Amigas y amigos disculpas por este retraso importante en la nueva entrega de lectura pero las cosas vienen como vienen. Y dicho esto vamos a por lo nuestro. Como bien sabemos, la aparición del marxismo supuso una gran influencia en las ciencias, especialmente en el análisis e interpretación de los acontecimientos históricos.
Ya os anuncio que la entrada de hoy versará acerca de la Historia, de la metodología empleada y en concreto de la corriente historiográfica de los «Annales» (ojo, con dos n, no confundir con otras prácticas) y su relación -a través de las diferentes etapas de esta escuela- con el marxismo. Su autor, Carlos Antonio Aguirre Rojas, es investigador en el lnstituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y el texto apareció publicado originalmente en el núm. 26 de Iztapalapa. Pues vamos allá…
Salud y revolución. Olivé
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DE LOS ANNALES ”REVOLUCIONARIOS” A LOS ANNALES ”MARXISTAS”
Algunas consideraciones sobre la relación entre la corriente de los Annales y el marxismo
Carlos Antonio Aguirre Rojas
Personalmente, tengo por la obra de Karl Marx la más viva admiración…,si alguna vez los historiadores, adeptos de una ciencia renovada, deciden darse una galería de ancestros, el busto barbudo del viejo profeta renano tendrá su lugar, en la primera fila, dentro de la capilla de la corporación
MARC BLOCH,
L’étrange défaite, 1940
En las ciencias sociales, al igual que en las ciencias naturales, existen preguntas cuya respuesta presupone una definición de términos, y a este género de interrogantes acaso corresponde perfectamente el que se refiere a la compleja relación entre la corriente de los Annales y el marxismo.
Al indagar con respecto a los nexos específicos que han establecido ambas corrientes de la interpretación histórica contemporánea, se alude a un universo de problemas múltiples y variados. La corriente de Annales es en realidad un término que sintetiza y abarca una compleja trayectoria que incluye a una diversidad de autores, lineas de investigación y perspectivas historiográficas sucesivamente desarrolladas dentro de las seis décadas de vida con las que cuenta ya este movimiento annalista. Por su parte, el término marxismo puede referirse tanto a las concepciones originalmente desarrolladas por Marx y Engels, como a la actividad práctica y la presencia política de los discípulos de éstos, o bien a las relaboraciones y reinterpretaciones teóricas de la doctrina marxista por parte de sus epígonos.
De este modo, la relación antedicha entraña toda una temática complicada y abierta, aún en vías de ser claramente delimitada y establecida. Si bien no es remoto encontrar afirmaciones o referencias a este punto en la literatura que se ocupa de la trayectoria global de Annales, se trata, en su mayoría, de simples alusiones o planteamientos tangenciales, y más bien son escasos «los trabajos que tratan este asunto como tema central.1
Al aproximarse con más detalle a este universo se advierte la amplitud y dificultad de los interrogantes: ¿qué marxismo ha existido en Francia, durante los sucesivos periodos de vida de la corriente de Annales; cuál ha sido su relación con el “marxismo de Marx” y su actitud hacia el desarrollo de las ciencias sociales francesas de su época; cómo ha influido este marxismo, y cómo se ha dejado influir, sobre y por el ambiente intelectual del hexágono? Y por otro lado, ¿cuál ha sido la actitud de los distintos Annales hacia la obra de Marx, hacia los marxistas no franceses y hacia el marxismo y los marxistas de su propio país; cual el juego recíproco de interpenetración entre las perspectivas y trabajos annalistas, y los aportes marxistas, ya sean aquéllos originalmente planteados por Marx, o bien los de sus epígonos franceses? Como se ve, para dar respuesta a este abanico de preguntas —que podría además prolongarse y detallarse fácilmente— es necesario realizar una serie de investigaciones y de análisis sobre los cuales sólo se han dado hasta ahora los primeros pasos.
Desde nuestro punto de vista, las dos perspectivas o concepciones de la historia más ampliamente difundidas a lo largo y ancho del planeta son precisamente la de los Annales y la del marxismo. Ambas, por su tradición y contribuciones, son fuentes de consulta y puntos de vista vigentes dentro de los distintos debates de las historiografías de muchos países, pues disputan y comparten los espacios intelectuales de la historiografía contemporánea.
Sin pretender entonces una respuesta absoluta, pero en el claro ánimo de continuar promoviendo un examen del tema creemos pertinente avanzar algunas hipótesis en torno a esta compleja temática.
I
(Lucien Febvre)…ha sido un lector muy atento de Marx, de Max Weber y de Sombart, pero sobre todo de Marx. Algo que no todo el mundo le perdonará fácilmente.
FERNAND BRAUDEL,
Lucien Febvre et l’histoire, 1956.
Si nos ubicamos en el contexto intelectual francés de la entreguerra —periodo en el que nacen justamente los Annales de Histoire Economique et Sociale, los “primeros Annales”—, el primer hecho a destacar será precisamente el ambiente intelectual y social en el cual la presencia del marxismo es absolutamente débil y casi inexistente,2 lo cual además ni es un hecho reciente ni puramente francés, sino que remonta sus raíces por lo menos a la segunda mitad del siglo XIX, y que se proyecta prácticamente dentro de todo el mundo mediterráneo europeo occidental de aquellos tiempos.
Incluso desde los tiempos mismos de Marx, y hasta la Segunda guerra mundial, Francia no ha conocido —salvo algún autor aislado, por ejemplo, Paul Lafargue, que hace justamente las veces de excepción que confirma la regla—, prácticamente ninguna escuela, grupo o corriente que haya desarrollado creativamente el marxismo y que haya contribuido de manera importante al acervo general del fondo de los trabajos marxistas europeos y mundiales que en esa época se están produciendo.
Ante tal panorama —que con sus variantes respectivas se repite igual en Italia y en España— de una clara ausencia de tradición y de producción teórica marxistas, Francia genera en cambio esas obras de corte socialista o crítico (pero no marxista) realmente interesantes, que son las obras de Jean Jaures, F. Simiand, G. Sorel, E. Labrousse 0 G. Lefebvre, por no mencionar más que a algunos de sus autores más importantes.
Y justamente en este contexto se gesta y consolida el proyecto crítico y revolucionario de los primeros Annales con singulares efectos.
