El secreto de El Capital de Karl Marx (Una guía para perplejos). 2ª Parte

Uno lee los periódicos (acción perniciosa y poco recomendable) y asiste atónito a lo allí se dice: agencias de calificación de deuda recortando como locas la credibilidad de países y empresas; organismos económicos internacionales enmendando sus propias perspectivas enmendadas no hace mucho; el latrocinio continuo perpetrado por banqueros «blindados»; dispositivos policiales espectaculares para…¡deshauciar a una anciana de 85 años!. Podríamos decir que asistimos a los viejos debates de la II Internacional y las teorías del derrumbe capitalista (al menos en la Europa que se pretendía guardiana de un modelo «con rostro humano»). O, más bien, pensar que estamos en una guerra y que de momento, perdemos los ciudadanos.

Pero nada hay escrito. No nos dejemos vencer por el desanimo. Deja el blog, deja internet y lánzate a tejer organización, a hacer posibles las tan necesarias resistencias. Lucha dónde sea, dónde puedas (en tu partido, en tu sindicato, en tu asociación de vecinos, en el instituto, en el tajo…), busca a tus iguales y construye barricadas de argumentos, empalizadas de razones y lánzales granadas de derechos duramente peleados, conquistados al poder. Y una vez hecho todo esto, si te quedan ganas y fuerzas, te recomendamos leer «Marx desde Cero», sobre todo en días como hoy en el que compartimos la segunda parte del trabajo de Jordi Soler Alomà, El secreto de El Capital de Karl Marx (Una guía para perplejos), 2ª Parte. Especialmente recomendable el glosario de términos (no os perdáis la definición de trabajador o desempleado).

El secreto de El Capital de Karl Marx (Una guía para perplejos). 2ª Parte

Jordi Soler Alomà

LA FORMA RELATIVA

Para captar mejor el misterio de la forma relativa de valor penetraremos en el mundo de los espíritus ya que, a fin de cuentas, es donde pertenece. Imaginaremos que el lino está poseído por un espíritu, y que este espíritu sólo se puede ver a través de un espejo mágico como los que hay en el parque de atracciones pero que, en vez de reflejarlo ancho o alargado, le confiere a la imagen que refleja la forma de levita. Si ponemos el lino ante el espejo lo que veremos, en vez del lino, será el espíritu que lo posee, pero en la forma en que nos lo devuelve el espejo encantado, o sea, que veremos el espíritu poseedor del lino con la forma de la levita. Esto es, mutatis mutandis, lo que sucede en la forma relativa de valor, en la que vemos el valor —componente “espiritual”— de una mercancía reflejado por el cuerpo —substrato físico— de otra mercancía. Existen circunstancias más complejas de reflejo del valor pero es mejor ilustrar el análisis con la mayor llaneza posible.

Vamos a averiguar, con Marx, cuál es el contenido de la forma relativa de valor. Marx hace la siguiente afirmación, que de antemano nos parecer resultar paradójica: “Para averiguar cómo está inserta en la relación de valor entre dos mercancías la expresión simple de valor de una mercancía hay que considerar por de pronto esa relación con completa independencia de su aspecto cuantitativo” [57]. En efecto: lo que igualamos no son simples cantidades, sino que son cosas distintas. El aspecto cuantitativo sólo nos importa en función de un parámetro que es ajeno a la naturaleza misma de lo denotado por los miembros de la igualdad. Por lo tanto, lo más importante es el hecho de que se igualen cosas distintas, no las cantidades en que son igualables —cantidades que, por lo demás, son contingentes—, y este hecho solo se hace patente abstrayendo de la cantidad. La fijación consuetudinaria de la relación de valor como una comparación cuantitativa nos ha hecho perder de vista que en esa relación se igualan objetos diferentes que sólo son igualables reduciéndolos a lo que tienen socialmente en común. Abstrayendo, pues, de lo cuantitativo la anterior igualdad se reduce a:

Lino = levita

Y, como es notorio, tan distintos objetos únicamente son igualables por sus propiedades metafísicamente sociales. En palabras de Marx:

“Cuando decimos que las mercancías no son, en cuanto valores, más que gelatina de trabajo humano, nuestro análisis las reduce, pues, a la abstracción valor; pero no por eso les da ninguna forma de valor distinta de sus formas naturales. La situación cambia cuando se trata de la relación de valor entre una mercancía y otra” [58].

