo fundamento es la producción artesanal, y que se desarrolla entre los siglos XVI y XVIII. En ella los trabajadores están ya concentrados, pero la habilidad artesanal sigue siendo la base técnica de la producción.

[2] Por cierto defendida por algunos autores para el actual capitalismo, desde una perspectiva no centrada en los países más avanzados, sino en la totalidad del mundo.

[3] Véanse observaciones de C. Berzosa y M. Santos (2000), pp. 140-146

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