Como es sabido, es precisamente el marxismo el que ha renovado el análisis de la sociedad esbozado anteriormente por distintos autores de los siglos XVII y XVIII: funda, en sentido estricto, el moderno proyecto de una ciencia de la historia. Y también el marxismo además de inaugurar, por ejemplo, la rama de los estudios de la historia económica moderna, ha desarrollado una serie de paradigmas sobre el modo científico de llevar a cabo la reconstrucción de los hechos históricos, paradigmas que constituyen una parte importante del armazón conceptual de la compleja cosmovisión materialista de la historia.3
Pero si Francia, desde el siglo XIX, no ha logrado arraigar en su seno a este rico fenómeno intelectual del marxismo —lo que en una cierta medida se explica por el fuerte carácter aún agrario de la sociedad francesa, y por su lento y tardío desarrollo capitalista—, entonces es lógico que haya carecido también, en el plano de las ideas, de los horizontes y de los aportes que, en cambio, si ha conocido. por ejemplo, el mundo germanoparlante de esa misma época, en e] que dicho marxismo ha florecido de manera importante, desde el último tercio del siglo XIX y hasta su bárbara y lamentable destrucción por parte de los nazis.
Pero, de una manera hasta cierto punto natural, ese proyecto crítico de los Annales iniciales va a rehacer por su propia cuenta un camino que, toda proporción guardada, equivale dentro del hexágono al camino recorrido por Marx 70 años antes, redescubriendo por su propia vía lo mismo temas recientes de la investigación historiográfica como el área de la historia económica, que paradigmas metodológicos ya postulados por Marx, tales como el de la historia global, la visión de largo aliento en los procesos históricos, o la crítica del empirismo y del idealismo dentro de las concepciones históricas.
Se trata entonces de una serie de curiosas, pero totalmente lógicas coincidencias. Mientras Marx funda el análisis científico de la moderna rama de la historiografía económica, Henri Pirenne —uno de los antecedentes intelectuales principales de Annales—, habrá de convertirse en el verdadero padre fundador de los estudios histórico-económicos realizados en lengua francesa.4 Y más adelante, los propios Annales habrán de darle en Francia carta de ciudadanía a la historia económica dentro del más vasto campo de la investigación histórica.
Si bien esta coincidencia en una problemática central para ambas perspectivas facilita el acercamiento entre los autores de Annales y el marxismo, dicho proceso se complementa en el plano metodológico con la critica de la historia empirista y positivista anterior y, por tanto, con la postulación de una serie de paradigmas metódicos que los Annales elaboran en el proceso mismo de fundamentar su diferencia respecto de la historiografía francesa que los precede y que, significativamente, tienen muchos puntos de proximidad con la perspectiva metodológica de Marx. Porque en este ejercicio de crítica e innovación de los paradigmas vigentes de la historia positivista anterior, los primeros Annales van estructurando, por ejemplo, la reivindicación de una historia concebida como historia global o total. Una historia de amplísimas dimensiones, que no sólo deberá abarcar toda huella humana producida en el tiempo y todo fenómeno o realidad histórico—sociales posibles, sino que también deberá ser construida y concebida desde otra perspectiva: el punto de vista de la totalidad.5 Historia global —por las dimensiones de su objeto de estudio, y por su modo de aproximarse a él— que nos remite, por un lado, a la tesis de Marx según la cual no existe más que una sola ciencia, la de la historia, y por el otro, a su exigencia metodológica de analizar todo fenómeno social desde el punto de vista de la totalidad, desde la perspectiva de esa “iluminación general en la que se bañan todos los colores y que modifica las particularidades de éstos”, de redefinir de esa forma la esencia particular de dichos fenómenos inmersas en esa totalidad.
Historia globalizante o total que es al mismo tiempo una historia- problema, una historia “problemática» según la expresión de Lucien Febvre. Historia que, asumiendo los sesgos que implica la relación entre el historiador y su objeto, trata de hacerlos explícitos a través del establecimiento inicial del “problema” a investigar. Porque toda historia “parte de un problema‘, de una encuesta .a resolver, y es justamente este cuestionario inicial planteado a los datos y a la investigación empírica lo que determina en lo fundamental el propio itinerario y los resultados de esa investigación. Historia-problema que trae a la mente la atinada crítica marxista a la “simple colección de hechos muertos” a la que arriba la historia empirista, en su falsa pretensión de objetividad y neutralidad frente a los datos y hechos históricos esenciales.
Y finalmente, una historia que reconoce la novedad y el carácter totalmente incipiente del proyecto que intenta constituida en verdadera “empresa razonada de análisis” -según la concibe Bloch—, en genuino proyecto de explicación científica de los procesos históricos, y que en consecuencia se autopostula, tanto en la versión de estos primeros Annales como en la previa formulación de Marx, como una historia abierta o en construcción. Historia que “se está haciendo todavía” en la medida en que se descubren constantemente nuevos métodos y técnicas de aproximación al objeto, en que se incorporan nuevos territorios y espacios de análisis antes inexistentes o poco explorados, en tanto que se enriquecen permanentemente, con nuevas y más complejas hipótesis y con más elementos de juicio y de interpretación, los viejos debates historiográficos siempre fundamentales para el esclarecimiento de la evolución humana en la historia.6
Los primeros Annales rencuentran en sus planteamientos de la historia global, de la historia—problema y de la historia como proyecto abierto o en proceso de edificación, el conjunto de exigencias metodológicas en las que Marx había insistido más de medio siglo atrás, y desarrollan además una obra historiográfica que, en el momento de su publicación, suscitó el interés y la aprobación de los estudiantes de izquierda franceses de aquella época;7 desde nuestro punto de vista, resulta una obra realmente digna de una recuperación crítica y altamente fructífera, desde el marco de la verdadera concepción materialista de la historia de Marx.8 De este modo, la distinción que Bloch establece entre relación feudal y relación de servidumbre, y la doble tipología particularizada que de cada una de ellas desarrolla, así como la reconstrucción febvriana del “utillaje mental” de los hombres del siglo XVI, 0 el rico análisis braudeliano de los contenidos de lo que él llama la “civilización material”, son desarrollos conceptuales e historiográficos sumamente interesantes, que desde una lectura crítica marxista pueden ser recuperados para la explicación materialista del modo de producción feudal, del proceso de la reforma religiosa del siglo XVI 0 del desglose del sistema de las necesidades y de las capacidades humanas de un cierto metabolismo social precapitalista, respectivamente.