Es decir que, considerando el lino que nos ha sobrado en sí mismo, como tiempo de trabajo “solidificado” se le supone cierto valor latente. El análisis de la mercancía nos ha mostrado que es un objeto que tiene una doble existencia: por un lado, es un objeto útil, concreto, con un conjunto de propiedades físicas o empíricas, y por el otro lado es un objeto metafísico y abstracto, con propiedades “sociales”. Desde esta segunda perspectiva, la mercancía es reducible a valor sin más —recordemos que, por indicación de Marx, estamos prescindiendo de cualquier determinación cuantitativa—; pero para saber que ese objeto es valor nos basta saber que es una mercancía. Que nuestro lino tiene valor es algo palpable: sólo tenemos que mirarlo y “ya nos lo dice”. Pero cuando para determinar su valor, el lino se remite a la levita, entonces el valor del lino toma la forma de levita, actualizándose, en esa relación, propiedades latentes.

La tela de lino que nos ha sobrado, para nosotros no tiene ninguna utilidad; sin embargo, tiene valor, por el hecho de que nos ha costado un esfuerzo producirla y porque creemos que la podremos cambiar. Si este valor latente no fuera susceptible de actualizarse en la relación de cambio, no sería tomado en consideración, y el lino sobrante iría directamente al basurero o al contenedor de reciclaje. Cuando comparamos el lino con la levita lo que hacemos es expresar el valor del lino mediante la levita, que interpreta el papel de equivalente del lino. Como es obvio, al amigo sastre también le ha costado un esfuerzo la confección de la levita; lo que hemos hecho ha sido, pues, comparar los “esfuerzos” respectivos; es decir, nosotros, como tejedores, y el sastre como tal hemos considerado nuestros respectivos trabajos concretos como trabajo en general, o sea, trabajo abstracto[1], del cual tan sólo nos ha interesado un factor: el tiempo. Como dice Marx:

“Así, pues, en la relación de valor en la que la levita constituye el equivalen-te del lino la forma-levita funciona como forma-valor, como forma de valor, por lo tanto, el valor de la mercancía lino se expresa en el cuerpo de la mercancía levita: el valor de una mercancía en el valor de uso de otra” [59].

Fijémonos bien en el contenido de la última frase: el valor del lino se expresa ¿en qué? en el valor de uso de la levita. ¿Cómo se explica esa paradoja? Pues bien, cuando hemos decidido cambiar nuestro lino por la levita lo hemos hecho pensando en que la levita, para nosotros, tiene una utilidad, es decir, en el intercambio del lino por la levita, la levita desempeña, para nosotros el papel de valor de uso —de otro modo no iríamos a cambiarla por el lino—. Expresamos, pues, el valor de nuestro lino en algo que nos es útil, es decir, representamos el valor de una mercancía en el valor de uso de otra mercancía.

Sigamos el desarrollo de Marx:

“Como se ve, el lino mismo nos dice, en cuanto que entra en trato con la otra mercancía, con la levita, todo lo que antes nos había dicho el análisis del valor de las mercancías. Sólo que traiciona sus pensamientos en el único lenguaje que le es corriente, en el lenguaje de las mercancías. Para decir que el trabajo, en su propiedad abstracta de trabajo humano, constituye su propio valor, el lino dice que la levita consta del mismo trabajo que él mismo en la medida en que le es equivalente, o sea, en la medida en que es valor. Para decir que su sublime objetividad de valor es cosa diferente de su rígido cuerpo de lino, dice que el valor tiene el aspecto de una levita, y que por eso él mismo, el lino, se pare-ce, en cuanto cosa-valor, a la levita como un huevo a otro” [60].