A partir de este claro conjunto de afinidades —que no identidades— problemáticas, metodológicas, conceptuales e historiográficas entre los Annales de Marc Bloch y Lucien Febvre, y los desarrollos y trabajos del marxismo original, resulta comprensible la actitud práctica que han adoptado los fundadores de los Annales respecto del marxismo y de ciertos intelectuales de izquierda contemporáneos a ellos. Porque si consideramos en general, la política editorial que han seguido estos primeros Annales en la elaboración de la revista, podremos constatar que ella ha estado abierta y ha servido de tribuna de difusión a autores de clara filiación “comunista” o de izquierda como Georges Friedmann, Franz Borkenau, Camille—Ernest Labrousse, Georges Lefebvre o Henri Mougin.9
En las páginas de los Annales d’Histoire Economique et Sociale tienen cabida estos autores, y otros que se ocupan de analizar problemas como el del piso quinquenal, la colectivización forzosa, el movimiento stajanovista o la situación agraria en la Unión Soviética del periodo de la entreguerra. Estos Annales de 1929—1939 constituyen así un lugar de encuentro y un polo de concentración de los intelectuales socialistas y de izquierda franceses, con el conjunto de los historiadores y científicos sociales que en aquellos tiempos cultivan y expresan ansias de verdadera innovación, “aires de cambio” de las perspectivas tradicionales de análisis de las ciencias humanas entonces vigentes.
Lo anterior no quiere decir que podamos calificar a estos Annales de Bloch y Febvre como unos Annales marxistas. Porque si bien las afinidades teóricas e historiográficas de ciertos resultados de la corriente francesa con el marxismo son claras, y es también manifiesta su apertura práctica hacia los problemas y los autores de la izquierda francesa de la época, también son considerables sus críticas explícitas a ciertas versiones del “materialismo histórico” y sus reservas en relación con ciertos elementos o hipótesis de la propia obra de Marx.
Porque en una actitud que vale la pena remarcar, tanto Bloch como Febvre han realizado una clara distinción entre Marx y sus diversos discípulos. Y si ambos han declarado abiertamente su admiración personal y su respeto por los trabajos del gran autor de El capital, ambos también han criticado las aplicaciones o supuestas derivaciones, simplistas, mecánicas y elementales de los pretendidos seguidores o discípulos marxistas tanto franceses como de otras partes del mundo.10
Pero este asunto se complica un poco más si tomamos también en cuenta el distinto sentido de los itinerarios intelectuales que en estos tiempos han vivido Marc Bloch y Lucien Febvre, los dos directores de los Annales Histoire Economique et Sociale. Pues si bien ambos han sido en general lectores atentos y admiradores declarados de Marx, y al mismo tiempo críticos o reticentes respecto de los trabajos de los marxistas europeos que han conocido y leído dentro de sus específicos campos de interés,11 también es importante el hecho de que, en la curva evolutiva de sus respectivas vidas y de sus correlativas trayectorias intelectuales, han tomado senderos divergentes.
Porque, al parecer, Febvre ha partido de una posición y de un medio en el que era muy importante la influencia de Jean Jaures y su posición entonces en la primera década de este siglo resulta ser de un cierto socialismo semiproudhonista, semijaureziano,12 para avanzar progresivamente en una línea que abandonaba este punto de partida, y acentuaba sus críticas hacia las versiones entonces difundidas en Francia del “materialismo histórico”. Conquistando poco a poco y cada vez más, durante este periodo de entreguerras, el reconocimiento académico e institucional, Febvre ha caminado sobre todo en el sentido de una posición cada vez más “apolítica” y que reforzaba el escepticismo y la distancia respecto de sus antiguos condiscípulos o compañeros de inclinación socialista, y asume entonces una postura que lo llevará a sostener la necesidad de continuar publicando los Annales aun bajo la censura nazi, y al precio de aceptar la concesión de eliminar el nombre de Marc Bloch de la portada.
En el otro extremo, Marc Bloch habría seguido un camino casi inverso. Hijo de un reconocido profesor de la Sorbona, y heredero entonces de un estatus derivado de lo que eso significa en el medio académico francés, Bloch seguirá en cambio un itinerario que, al adentrarlo en la historia económica como uno de sus temas centrales de investigación, lo irá acercando poco a poco a la creciente y mayor admiración por Marx y su obra. Al mismo tiempo, y debido en mucho a su experiencia personal como judío francés, perseguido y hostigado por los nazis y por sus aliados franceses, el autor de L ‘Etrange défaite se irá radicalizando en su postura teórica y en su concepción política personal, hasta el punto de llegara participar de manera voluntaria, y con responsabilidades de cierta envergadura, en el movimiento de la resistencia francesa a la ocupación alemana, movimiento al cual ofrendará su vida el 16 de junio de 1944.
De este modo, la ruptura Bloch/Febvre de la primavera de 1941 13 es el síntoma evidente de estas encontradas direcciones dentro de las cuales marchaban los dos fundadores de Annales, trayectorias contrapuestas que, si bien explican en parte la riqueza y profundidad de esos Annales iniciales, complejizan y matizan al mismo tiempo esta relación entre los Annales anteriores a la Segunda guerra mundial y el universo de elementos marxistas, socialistas y de izquierda que hemos mencionado antes.
Resulta entonces claro que aun cuando los primeros Annales no son marxistas, sí son en cambio revolucionarios, en tanto que han realizado una verdadera revolución en la teoría de la historia imperante dentro del hexágono francés de la época; Annales que, además, aunque con matices y desfases temporales específicos, fueron dirigidos por dos admiradores declarados de la obra de Carlos Marx, y que han abierto las páginas de la revista a la colaboración de autores de clara filiación izquierdista, y tratado además problemas que interesaban de manera candente a esos mismos círculos intelectuales de inclinación socialista. Y Annales que, finalmente, y trabajando dentro de su propia ruta, han terminado elaborando —dentro de un medio intelectual marcado por la casi total ausencia de tradición y de presencia marxista— un conjunto de paradigmas metodológicos similares a los que Marx había reivindicado, y han promovido además —en Francia de manera fundamental— una temática siempre muy estimada —y sobrestimada, en algunas ocasiones— por los marxistas: la temática de la historia económica.
Con el advenimiento de la Segunda guerra mundial se acaba esa coyuntura cultural privilegiada que vivió Europa durante ese periodo singular que fueron los años veinte y treinta de este Siglo, y que permitió tanto el nacimiento y consolidación de estos Annales Histoire Economique et Sociale, como esa relación un poco ambigua y diversa de estos últimos con el universo, también muy especial, de los medios socialistas y de izquierda franceses de aquellos tiempos.
Luego del paréntesis de la guerra —que, como hemos visto, radicaliza la tensión interna de los dos directores de Annales hasta el punto de su ruptura abierta—, todo cambia en el panorama social e intelectual francés. Se modifica con las transformaciones que acompañan a la Europa del Plan Marshal y de la segunda posguerra; cambian también los Annales y el marxismo se transforma, y consecuentemente varían las formas de su relación anterior.
II
Alguien ha dicho, bromeando, que soy el último de los marxistas, lo cual no es verdad.. lo que me gusta en Marx es que posee la percepción de la larga duración… además, Marx es un economista que posee también el sentido agudo de la historia…
FERNAND BRAUDEL
Entrevista en el periódico Rinascita, núm. 17, 1983.
El inicio de la Segunda guerra mundial abrió una larga transición para la historia de la corriente de Annales, que se prolonga hasta 1956, año de la muerte de Lucien Febvre. En ese momento Fernand Braudel toma la dirección efectiva de la revista. Así comienzan realmente lo que podríamos llamar los “segundos Annales ” o “Annales braudelianos”. Pero para ese entonces ha cambiado radicalmente el paisaje intelectual del hexágono francés.
En lo que parecería una auténtica “carrera de relevos” en el plano de la historia cultural europea, comenzó a desplegarse y a difundirse lo que podríamos llamar estrictamente un marxismo mediterráneo, un marxismo de los países del sur de Europa occidental. Así, si las tres décadas anteriores a la Primera guerra mundial, e incluso parte importante del periodo de entreguerras, habían conocido un fuerte florecimiento del marxismo noreuropeo —alemán, austriaco y polaco, principalmente—, y este marxismo se pliega totalmente a partir de la masacre sufrida a manos de los nazis, ahora en cambio, y en parte como un fruto intelectual de los reacomodos originados por la segunda conflagración mundial, tendría lugar, por vez primera en la historia, un fuerte auge y expansión del marxismo en los países occidentales europeos de habla latina. Marxismo de carácter mediterráneo, que parecería haber tomado el remplazo del antiguo marxismo noreuropeo, durante los cinco lustros siguientes al fin de la Segunda guerra.
Pero así como es diferente la cultura noreuropea de la cultura mediterránea, así se diferenciará el marxismo septentrional del meridional, desarrollados en estas diversas zonas de Europa. Porque al inscribirse dentro de las distintas sensibilidades culturales de larga duración que corresponden a estas dos Europas, y que Fernand Braudel ha señalado con tanta agudeza y acierto, 14 las doctrinas nuevas —en este caso el marxismo— sufren también un proceso de refuncionalización y de readaptación que las pone acordes con el medio cultural dentro del cual habrán de arraigar y desarrollarse en cada momento.
Por eso —y muy a] modo tradicional característico de la cultura católica, de los países mediterráneos europeos, cultura pública, comunitaria y en la que el ritual se halla mediado por la institución—, este marxismo meridional de la segunda posguerra habrá de desarrollarse y difundirse a todo lo largo y ancho de los espacios culturales de esas distintas naciones occidentales del sur de Europa. Marxismo más inmediato en sus elaboraciones, y mucho menos analítico que su homólogo del norte, el de las zonas mediterráneas es más ligero y expositivo en su estructuración, más florido en la explicación y más abundante y reiterativo en el tratamiento de los puntos que aborda.
Así, frente al marxismo germanoparlante, que es mucho más denso y reflexivo, y que es radicalmente económico en la argumentación, a la vez totalmente sistemático y ordenado (hasta el punto de una cierta rigidez), el marxismo mediterráneo se presenta (en cambio) como mucho más libre, creativo y hasta especulativo, llega incluso al punto de parecer un poco desordenado.
Marxismos radicalmente distintos que reflejan, a través de su propia diferencia, la profunda y también definida separación de las divergentes formas intelectuales de aproximación de las dos viejas Europas de la Reforma y de la Contrarreforma, y más lejos aun del Imperio romano y de la antigua “Germania”. Porque no solo es en su forma de articulación interna o en su modo de constitución teórica que se establece esta diferencia entre los dos marxismos que ahora consideramos. También se hace presente su desigual naturaleza específica en lo que hace a su modo de insertarse dentro de una realidad, de “hacerse mundo” y a la manera concreta de su difusión y propagación.
Mientras el marxismo noreuropeo posee un estatuto teórico muy bien delimitado e independiente de la práctica, y se desarrolla como un proceso esencialmente individual de conocimiento, el marxismo mediterráneo se construye en cambio a partir de la pregunta inmediata en torno a su “uso práctico’, su ‘instrumentación concreta’ —lo que no quiere decir necesariamente uso o instrumentación política. Un ‘uso práctico’, posible del marxismo es su utilización en las escuelas como método y concepción del mundo para enseñar las distintas ciencias sociales—, y se conforma además como un proceso en general colectivo y compartido del conocimiento, mediado por instituciones como la academia, el partido, el círculo de estudio, el sindicato, o más simplemente, la tertulia amistosa o familiar cotidiana.15
Se trata claramente de dos marxismos diferentes. El uno, típico del norte de Europa, mucho más “elitista”, limitado en su propagación y que no se difunde socialmente; ni popular al compartido, y que lejos de todo ritual comunitario se mantiene siempre al margen de las instituciones académicas, de la cultura de masas, en condición realmente herética y marginal respecto del conjunto global del medio cultural en el que se inserta. El otro, en cambio, marxismo típico de los países católicos mediterráneos, es muy amplio y hasta difuso, se propaga socialmente como una epidemia, se hace popular, penetra en la cultura de masas, y es compartido y debatido públicamente en el seno de las pequeñas y grandes comunidades, y gana rápidamente los espacios culturales y las instituciones académicas de estos países mediterráneos occidentales.
Y es justamente una variante de este marxismo mediterráneo: el marxismo francés de la segunda posguerra, el que han tenido frente a si Fernand Braudel y toda la corriente de Annales durante su segundo momento vital (1956-1969). Y al igual que el resto de las ciencias sociales francesas de aquella época y de la cultura del hexágono en general, tam- bién estos segundos Annales braudelianos se han dejado “invadir” y “envolver” por este marxismo, y han instaurado con respecto a éste una relación totalmente distinta de aquella que caracterizó a los primeros Annales de entreguerras.
Dentro de este nuevo ambiente intelectual, dominado claramente por ese marxismo popular y masivo que ha ganado las cátedras de las universidades, el control de las revistas de ciencias sociales y una presencia indudable dentro de las colecciones editoriales de todos los géneros posibles, no resulta extraño el hecho de que la mayor parte de los discípulos y colaboradores cercanos de Fernand Braudel sean entonces reclutados dentro de los medios de izquierda de la intelectualidad francesa de la época. Emmanuel Le Roy Ladurie y Francois Furet han salido de las filas del Partido Comunista Francés, mientras que Marc Ferro y Jacques Le Goff pertenecen a ese medio de estudiantes “con sensibilidad de izquierda”, algunos de los cuales formarán más tarde el Partido Socialista, o militarán en la oposición activa a la represión realizada por los franceses en Argelia. Igualmente, gentes como Ruggiero Romano o Denis Richet han leído y discutido directamente a Marx, dejándose influir por él de una manera importante.16
Y así, si los primeros Annales han abierto sus puertas, entre otros, a los autores de izquierda franceses, los Annales braudelianos en cambio han construido en torno a su director todo un núcleo inmediato de colaboradores, discípulos y seguidores cercanos que en su gran mayoría se encuentran en posiciones de izquierda.17 Tal proceso es reflejo sin duda de su época, pero también de una evolución profunda del propio autor de El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II.