El lino, que habríamos podido tirar a la basura, porque el valor latente, testimonial y abstracto no sirve para nada y, por añadidura, ocupa espacio, el lino (decía) cobra importancia por el hecho de que la levita descubre que él también vale. Este lino, pues, traiciona sus pensamientos y se delata a sí mismo: el valor, que se le suponía propiedad intrínseca suya, resulta que es un añadido externo, y eso se pone de manifiesto en su relación con la levita. En palabras de Marx:

“Así, pues, mediante la relación de valor la forma natural de la mercancía B se convierte en la forma de valor de la mercancía A, o sea, el cuerpo de la mercancía B se convierte en espejo del valor de la mercancía[2]. La mercancía A, al referirse a la mercancía B como a cuerpo de valor, como a materialización de trabajo humano, convierte el valor de uso B en material de su propia expresión de valor. El valor de la mercancía A, así expreso en el valor de uso de la mercancía B, tiene la forma del valor relativo” [61].

Pero, aunque hemos considerado la forma relativa cualitativamente (Fig. 3) (que es el único modo de captarla en su esencia) hemos de ver, también, cómo es su lado cuantitativo —ya que se expresa de esa manera (cuantitativamente). Llegamos, pues, a “b) Determinación cuantitativa de la forma de valor relativa”.

“La igualdad «20 codos de lino = 1 levita, o bien 20 codos de lino valen 1 levita» presupone que haya en 1 levita exactamente tanta substancia de valor como en 20 codos de lino, o sea, que ambas cantidades de mercancía cuesten la misma cantidad de trabajo, el mismo tiempo de trabajo. Pero el tiempo de trabajo necesario para la producción de 20 codos de lino o de 1 levita cambia cada vez que cambia la fuerza productiva del tejer o de la sastrería” [61-62].

Está claro que, según cómo produzcamos el lino, nos va a costar más o menos tiempo terminar una pieza. No es lo mismo hacerlo a mano que con la ayuda de maquinaria. Si disminuye el tiempo necesario para producir algo disminuye su valor y viceversa.

“…resulta que un mismo cambio de magnitud del valor relativo puede nacer de causas totalmente contrapuestas. Así, partiendo de 20 codos de lino = 1 levita se tiene, 1º, la igualdad 20 codos de lino = dos levitas ya porque se duplique el valor del lino, ya porque el valor de las levitas disminuya hasta la mitad, y2º, la igualdad 20 codos de lino = 1 /2 levita ya porque el valor del lino disminuya en una mitad, ya porque el valor de la levita aumente hasta el doble” [62].

Figura 3

Todo ello debido a las variaciones temporales que afecten a la producción de una u otra mercancía. En definitiva:

“… los cambios reales de la magnitud de valor no se reflejan ni inequívoca ni completamente en su expresión relativa, en la magnitud del valor relativo. El valor relativo de una mercancía puede cambiar aunque permanezca constante su valor. Su valor relativo puede permanecer constante aunque su valor cambie, y, por último, no es forzoso que coincidan los cambios simultáneos de su magnitud de valor con los de la expresión relativa de esa magnitud” [63].

Adelantándonos un poco, observemos que ejemplos de esas variaciones los tenemos en la inflación, la devaluación, etc. Los especuladores financieros hacen grandes negocios con las variaciones bruscas de valor a su favor, siempre en per-juicio de terceros (en última instancia la sociedad menos los más ricos).

No deja de ser paradójico que, para establecer el valor, haya que reducir la actividad humana concreta, cualitativamente determinada, a actividad indeterminada, puramente cuantitativa, cuando lo cierto es que si por algo la actividad humana es humana es por su especificidad cualitativa, y es en ese sentido en el que crea riqueza. Pero no hay otro modo de “empaquetar” el tiempo para hacerlo objeto de compraventa.

LA FORMA EQUIVALENTE

Vamos a ver ahora, siguiendo la dialéctica de la mercancía expuesta por Marx, cómo es “3. La forma de equivalente” (Fig. 4).

“Como se ha visto, cuando una mercancía A (el lino) expresa su valor en el valor de uso de una mercancía de otra especie, B (la levita), imprime a esta última una peculiar forma de valor, la forma de equivalente. La mercancía lino, pone de manifiesto su valer a través del hecho de que la levita, sin tener que suponer una forma de valor diferente de su forma corpórea, vale lo mismo que ella. Así, pues, el lino expresa de hecho su propio valer por la circunstancia y en la circunstancia de que la levita es inmediatamente intercambiable con él. Consiguientemente, la forma de equivalente de una mercancía es la forma de su intercambiabilidad inmediata con otra mercancía” [64].