Un poco al igual que Marc Bloch, también Fernand Braudel se ha ido acercando progresivamente a los trabajos de Marx; acrecentando en forma paulatina su simpatía y su reconocimiento por los méritos fundamentales del fundador de la concepción materialista de la historia. En la medida en que Braudel se introduce en el terreno de la historia económica —y dado que su segundo gran proyecto tiene como tema central una preocupación profunda de Marx: la cuestión de los orígenes y la evolución primera del capitalismo, entre los siglos XV a XVIII—, hace un examen más atento e incluso una cierta recuperación de algunas tesis de Marx.18
Lo anterior no implica que Braudel se convierta en marxista: más bien “braudeliza” las enseñanzas de Marx, las refuncionaliza y readapta, las retraduce a su propio modo de ver para incorporarlas al esquema, entonces en proceso de construcción, de su peculiar e interesante teoría del capitalismo.19
A partir de lo cual, Fernand Braudel no sólo puede dialogar con los marxistas franceses de la época y abrirles las páginas de Annales, así como los puestos de directores de estudios de la VI sección de la Êcole Pratique des Hautes Etudes, y las colecciones publicadas por el Centre de Recherches Historiques; también puede trabajar y debatir con prácticamente todos los grupos de historiadores marxistas de Europa y hasta de América de aquel periodo.
El periodo braudeliano de Annales es justamente el que incorpora las colaboraciones de Eric Hobsbawm y del grupo marxista de la revista Past and Present.20 Y es también entonces que se establece y desarrolla el vínculo con el equipo de marxistas polacos encabezados por Witold Kula, el reclutamiento y la relación orgánica de y con historiadores italianos de filiación izquierdista o progresista, los contactos iniciales y la participación en los Coloquios de la Unión Soviética, o los primeros acercamientos con historiadores comunistas de Hungría 0 de Canadá.
Son entonces los tiempos de auge de la relación entre el marxismo francés, e incluso el marxismo europeo, con la corriente de los Annales. Pero se trata, como ha visto bien el mismo Braudel, de un fenómeno tan interesante y digno de estudio, como coyuntural y circunscrito a ciertas condiciones sociales, a una atmósfera cultural determinada. Porque si Braudel, al igual que Lucien Febvre y Marc Bloch, ha admirado abiertamente a Marx, insistiendo en su aguda percepción de los fenómenos de larga duración, en su visión propia de una historia total y en profundidad, y en el carácter inteligente y profundo de muchas de sus tesis particulares,21 también ha manifestado prevenciones necesarias acerca del verdadero impacto de ese “marxismo a la moda” de los años cincuenta y sesenta en Francia, y señalado que la mera repetición de un vocabulario y la adopción de ciertas “fórmulas—clichés no forman a un verdadero marxista”. También destacó que “la mayor parte de (sus) alumnos era marxista”, pero luego “todos ellos han abandonado el marxismo”.22 No obstante, el autor de Civilización material, economía y capitalismo llega a dialogar en sus obras con Marx, y a reconocer puntos de coincidencia 0 de contacto entre sus respectivas elaboraciones sobre el capitalismo.
De esta manera, el periodo braudeliano de Annales resulta el momento de más estrecha relación entre el marxismo y la corriente annalista. Pero la historia avanza por caminos muy complejos. Porque es justamente el fermento subterráneo y la transformación de las conciencias de los jóvenes franceses que fueron educados bajo esta especie de “luna de miel” entre Annales y marxismo lo que termina provocando, entre muchos otros factores, el gran movimiento del mayo francés de 1968, cuyas repercusíones y efectos, mucho más profundos de lo que aparentemente se pensó, significarían el claro inicio de un cambio de página en la historia cultural de Francia.
Después de 1968, y unos años más tarde, con los efectos que provoca en Francia la crisis económica mundial de 1972—1973, vuelve a modificarse radicalmente el clima intelectual del hexágono, y tiene lugar una verdadera ruptura en la trayectoria global seguida por la corriente de Annales hasta ese momento. Es también el inicio del declive de ese marxismo mediterráneo, el cual, incapaz de explicar y de ofrecer alternativas realmente superadoras al movimiento del 68, comienza a contraerse rápidamente, para terminar eclipsándose casi por completo hacia el fin de la séptima década de este siglo.
Los Annales vuelven a cambiar —aunque ahora en una línea de discontinuidad con respecto al momento braudeliano, y no en una línea de continuidad superadora, como había sido el tránsito de los primeros a los segundos Annales—, y a partir de 1969 se transforman en lo que podríamos llamar “terceros Annales”. Se cierra entonces también el ciclo vital del marxismo mediterráneo en general y, dentro del hexágono, de su particular variante francesa. Es el fin de ese extraño matrimonio de los años cincuenta y sesenta entre los Annales y el marxismo, y el comienzo de un periodo nuevo.
III
Hoy, se es marxista si se es capaz de afrontar los problemas actuales, de la manera y en el espíritu con los cuales Marx afrontaba los problemas de su época.
FERNAND BRAUDEL,
“XX secolo, la caduta dell’Europa?”, en L’unitá, 28 de febrero de 1982.
A partir de 1969, Fernand Braudel abandona la dirección de los Annales y la deja en manos de un colectivo compuesto por E. Le Roy Ladurie, Jacques Le Goff y Marc Ferro. Comienza entonces el periodo de los “terceros Annales” el cual dura hasta 1989, año de la conmemoración del LXX aniversario de la revista y fecha de publicación del sexto número de 1989.
De acuerdo con el viraje radical del contexto social e intelectual francés ya mencionado se modificarían también las problemáticas, el rol social institucional y las perspectivas teóricas y metodológicas de la corriente de Annales. Y en consecuencia, su actitud respecto del marxismo, que también se encuentra entonces sujeto a modificaciones profundas.
A esta época de la revista: los años setenta y ochenta, le corresponden dos procesos fundamentales: el Cambio ya aludido en relación con su pasado, cambio que posee las dimensiones de una verdadera ruptura, y un proceso de descentramiento y pérdida del “monopolio” de su herencia y de todos sus ricos aportes, los cuales serían reivindicados y recuperados de manera orgánica y sistemática por otros autores y corrientes, no incluidos en la nebulosa especifica de la revista o del núcleo inmediato construido en torno a ella.23
La historia que desarrollan los terceros Annales ha abandonado el campo de la historiografía económica y social —temática central de los primeros y segundos Annales, que propició la afinidad y el acercamiento con los marxistas—, para concentrarse en el ambiguo y nuevo espacio de la historia de las mentalidades. Con el fin de dar expresión a una serie de inquietudes que la sociedad francesa reconoce de golpe a partir de mayo-junio de 1968, la historia hecha por los terceros Annales es al mismo tiempo una historia que se institucionaliza y se integra al stablishment, y se convierte en parte de la cultura oficial francesa de los últimos 20 años. Alcanzado en estas épocas una difusión y popularidad prácticamente mundiales, la corriente de Annales modifica al mismo tiempo sus perfiles anteriores; renuncia, por ejemplo, a defender cualquier tipo posible de ortodoxia ideológica, y abandona el terreno de la discusión y de los paradigmas metodológicos del oficio de historiador.24
Al romper y superar la tradición que habían establecido Marc Bloch y Lucien Febvre, y que Fernand Braudel había continuado y profundizado, los terceros Annales han modificado también su actitud hacia el marxismo e instaurado con respecto a él y sus representantes, o bien una posición indiferente o de reconocimiento de su valor y sus aportes pero considerándolos como propios del siglo XIX, como algo interesante y valioso en su momento, pero en la actualidad claramente rebasado por los nuevos desarrollos de las ciencias sociales. En ambos casos hay una actitud que reconoce cierta lejana y marginal influencia de Marx o de los marxistas sobre las perspectivas de la antigua corriente annalista, influencias que en todo caso son un componente entre tantos otros, de la natural y polifacética formación intelectual del historiador.
Aunque la mayor parte de los dirigentes actuales de los Annales franceses, tienen en su pasado los datos constatables de las inclinaciones socialistas o izquierdistas de su juventud, eso no impide que, considerados globalmente o en su generalidad, y a partir de sus resultados de investigación producidos dentro de este periodo 1969-1989, estos Annales simplemente ignoren los puntos de vista y las contribuciones de Marx con respecto a los temas que tratan —los que en cambio, tomaban muy en cuenta en el periodo braudeliano de la corriente—. Salvo algunas especiales y escasas excepciones, la obra de estos terceros Annales franceses es más bien reacia al diálogo y a las influencias provenientes de Marx, cuando no critica a ese mismo marxismo o a los marxistas.
Estos Annales de la tercera generación se separan cada día más del marxismo mediterráneo dentro de Francia, y terminan por considerarlo como algo ajeno. Mas, en lo que parecería ser una paradoja compensatoria de este divorcio entre los Annales “franceses”—los que han heredado la revista y las instituciones académicas ligadas a la corriente, prácticamente desde su origen, como la EHESS— y el marxismo, habrá de desarrollarse el segundo proceso o línea evolutiva que mencionábamos más arriba. Al mismo tiempo que los “terceros Annales”, esos Annales que se organizan en torno de la revista del hexágono, cancelan su anterior relación con el marxismo, pierden también el “monopolio” sobre la herencia teórica, metodológica e historiográfica de sus antecesores. Porque junto con la popularización y difusión prácticamente mundiales de la corriente, que advienen justamente en estas épocas, se da también el proceso de recuperación y de rescate críticos de los principales aportes de otros historiadores, de otras “escuelas” y de otras perspectivas historiográficas diversas. “La herencia de los Annales pertenece a todo el mundo”, a partir justamente de que estos “terceros Annales” renuncian a desarrollarla y profundizarla creativamente, dentro del mismo horizonte en el que ella se había movido y enriquecido durante sus primeros 40 años de vida.
Como un resultado que en parte deriva del periodo braudeliano, y que hunde sus raíces en esa estrecha y polifacética colaboración de marxismo y Annales que a él correspondió, comenzarán a formarse, en diversas partes del mundo y de una cierta manera alternativa a los nuevos derroteros de los Annales franceses de esta tercera generación, un variado conjunto de autores, grupos y orientaciones que desde nuestro punto de vista podríamos calificar sin problema de “marxistas”, pero —y al mismo tiempo— también de “annalistas”, y en consecuencia, como una original variante de “marxistas annalistas”.
Producto singular, resultado del intento de recuperar, desde Marx y el marxismo, las enseñanzas de Annales, o también fruto de un aprendizaje paralelo de los aportes esenciales de la historiografía francesa y de los textos de Marx, estos “annalistas marxistas” han proliferado justamente en estos mismos 20 años de los terceros Annales, y comienzan a disputarles a estos últimos tanto el legado intelectual de sus antecesores y sobre todo de su continuación y profundización creativas, como la influencia dentro de las distintas historiografías nacionales, e incluso la interpretación crítica misma de la propia “historia” de la corriente, convertida ahora ella también en “objeto de estudio” de los historiadores.
Grupo de “marxistas analíticos” tan diverso y variado como lo son los distintos marxismos nacionales o regionales, dentro de los cuales se han formado aquéllos. Entrecruzamiento peculiar de las perspectivas de Marx y de aquéllas correspondientes a ciertos autores fundamentales de Annales, este grupo incluye lo mismo al equipo de Immanuel Wallerstein y de ciertos miembros del Fernand Braudel Center, que a un buen número de los discípulos de Witold Kula, a ciertos historiadores catalanes seguidores de Josep Fontana, como a un difuminado sector de historiadores italianos cuya presencia intelectual es, sin embargo, relevante y notoria en las universidades italianas contemporáneas. Tendencia, pues, de difusión casi universal, que además de los casos mencionados, podría abarcar también a ciertos autores de formación inicialmente marxista que han asimilado igualmente los aportes de Annales, y que trabajan y se hacen presentes lo mismo en Brasil que en China Popular, en Costa Rica, Hungría 0 México. Grupo cuya perspectiva intelectual constituye actualmente el principal contrapeso a las orientaciones impulsadas por los Annales del hexágono, que en la opinión de ciertos autores incluye también a importantes historiadores franceses, tales como Pierre Vilar, Michel Vovelle 0 Guy Bois.25
El periodo de los terceros Annales (1969-1989) ha traído consigo la conformación alternativa de otra gran matriz general de “Annales marxistas” o de “marxistas annalistas”, matriz plural y diversa en su interior, pero caracterizada en su conjunto por ese afán de “aproximar”, de “hacer dialogar” y confrontarse a ambas corrientes de la interpretación histórica contemporánea.