O sea que, cualquier mercancía que se mire ante el espejo-levita, verá su valor (como una resplandeciente levita) reflejado en él, pero la mercancía que hace de equivalente no expresa su valor, sino que únicamente sirve para expresar el valor de la otra; si frente al espejo-levita ponemos una levita ninguna imagen de valor será reflejada. Por lo tanto, puede reflejar el valor de cualquier mercancía, menos de sí misma. En palabras de Marx:

“Pero en cuanto que la especie de mercancía levita toma en la expresión de valor el lugar del equivalente, su magnitud de valor no tiene ninguna expresión como tal magnitud de valor. Esta especie de mercancía no figura en la ecuación de valor más que como cantidad determinada de una cosa[3].

 Por ejemplo: 40 codos de lino «valen» ¿qué? 2 levitas. Como la especie mercantil levita desempeña aquí el papel de equivalente, como el valor de uso levita funciona como cuerpo de valor respecto del lino, basta una determinada cantidad de levitas para expresar una determinada cantidad de valor de lino. Por eso dos levitas pueden expresar la magnitud de valor de 40 codos de lino, pero no pueden nunca expresar su propia magnitud de valor, la magnitud de valor de levitas” [64].

 
Figura 4

O sea, que en la forma equivalente no existe ninguna determinación cuantitativa de valor, sino solamente una cantidad concreta de algo que sirve para expresarlo, pero que no expresa su propio valor, sino que únicamente expresa el valor de otra cosa. Marx nos lo muestra dialécticamente:

“La primera peculiaridad que llama la atención al considerar la forma de equivalente es ésta: un valor de uso se convierte en forma de manifestación de su opuesto, el valor. La forma natural de la mercancía se convierte en forma de valor. Pero -nota bene- ese quidproquo no se produce para una mercancía B (levita, o trigo, o hierro, etc.) más que dentro de la relación de valor en que entra con ella otra mercancía cual-quiera, A (lino, etc.), sólo dentro de esa relación. Como ninguna mercancía se refiere a sí misma como equivalente, o sea, ninguna puede hacer de su propio pellejo natural expresión de su propio valor, tiene que referirse como a equivalente a otra mercancía, tiene que convertir el natural pellejo de otra mercancía en forma de valor suya propia” [65].

Ya hemos visto antes, que la levita nos interesa no porque tenga valor (valor ya tiene el lino; si fuera valor lo que quisiéramos, no tendríamos ninguna necesidad de ir a cambiarlo) sino porque tiene la cualidad de ser útil como atuendo de “compromiso”, en otras palabras, tiene valor de uso. Para poder conocer qué cantidad de valor “contiene” nuestro lino debemos compararlo no con otra cantidad de valor sino con una cantidad de una cosa que nos sirva para algo y que necesitemos o deseemos (vale decir, cambiamos valor abstracto por cosa útil).

En este punto, Marx ofrece al lector de El Capital una analogía muy útil para ilustrar mejor el aludido quidproquo:

“Nos ilustrará eso el ejemplo de una medida que conviene a los cuerpos de mercancías en cuanto cuerpos de mercancías, esto es, en cuanto valores de uso. Un pilón de azúcar, como es un cuerpo, gravita y, consiguientemente, tiene pe-so; pero no es posible percibir con la vista o con el tacto el peso de un pilón de azúcar. Tomamos, entonces, diversos trozos de hierro cuyo peso está determinado previamente. La forma corpórea del hierro tomada en sí misma no es en absoluto forma de manifestación de la gravedad, exactamente igual que ocurre con la del pilón de azúcar. A pesar de ello, para expresar el pilón de azúcar en cuanto grave le ponemos en una relación de peso con el hierro. En esta relación el hierro funciona como cuerpo que no representa absolutamente nada más que gravedad. Por lo tanto, las cantidades de hierro sirven de medida del peso del azúcar y no representan, respecto del cuerpo del azúcar, más que mera forma de la grave-dad, forma de manifestación de la gravedad. El hierro no desempeña ese papel más que dentro de esta relación en la cual entra con él el azúcar o cualquier otro cuerpo cuyo peso se trate de averiguar. Si las dos cosas no fueran graves, no podrían entrar en esa relación ni, por lo tanto, podría la una servir de expresión de la gravedad de la otra. Cuando las ponemos ambas en la balanza, vemos efectivamente que son lo mismo en cuanto gravedad y, por lo tanto, que, en determinadas proporciones, son del mismo peso. Del mismo modo que el cuerpo férreo en cuanto medida de peso no re-presenta respecto del pilón de azúcar más que gravedad, así también en nuestra ex-presión de valor el cuerpo de la levita no representa frente al lino más que valor.