¿Cuál será la actitud de estos Annales, luego del fin de los distintos proyectos de “socialismo real” que llenan la historia del siglo XX? ¿Abrirán una vez más el diálogo con la herencia original de las obras de Marx? ¿Y la discusión abierta y constructiva con los marxistas actuales? ¿Y qué acontecerá con ese “marxismo annalista” o “Annales marxistizantes” que se consolidaron durante los últimos 20 años? ¿Serán capaces de restituir al marxismo la compleja y riquísima cosmovisión original de Marx, y de recuperar desde ella todo el conjunto de los aportes de las ciencias sociales del siglo XX?
El problema, como bien ha señalado Pirenne, consiste en discernir justamente cuáles son los acontecimientos históricos, y separarlos de aquellos que, de acuerdo con la expresión braudeliana, constituyen solamente “polvo de la historia”.
NOTAS
1. Vale la pena observar la amplia diversidad de referencias en tomo a esta temática, para lo cual hay que remitirse a los trabajos de Burguiere, “Histoire d’une histoire: la naissance des Annales“, Aymard “The Annales and the french historiography“, Braudel “A modo de conclusión“, Revel “The Annales: continuities and discontinuities” 0 Le Goff “L’histoire nouvelle«. Más centrados, explícita e implícitamente, en este diálogo y comparación de Annales y marxismo pueden verse también los textos de Mairet Le discours et l’hisrorique, Wallerstein “Braudel, los Annales y la historia grafía contemporánea”, Cedronio “Profillo delle’Annale”, Guerreau El feudalismo. Un horizonte teórico, Fontana, Historia. Análisis del pasado y proyecto social 0 Aguirre “Hacer la historia, saber la historia: entre Marx y Braudel» y “De Annales, Marxismo y otras historias”.
2. Cfr. sobre este punto el artículo de J. Suratteau “Les historiens, el marxismo et la naissance des Annales: l’historiographie marxiste vers 1929: un mythe?”. También las indicaciones de P. Anderson en su libro Consideraciones sobre el marxismo occidental, y nuestro artículo “De Annales, Marxismo y otras historias”.
3. Cfr. el artículo “Definición del discurso crítico”, de B. Echeverría, en su libro El discurso crítico de Marx. También los artículos “El problema de la historia en la concepción de Marx y Engels” y “Economía, escasez y sesgo productivista. De los epigramas de Marx a los apotegmas marxistas«, citados en la bibliografía final.
4. Por lo demás, resulta curioso constatar que Pirenne ha sido acusado, junto a su maestro Karl Lamprecht, de sostener posiciones marxistas (cfr. el artículo de R. Demoulin “Henri Pirenne et la naissance des Annales«, pág. 273). Es importante subrayar el hecho de que Pirenne, Bloch, Febvre y Braudel, dominaban todos la lengua alemana, teniendo entonces acceso directo a los resultados principales de la producción historiográfica germanoparlante, la que como es sabido, se hallaba entonces muy influida por el marxismo, sea en el esfuerzo de su profundización, o en el intento de su crítica. Además todos estos autores, antecedentes o dirigentes de Annales, han nacido en “zonas de frontera” en regiones de esa franja privilegiada en la que se tocan las dos Europas culturales, la mediterránea y la noreuropea, como bien ha señalado ya Braudel (cfr. el final de su artículo “Personal Testimony» y nuestro artículo “De Annales, Marxismo y otras historias”.
5. No se trata entonces, para retornar una discusión que ahora ha cobrado de nuevo actualidad, de promover una visión multi a interdisciplinaria de un objeto que resulta sólo el ensamblaje de los muchos objetos parciales propios de cada una de las “ciencias» 0 disciplinas sociales actuales, sino de desplazarse hacia otra forma de análisis en la que el objeto y la mirada sobre el mismo son radicalmente distintos. Luego de operado este desplazamiento, se trata entonces de un objeto nuevo y global —que podemos definir como el despliegue diverso de lo social—humano a través del tiempo—, estudiado desde una nueva perspectiva, también totalizadora: la que va desde el todo hacia la delimitación de la parte que se quiere analizar, y no a la inversa, desde el recorte preasumido del objeto, que sólo posteriormente, y casi siempre de modo fallido, intenta reconstruir su ubicación y su nexo con la totalidad de la que forma parte.
6. Para un desarrollo mucho más amplio de estas “afinidades metodológicas» entre los Annales iniciales y el marxismo cfr. el artículo “Hacer la historia, saber la historia: entre Marx y Braudel”.
7. Pierre Vilar ha afirmado esta idea muchas veces, llegando a decir que Bloch y Febvre han sido como una suerte de “marxistas inconscientes” o que “hacían marxismo sin saberlo» del todo. Sobre el clima general de esta época cfr. del mismo Vilar “Recuerdos y reflexiones sobre el oficio de historiador«, y su “Prefacio» a Cataluña en la España moderna, así como el artículo antes citado de J . Suratteau, “Les historiens, le…“.
8. Para un intento de recuperación del modo blochiano expuesto en La sociedad feudal, desde una perspectiva marxista, cfr. nuestro artículo “El modo de producción feudal”.
9. Cfr. el libro de Allegra y Torre La nascitá della storia sociale in Francia della Comune alle “Annales», págs., 314—331. Véase también el comentario de Febvre a una obra de Berkenau “Fondations économiques, superestructura philosophique: une synthése«. También la opinión, a nuestro modo de ver exagerada de A. Guerreau, quien a partir de estas colaboraciones califica a estos primeros Annales como «Annales marxistas«, en su libro El feudalismo: un horizonte teórico.
10. Matizada y compleja, la posición de Bloch y Febvre sobre Marx y los marxistas, vale la pena de ser observada con más detalle. Porque ella abarca tanto la admiración hacia Marx y hacia alguna de sus hipótesis (cfr. de Bloch L’Etrange défaixe, pág. 195, y de Febvre “Capitalisme et Reforme“ págs. 350-351, “Techniques, sciences et marxisme“ pág. 674 y “L’étude des faits sociaux: problémes de méthode” pág. 403), como la critica global de algunos “malos marxistas” que habrían vulgarizado la versión original de la doctrina, el “marxismo de Marx” (cfr. de Febvre “Pour rectifrer une connaissance élémentaire du marxisme«) o la critica más puntual de algún marxista inglés (cfr. de Bloch “Classification et’choix des faits en histoire économique: réflexions de méthode a propos de quelques ouvrages récents” pág. 258) o de un cierto “marxismo’ proveniente de Rusia» (cfr. el artículo ya citado “Capitalisme et Reforme» pág. 364). A partir de lo cual Lucien Febvre denuncia la escasa o nula aplicación realmente creativa del marxismo para la elaboración de nuevos resultados hiso:riográfí£os capaces de demostrar la validez concreta de la teoría de Marx (cfr. “Techniques, sciences et marxismo» págs 672—678).