Pero con esto se acaba la analogía. En la expresión de peso del pilón de azúcar el hierro representa una propiedad natural común a ambos cuerpos, su gravedad; mientras que en la expresión de valor del lino la levita representa una propiedad sobrenatural de ambos: representa su valor, una cosa puramente social” [65-66].

El problema es que no somos conscientes de que el valor es una propiedad social de las cosas y lo tomamos por una  propiedad intrínseca o, como las propiedades físicas o químicas, inherente a ellas. Esta es una manifestación crónica de la alineación de la sociedad: las cosas se convierten en portadoras de las cualidades y relaciones humanas y los humanos en meros intermediarios de las relaciones entre las cosas.
 

“Ya por el hecho de que la forma relativa de una mercancía -por ejemplo, del lino- expresa su valor como algo del todo distinto de su cuerpo y de sus propiedades -por ejemplo, como cosa igual a levitas-, esta expresión misma indica que está escondiendo una relación social. Y a la inversa por lo que hace a la forma de equivalente. Pues ésta expresa precisamente que un cuerpo de mercancía, una levita, por ejemplo, la cosa tal cual es, expresa valor, es decir, posee por naturaleza forma de valor. Es verdad que esto sólo vale dentro de la relación de valor en la cual la mercancía lino se refiere a la mercancía levita como a equivalente[4].

Pero como las propiedades de una cosa no nacen de su relación con otras, sino que en esta relación no hacen más que actuarse, la levita parece poseer por naturaleza su forma de equivalente, su propiedad de intercambiabilidad inmediata, exactamente igual que su propiedad de ser pesada o de dar calor. Aquí tiene su origen el carácter enigmático de la forma de equivalente, carácter que no salta a la embotada vista burguesa de los cultivadores de la economía política más que en el momento en que esa forma se les enfrenta, ya terminada, en el dinero. Entonces el economista intenta quitarse de encima el carácter místico del oro y de la plata mediante una explicación que consiste en deslizar bajo ellos mercancías menos esplendorosas y canturrear, con satisfacción constantemente renovada, el catálogo de todas las mercancías de a pie que en otros tiempos desempeñaron el papel de equivalente de mercancías. No se da cuenta siquiera de que ya la más sencilla expresión de valor, como 20 codos de lino = 1 levita, plantea el enigma de la forma de equivalente[5].” [66].

Con el hábito, el cambio de lino por levitas convierte a éstas en equivalentes naturales del lino, por lo que parece como si la equivalencia fuera una propiedad natural de la levita. Lo que resulta paradójico es que la mercancía que hace de equivalente, siendo producto de un trabajo útil y concreto, funcione como encarnación del trabajo abstracto. Para hacer de espejo en el que se refleja el valor de nuestro lino, el trabajo con que nuestro amigo ha confeccionado la levita únicamente tiene que reflejar es su propiedad abstracta de ser trabajo humano en general. Así, pues, para expresar…

“…que el tejer constituye el valor del lino no en su concreta forma de trabajo textil, sino en su propiedad general de trabajo humano, se le enfrenta el trabajo de sastrería, el trabajo concreto que produce el equivalente del lino, como forma tangible de realización de trabajo abstractamente humano.

Hay, pues, una segunda peculiaridad de la forma de equivalente: que en ella trabajo concreto se convierte en forma de manifestación de su opuesto, de trabajo abstractamente humano” [67].

Ahora, no obstante, resulta —observa Marx— que “en cuanto ese concreto trabajo de sastrería funciona como mera expresión de trabajo humano indiferente, posee la forma de igualdad con otro trabajo, el trabajo presente en el lino, y es, por lo tanto, aunque trabajo privado como todo otro trabajo productor de mercancías, también trabajo en forma inmediatamente social. Precisamente por eso se representa en un producto inmediatamente intercambiable con otra mercancía. Es, pues, una tercera peculiaridad de la forma de equivalente el que trabajo privado se convierte en la forma de su opuesto, en trabajo en forma inmediatamente social” [67].

O sea, que, desde el momento en que las levitas, producto de trabajo privado, sirven para expresar el valor de otras cosas —en el caso que nos ocupa muestran el de nuestro lino— se convierten en significantes del trabajo social inmediato.

Marx menciona a Aristóteles como al “gran investigador que analizó por vez primera la forma de valor” [67]. Descubrió que la forma dinero no es más que un desarrollo de la forma simple de valor, y reparó en el hecho de que, para igualar cosas diferentes en el intercambio, hay que referirlas a otra cosa. Sin embargo, Aristóteles no llegó a descubrir por qué son igualables cosas distintas, y eso fue debido —sostiene Marx— a que en la sociedad griega no existía el trabajo tal como lo conocemos hoy en día: como actividad humana abstracta, sino que las diferentes actividades productivas eran concretas e irreducibles a un patrón común.

La forma equivalente tiene, pues, tres peculiaridades que la definen:

  • a) el valor abstracto, en general, vacío de todo contenido, se expresa a través de su contrario, el valor de uso;
  • b) el trabajo abstractamente humano, des-cualificado, que produce valor en general, tiene el modo de expresión en su contrario, el trabajo concreto, cualificado, que produce cosas concretas y útiles;
  • c) el trabajo indiferentemente social[6] y alienado, integrado en la suma in-diferenciada de los trabajos productores de valor “a secas”, se manifiesta a través del trabajo individual, privado, cuyo producto es la mercancía concreta.

Los entes objeto de adoración religiosa, precisan mostrarse “encarnados” en iconos, pinturas y esculturas, para hacerse “tangibles” a sus fieles; los entes del mundo abstracto del valor deben manifestarse en objetos del mundo real para demostrar su existencia. y alienado, integrado en la suma in-diferenciada de los trabajos productores de valor “a secas”, se manifiesta a través del trabajo individual, privado, cuyo producto es la mercancía concreta.

 EPÍLOGO

He intentado, en este trabajo, desarrollar la parte de Das Kapital dedicada al análisis de la mercancía para poner de manifiesto la densidad de contenidos y la importancia filosófica de la forma de valor en general, y de la forma relativa y la forma equivalente en particular. La mercancía ha sido presentada, siguiendo —y amplificando— el análisis de Marx, como un objeto psicosocial, con una estructura compleja e intrincada, incardinada en el sistema de relaciones “materiales” y “espirituales” que conlleva el funcionamiento de la sociedad. El hecho de que la mercancía pueda tener o no un soporte físico (sea lino, levita, oro, o papel moneda) es contingente; lo que al capital le importa, lo necesario, es que existan vehículos del tipo que sean para el transporte de los flujos de valor.

La estructura de la mercancía permanece oculta a nuestra percepción porque pertenece al ámbito de las normas a priori, al contexto de lo que de antemano rige y regula nuestro comportamiento cotidiano y forma parte del conjunto de lo consuetudinario, idiosincrásico e ideológico.

El análisis de la mercancía pone de relieve que esta célula del sistema capitalista —como la definiera Marx— no es un objeto inocente, sino que, a través de sus propiedades sociales, mantiene complejas relaciones con el mundo del valor, que es el ámbito de lo social abstraído y cosificado. En la forma relativa hemos visto como un valor latente y contingente sólo se actualiza al reflejarse en algo necesario y tangible: el cuerpo de una mercancía. La forma equivalente nos ha mostrado cómo aquel ámbito de lo abstracto, descualificado e indiferentemente social y alienado, solamente cobra existencia real cuando encuentra algo útil, concreto e individual —relativo a alguien— en lo que manifestarse.

En el momento en que la forma de equivalente prende en una mercancía cuyo único valor de uso consiste en ser el representante oficial del valor, se le deja de exigir al valor que se justifique como tal. Es el pistoletazo de salida para las pasiones más mezquinas que anidan en el pecho humano. Nos hallamos ante la fantasmagórica forma dinero, verdadera tirana de nuestras conciencias.