11. Por lo demás, debe señalarse que, lamentablemente, las obras marxistas conocidas y criticadas por Bloch y Febvre no eran ni con mucho las mejores obras marxistas entonces producidas (lo que en parte se explica, sin duda, por las áreas específicas a las que se han dedicado estos dos autores franceses), Bloch y Febvre han ignorado, prácticamente, las obras mayores de la Escuela de Frankfurt ——a pesar de su contacto con P. Burkenau—, los trabajos de G. Lukács o de K. Korsch, e incluso, más antiguos, las ricas e interesantes aportaciones, aunque polémicas, de Rosa Luxemburgo, de Otto Bauer o de Karl Renner, por mencionar sólo algunos casos.
12 Cfr. el libro de F. Dosse, La histoire en miettes, págs. 54—61, donde también se retoma más en general esta compleja relación de los primeros Annales con el marxismo y los marxistas de la época.
13. Ruptura dela que había dado noticia breve el propio Febvre, en el número de homenaje a Marc Bloch de los Annales d’Histoire sociale de 1945, pero que sólo más recientemente empieza a ser conocida en todos sus detalles e implicaciones (y que, esperamos, podrá ser profundizada a partir de la ya próxima publicación de la correspondencia completa entre Bloch y Febvre, anunciada recientemente). Sobre esta ruptura cfr. el artículo de M. Mastrogregori y los libros de J. Fontana y A. Guerreau citados en la bibliografía. Por lo demás, esta ruptura sólo culmina una tensión permanente que caracterizó a todo el periodo 1929-1939, y que ha sido descrita en detalle por Carole Fink en su libro Marc Bloch. a life in history.
14. Sobre esta «fractura“, cfr. de Fernand Braudel Las civilizaciones actuales, págs. 303-308, el artículo “The rejection of the Reformation in France” y el artículo “La civilta’ e’ fana a strati”. En este último, Braudel ejemplifica esta división de las dos Europas, justamente con el punto de su diferente actitud hacia el comunismo y el marxismo. Cfr. también nuestro artículo “De Annales, Marxismo y otras historias” donde hemos intentado utilizar esta división para la comparación de la diversa difusión de los Annales y del marxismo en el seno de la Europa de 1870-1970.
15. En nuestra opinión, la mayor parte de los rasgos que Perry Anderson tipifica como característicos del marxismo occidental son más bien y sobre todo, rasgos típicos del marxismo mediterráneo occidental. Sin embargo, hacen falta investigaciones en esta línea para poder esclarecer el punto con más precisión. Al respecto cfr. sus Consideracirmes sobre el marxismo occidental, y Tras las huellas del materialismo histórico, de dicho autor.
16. Cfr. el artículo de F. Dosse “L’histoire en miettes: des Annales militantes aux Annales triomphantes“. Para matizar respecto a los marxismo europeos de entonces, cfr. también el artículo de R. Romano, “Encore des illusions”.
17. Lo que no impide el hecho de que, más adelante, y con el declive de este marxismo mediterráneo (que comienza en los años setenta, ya en el periodo de los terceros Annales) muchos de estos autores hayan cambiado “juiciosamente” de opinión, y pasado a defender posiciones conservadoras y modificado radicalmente sus puntos de vista defendidos y hasta plasmados en obras publicadas durante su “juvenud“. El caso tal vez paradigmático de estas “mutaciones de concepción» radicales es Francois Furet.
18. Cfr. la manera en que el propio Fernand Braudel describe este proceso, no sólo para su caso individual sino para toda su generación, en su artículo “Derivés à partir d’une oeuvre incontoumable“. Vale la pena también destacar el hecho de que mientras en El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, en su segunda edición de 1966, Marx no aparece citado más que una vez (y sin referir esta cita en el índice de nombres) en cambio en Civilización material, economía y capitalismo, constituye une de los interlocutores centrales y permanentes, a veces explícito y a veces implícito del argumento—eje de la obra.
19. Es, por lo demás, un proceso general que Braudel realiza con todo lo que lee 0 estudia. Todos los autores que han influido intelectualmente de una manera relevante en la perspectiva braudeliana (en primer lugar, sin duda Marc Bloch, pero también Pirenne, Hauser, Marx, Sombart, Vidal de la Blanche, Febvre, etc.) lo han hecho a través de este proceso de “traducción», de previa “braudelización” de sus tesis. Braudel era, como Marx ha exigido siempre de sus lectores, alguien sin duda “capaz de pensar por cuenta propia” los problemas.
20. Véase sobre esto, el interesante artículo de E. Hobsbawm “Comments».
21 Cfr. por citar sólo algunos ejemplos, “La larga duración”, págs. 103-4, “A modo de conclusión”, págs. 37 y 41, “Un’intervisla a Femand Braudel”, pág. 6, “Derivés à partir d’une oeuvre incontournable«, etc. Sobre las “afinidades” específicamente metodológicas y conceptuales entre Marx y Braudel cfr. nuestro artículo “Hacer la historia, saber la historia: entre Marx y Braudel”.
22 Para estas referencias cfr. “La última entrevista a Fernnd Braudel» págs. 78—79. Y sobre la diferencia entre los comunistas franceses y los italianos, por ejemplo cfr. la entrevista titulada “XX secolo, la caduta dell’Europa?».
23. Immanuel Wallerstein ha señalado claramente este proceso, subrayando además la dificultad que implica para el establecimiento de una nueva relación entre Annales y marxismo. Así, dice: “Con la multiplicidad de escuelas de los Annales y con la multiplicidad de marxismos ¿qué significado podía aún tener, en esta nueva coyuntura, hablar de confluencias o, al contrario, de divergencias?. Ya no era posible aplicar las generalizaciones de la coyuntura anterior” (en “Braudel, los Annales y la historiografía contemporánea”, pág. 109).
24. Véase, por ejemplo, J. Le Goff, “La nouvelle histoire“, Marc Ferro, “L’histoire sours surveillance«, los distintos artículos de André Burguiere citados en la bibliografía o el artículo de J. Revel “The Annales: continuities and disoontinuities”.
25. Sobre este punto, cfr. el artículo de Guy Bouis “Marxisme et histoire nouvelle», citado en la bibliografía.
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