BREVE GLOSARIO

DINERO: medida de “valor”. Para llegar a la abstracción “dinero” tuvimos que retorcer nuestra conciencia varias veces. Primero, encontramos la manera de “medir” el “valor” de las cosas; después, para cada cosa, desplegamos el listado del valor con que equivale a las demás; después separamos una cosa del resto y la designamos como expresión del valor (normalmente un metal precioso); finalmente, separamos el “valor” de su “portador” y lo transformamos en una simple expresión numérica, que no requiere un soporte físico (normalmente reside en y viaja entre ordenadores). En este punto ya perdimos el hilo, y el dinero forma parte prácticamente de nuestros genes. El dinero se obtiene de cuatro maneras (de mayor a menor importancia): robando, estafando, ejerciendo de esclavista o ejerciendo de esclavo (los tres primeros procedimientos son ejercidos sistemáticamente por los poderes fácticos y políticos).

TRABAJO: versión moderna de la esclavitud. Trabajar consiste en venderse como mercancía (igual como se vendían los esclavos) en el “mercado del trabajo”. Cuando se trabaja se produce más “valor” que el que se vale como mercancía humana, por eso los modernos esclavistas (capitalistas; empresarios) ganan dinero empleando “asalariados”. Paradójicamente, la alineación a llegado hasta el punto que los que consiguen llegar a ser esclavos se consideran privilegiados. Los esclavos, como en la antigua Grecia, pueden ser públicos o privados.

VALOR: relación que establecen las cosas a través de las personas y cuyo resultado se expresa numéricamente.

MERCANCÍA: cosa portadora de valor (puede ser tangible, como un lápiz o una piedra de color, o intangible, como la fuerza de trabajo o una voluntad; puede ser material o “espiritual”).

NÓMINA: cifra que viaja de la cuenta bancaria del esclavista a la cuenta bancaria del esclavo y que expresa el “valor” de éste.

PRECIO: cifra que expresa el “valor” en dinero de las cosas que se “venden”; entre las cosas que se venden se hallan, por cierto, las personas (véase TRABAJO).

TRABAJADOR: nombre que recibe el esclavo en ejercicio en la sociedad capitalista (vendedor de fuerza de trabajo = de sí mismo).

PARADO: esclavo expulsado del mercado cuyo propietario no se hace responsable (al contrario de lo que ocurría en la antigua Grecia) por lo que la sociedad debe asumir su mantenimiento hasta que vuelva a ser comprado.

COMPRAR: cambiar una cifra que expresa el “valor” de una cosa por esta cosa (cambiar “dinero” por una cosa).

VENDER: cambiar una cosa por una cifra que expresa su “valor” (cambiar una cosa por “dinero”).

ECONOMÍA: en su variedad benigna, estudio del comportamiento de los valores y de sus expresiones numéricas, prescindiendo de la variable humana. En su as-pecto menos benigno: juego que consiste en la invención de “modelos” que no tienen relación con lo anterior. Opera con objetos psicosociales como si fueran entidades físicas medibles.

ECONOMISTA: versión actualizada del brujo de la tribu, a quien se cree depositario de ciertos poderes y saberes inescrutables. Su poder es altamente destructivo cuando ejerce como político, siendo los esclavos sus víctimas propiciatorias. Su conocimiento es altamente alienado. No se ha demostrado que realmente posea algún tipo de sabiduría.

CAPITALISMO: versión moderna (que no mejor) del esclavismo que se diferencia de la precedente en que el amo no se responsabiliza de sus esclavos. Éstos producen “valor” para el esclavista cuando son usados por éste, ya que su “valor” en el mercado es inferior a la cantidad de “valor” que producen. En este tipo de sistema existen unos seres que acaparan ingentes cantidades de “valor” por el simple procedimiento de mover cifras entre ordenadores.

ESTADO: forma de organización anacrónica destinada a desaparecer o a mutar como sucedió con la tribu y la familia. Se la cree depositaria de ciertos valores compartidos en los que generalmente sólo creen los esclavos.

CAPITAL: cantidad de “valor” poseída por alguien que tiene la capacidad de incrementar su tamaño por varios procedimientos, tales como la trata de esclavos, el tránsito de cifras entre ordenadores, etc. (véase DINERO).

SINDICATO: organización cuyo objetivo es la harmonía de las relaciones entre los esclavistas y los esclavos.

PARTIDO POLÍTICO: organización cuyo objetivo es gestionar la res pública en beneficio de los propios políticos y de los poderes fácticos (principalmente el capital financiero).

MEDIOS INFORMATIVOS: mecanismo a través del cual el poder fabrica el espejismo que los esclavos confunden con la realidad.

DISTRACCIONES: sirven para evitar que los esclavos piensen; las más efectivas son los espectáculos deportivos como el FÚTBOL (una de las drogas más potentes que se hayan descubierto nunca). Existe una organización selectiva del tipo de “distracción” en función del ámbito social al que pertenece y de la edad del esclavo. Las distracciones están coordinadas con los medios informativos.

POLÍTICO: especialista en los asuntos relacionados con la esclavitud. Originariamente formaba parte de la clase esclavista, pero cada vez es más común ver esclavos que adquieren el privilegio de acceder a esta casta, porque no constituyen ningún peligro (sino todo lo contrario) para el poder esclavista (ver PARTIDO POLÍTICO).


 [1] Abstraer: Separar por medio de una operación intelectual las cualidades de un objeto para considerarlas aisladamente o para considerar el mismo objeto en su pura esencia o noción. En este caso, hemos hecho abstracción de todas las propiedades menos de una: la duración

[2] En cierto modo pasa con el hombre como con la mercancía. Puesto que no llega al mundo con ningún espejo, ni tampoco en condición de filósofo fichteano, con su «Yo soy yo», el hombre empieza por reflejarse en otro ser humano. El hombre Peter no se relaciona consigo mismo en cuanto ser humano sino a través de la relación con el hombre Paul. Mas con eso mismo resulta que Paul es para él, con todos sus detalles, con toda su paulina corporeidad, la forma de manifestación del género humano [Nota de Marx].

 [3] Es decir: no como cantidad de valor, sino como cantidad de cosa concreta y útil [la nota es mía].

[4] Semejantes determinaciones de la reflexión* tienen siempre su peculiaridad. Tal hombre, por ejemplo, es rey por la única razón de que otros seres humanos se comportan respecto de él como súbditos. Ellos, a la inversa, creen que son súbditos porque el otro es rey. [*»Determinaciones de la reflexión» quiere decir conceptos fijos aplicados a las cosas para comprenderlas en una primera aproximación, prescindiendo de su movimiento, de su cambiar, de su relatividad, de su historia. La noción procede de la filosofía de Hegel—Nota de Marx—].

[5] Una de las acepciones de “equivalente” es la expresión cuyas palabras son distintas de las de otra frase cualquiera, pero que tiene el mismo sentido.

[6] Para el capital, lo social tan sólo importa como ámbito de la organización de la producción y del consumo en aras de la reproducción de valor; el individuo, por tanto, únicamente interesa como factor de producción y consumo.

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2 respuestas a El secreto de El Capital de Karl Marx (Una guía para perplejos). 2ª Parte

  1. Juan José dijo:

    Antonio perdona que difiera:
    Cuando en la introducción al texto, en el primer punto, al final pone….estamos en una guerra y que de momento, perdemos los ciudadanos
    El termino ciudadano es un concepto interclasista, los marxista no debemos utilizar

    Cuando se utiliza la palabra “ciudadano” sin distinción para referirse tanto al burgués como al proletariado, queriendo, con ello, referirse al hombre en general, identifica al hombre en general con el burgués, y la sociedad humana con la sociedad burguesa

    • Antonio Olivé dijo:

      Hola Juan José, encantados de tenerte de nuevo por aquí. No hay nada que perdonar, todo lo contrario, agradecerte tu comentario.

      Probablemente tengas razón y nos ha podido la fuerza de la costumbre. O quizás no tengas razón. Lo cierto es que has sacado a colación un tema muy interesante: cuando Marx polemiza con Bruno Bauer y la izquierda hegeliana acerca de la emancipación política y la emancipación humana (fundamentalmente en La cuestión judía y La Sagrada Familia, recogidos ambos enLos anales franco-alemanes) trata la separación liberal entre «sociedad civil» y «Estado» que encierran en su seno la contraposición entre «citoyen» y «bourgeois» y que conducirá a una crítica de la filosofía del estado hegeliana.

      Trataremos de retomar y ampliar este tema del «citoyen» y «bourgeois».

      Un saludo

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